Historia de las organizaciones y luchas de los trabajadores fueguinos
© Bernardo E. Veksler. 1999
Tierra del Fuego. Argentina.
De los esbozos
de resistencia de los indígenas fueguinos a las rebeldías de los peones
rurales. De las movilizaciones metalúrgicas, pasando por las luchas de petroleros,
estatales y docentes. Rebeliones en el Fin del Mundo reseña casi un siglo de la otra historia:
La de los hombres y mujeres que pensaron y actuaron para cambiar una situación
que aparentaba ser inmodificable. Que alimentaron la utopía de no resignarse,
de plantarse frente a los poderosos y desafiar a las adversidades. El clima se
alzó como un obstáculo más y lo enfrentaron también.
Cuando lograron triunfar, el poder se encargó
de desvirtuar y minimizar lo ocurrido para impedir la difusión del ejemplo.
Cuando fueron derrotados, pagaron un precio demasiado elevado por desafiar el
orden establecido. La arbitrariedad y la represión fue muchas veces la
respuesta del poder ante la humilde
insolencia de reclamar por los derechos. En uno u otro caso, gobernantes y
empresarios apostaron concientemente al olvido.
El autor
recopiló, investigó, recogió testimonios y crónicas para presentar una historia
que permanecía oculta o que amenazaba diluirse con el paso del tiempo. Se hizo
necesario contar la otra historia, para que quede testimonio de las injusticias
y la abnegación de los que las enfrentaron, para que perduren en la conciencia
de las futuras generaciones.
ISBN Nro. 987-43-2389-2
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Hecho el depósito que indica la Ley 11.723.
Prólogos de Oscar Domingo Gutiérrez y Carlos Ratier
Ilustración de tapa: Mónica Fasoli
Prólogo I
Con las
bisagras oxidadas...
Los años
noventa del siglo XX colocaron como nunca a la Tierra del Fuego en los
espacios informativos en el ámbito nacional. Y no fue en mérito a sus
potencialidades económicas manifiestas, a la sugestión de su paisaje, ni a los
éxitos de sus habitantes. Lo fue en la gran mayoría de los casos por los
conflictos sociales que se desataron en el seno de esta comunidad.
La historia
inspirada en la acción de los pioneros construyó en todo el sur el mito de la
infalibilidad. Aquellos que consolidaron una presencia colonizadora en nuestro
sur obraban de acuerdo a sanos impulsos, sus acciones no podían ser medidas con
la vara contemporánea, y –en todo caso- ¿quién puede llegar mas tarde y
pregonar críticas con respecto a los que los precedieron? ¡Habría que ver si hubieran hecho otras cosas,
si hubieran estado en lugar de los que critican!
Se intentó así
mostrar una realidad sin conflictos, donde la única relación antitética es la
que se encara con el rigor climático, con la escasez de recursos materiales.
Creció en idéntica medida la idea de un ámbito de estricta solidaridad entre
todos los integrantes de “una gran familia”; una sociedad alejada de toda forma
de mezquindad.
Los años ochenta
habían visto crecer demográficamente a la Tierra del Fuego en razón de imperativos
geopolíticos propios de un Estado que se planteaba como prioridad el uso de la
fuerza, la que ya impuesta internamente podía consolidarse en términos de
Soberanía –no Política, ni popular- sino Soberanía Territorial ante la
presencia chilena en la región y los litigios pendientes, ante la situación que
condujo a la Guerra
por Malvinas.
La ley 19640 que
creó en 1972 una zona aduanera especial adquirió mas adelante visos de Ley de
Promoción, y a su amparo –sin acudir a los recursos naturales- se desarrolló
una industria que posibilitó la radicación efectiva de connacionales;
revirtiendo en poco tiempo los guarismos negativos que desde siempre existían
en la región en materia de población argentina y población extranjera.
Los grupos
sociales preexistentes trataron de sostener derechos a partir de la antigüedad
de la permanencia en el medio, una cuestión de cantidad por sobre la calidad de
las personas. Otra forma de perpetuación de valores castrenses en la sociedad
civil.
La gran familia
cedió terreno a nuevas formas de rivalidad.
El Estado debió
hacer a la par una gran inversión en infraestructura social en la que la
intervención del capital imperante fue escasa.
Los tiempos
democráticos nacidos en 1983 no reorientaron los valores del poblamiento, los
conflictos justificatorios de toda inversión –y porqué no de todo derroche-
parecían seguir latentes. Y el quantum poblacional comenzó para la clase
política a oler como electorado.
A pesar que
durante 1989 la caída del Muro de Berlín, con un encadenamiento de hechos que
quebró la bipolaridad en el mundo y prometió tiempos de tranquilidad y bonanza;
esta situación no fue vivida a plenitud en este borde del mundo donde los
conflictos entre administradores y administrados fueron moneda corriente.
Chile y Gran
Bretaña dejaron de ser hipótesis de conflicto, y la intranquilidad parece
vivirse solo fronteras adentro del país.
Sin un modelo
racional elaborado por la dirigencia partidaria –en sus distintos matices-, una
desilusión por los modelos inconclusos de un
Estado de Bienestar y en otros casos una toma de conciencia sobre el rol
del trabajador en el destino comunitario, llevó al acrecentamiento de las
rebeliones populares, sustentadas en la gran mayoría de los casos en el
mejoramiento de la situación salarial, la optimización de los derechos
laborales, y en su hora más dramática el mantenimiento de los puestos de
trabajo.
¡Hoy aquí
también el mundo del trabajo compite con el del desempleo! Mientras que el de
la producción coexiste firmemente con el de la especulación.
Con el Estado
bienhechor deshecho y en retirada se despide el siglo del viento, en esta
tormentosa conjunción de mundos que es nuestra Isla Grande.
No queda como
herencia de todo lo visto liderazgos manifiestos, ni bases sociales de apoyo
con identidad clara para enfrentar la crisis en lo inmediato.
Las huestes
represoras, en número creciente siguen arremangadas esperando una llamada.
El lector sacará
provecho seguramente, más allá de su identidad ideológica, sobre el conjunto
ordenado de acontecimientos que Bernardo Veksler nos lleva a recordar; en momentos en que la
historia sin fin de los pueblos y sus sueños descansa para partir en una nueva
lucha, o tal vez en otra retirada.
Oscar Domingo Gutiérrez
Río Grande. Otoño del 2000.
Prólogo II
“Una sociedad
que tiembla no puede pensar”
José
Ingenieros
He tenido el
raro privilegio de leer los borradores de este libro antes de entrar a
imprenta. Pinta de cuerpo entero al autor. Luego de haber compartido tantas
horas de periodismo de investigación con él, encuentro coherencia entre la
visión global que tiene del mundo y el punto de vista de la historia que aquí
recopiló para nosotros, los lectores.
Su ironía de siempre es la fuerza que mueve a los
remisos para las cosas valederas. Es esencialmente un hombre honesto que se da
como una bendición y logra con ello echar luz sobre aspectos sombríos de la
historia. Ignora las llamadas “leyes”, porque siempre apuesta al hombre. Está
claro que para él, el ser persona, es la suprema realidad, la única, la que
sustenta y alienta a los demás.
Luego de mucho leer Historia, este periodista
investigador social sabe hoy que no se puede jugar impunemente con el lenguaje,
que no se puede torcer la lógica de los valores sin pagar las consecuencias.
Sistemáticamente basó los relatos en una idea, un ámbito, y siempre con el
“homo faber” protagonista de dichas y desdichas. Fijó la idea, investigó,
acumuló información, y después fue cuestión de tiempo darle cuerpo. ¿Dos, tres
años?
Ordenar todo lo existente en tiempo y espacio define
a la cosmología, tarea nada fácil que Bernardo se impuso. Es que el Universo
está en constante movimiento. En el movimiento se sintetiza el espacio y el
tiempo. Y allí todo está relacionado con todo, especialmente con la lucha por
la vida.
Encuentro que la obra recorre la historia de la
región austral, repasando los tiempos del descubrimiento, de la colonización y
la ocupación definitiva del suelo, sin olvidar el genocidio aborigen a través
de balas, alcohol o enfermedades, cuando no de transculturización. Aparecen los
primeros ganaderos patagónicos que se convertirían en los terratenientes con
mayores posesiones en América.
La obra describe el “llamativo” desconocimiento de
los aspectos vivenciales del trabajador rural. El balance oficial del genocidio
aplicado para terminar con luchas y conflictos nunca se conoció. Privó la
ocultación. Como consecuencia, el autor describe las luchas obreras en la
región patagónica continental y en Tierra del Fuego, calificándolas como dadas
en las peores circunstancias y adoptando formas de lucha y de organización
mucho más combativas que las del promedio del país en el pasado.
Avanzando en la cronología, el autor se detiene en la Isla Grande y analiza
su evolución. La actividad agropecuaria, a partir de la ganadería y los
aserraderos, demostraba su incidencia dentro del conjunto de la economía
fueguina. Luego tomaría fuerza la actividad petrolera. Años después era la ley
de zona Franca de liberación aduanera indiferenciada, por la Zona Aduanera
Especial, Ley 19640, que estimulaba la radicación industrial en la Isla, fundada en razones
geopolíticas.
Hay un antes y después de la Ley 19640. Caen las
actividades primarias y artesanales con escaso valor agregado, y en su lugar,
las nuevas industrias instaladas producen el efecto de triplicar la población
ante la inusitada demanda de mano de obra desatada. Como la historia se repite
por ciclos, llegarían los cazadores pedestres del presente.
Si bien los fines geopolíticos se cumplieron en
cuanto al aluvión migratorio argentino, fue muy preocupante en lo social, ya
que el mismo no fue planificado. Faltaban viviendas para albergar tanta gente,
la energía no cubría la demanda manufacturera, el agua potable domiciliaria
comenzó a escasear, grande era el déficit de servicios. El autor se apoya en
tablas estadísticas para dar magnitud al incremento poblacional con relación a
la evolución de los establecimientos industriales.
Hay un capítulo entero para tratar los conflictos y
luchas obreras más recientes; la formación de los sindicatos; la sangre
derramada en la trágica Semana Santa que desnudó las ambigüedades y
contradicciones del poder, a partir de considerar la defensa de las fuentes de
trabajo como móvil criminal. Se repetirá una vez más, que la soga se corta por
la parte más delgada.
Podemos comprobar que el mundo está lleno de
estadistas a quienes la democracia les desagrada, convirtiéndolos en políticos
que creen que un “enemigo” débil no puede “dañarlos”, tal como que una chispa
no puede causar un incendio. Está claro que todo poder que no reconoce límites,
crece, se eleva, se dilata, y por fin, se hunde por su propio peso.
Al describir estas situaciones investigadas, el
autor no sólo recupera la historia (versión de los que perdieron), sino que al
hacerlo la transforma en un homenaje a trabajadores dispuestos a grandes
sacrificios y a sufrir padecimientos de todo tipo, buscando más y mejores
formas de vida.
Se vislumbra que a los argentinos la historia no nos
regaló nada, y lo poco que conquistamos, lo pagamos con muertes injustas. Pero
la grandeza no reside en esto, sino en la decisión de ser más fuertes que esto
y cambiarlo. Y si nuestra condición es injusta, hay una manera de empezar a
superarla: no ser censores nosotros mismos, ni de lo ajeno ni de lo nuestro. No
debemos repetir el error de nuestros censores de pensar que “el orden es la
garantía de la justicia”.
Más que asegurar que esta obra detenta la verdad, el
autor plantea la posibilidad de la discusión, para que desde ese espacio surja
lo verdadero que perdura.
Gracias por ello, Bernardo.
Carlos M. Ratier
Prefacio
Hilvanar las secuencias que tuvieron las luchas
obreras en Tierra del Fuego, es una descripción de abnegaciones, sacrificios y
esfuerzos no tomados en cuenta por la historia oficial, empecinada en describir
actos de gobiernos, fechas y sucesiones de funcionarios.
Esta historia no está escrita por un historiador.
Surge desde la labor periodística, de las sensaciones ante los fogones, los
neumáticos quemados, los piquetes y los pasamontañas. Parte de la sorpresa
inicial ante la decisión obrera de desafiar no sólo al poder sino también a las
terribles contingencias climáticas, de adoptar formas de lucha y organización
mucho más combativas y audaces que las
predominantes en el país. También parte del asombro ante la voluntad
inclaudicable de tantos trabajadores que no se mostraron afectados por el
desaliento aún en las peores circunstancias; que tuvieron voluntad como para
superar las contingencias más críticas
y, muchas veces, ese espíritu y consecuencia se convirtieron en
decisivos para triunfar en la pulseada.
Esa masa de seres dispuestos a los más grandes
sacrificios, a los actos solidarios más enaltecedores y a sufrir todo tipo de
padecimientos, merecía un homenaje como el que se intenta desde estas páginas.
En esas actitudes, posiblemente, están las
esperanzas de la humanidad en alcanzar una sociedad superadora de las miserias
materiales y humanas de la actualidad. Nada tienen que ver con la corrupción,
individualismo y perversión que reina entre los hombres que ostentan el poder
político y económico.
Esa historia merecía ser contada, aunque no sea por
un historiador.
* * *
Esta historia comienza con la incursión de los
primeros hombres blancos en la zona, el copamiento de las tierras nativas, el
aniquilamiento de la población aborigen y su posterior utilización como mano de
obra sumisa por los estancieros.
El sentido de esta inclusión tiene que ver con haber
advertido una constante en los conductores de la sociedad fueguina a través de
los tiempos. Aventureros, comerciantes inescrupulosos, acaparadores inmorales de
tierras, enriquecimientos basados en negociados al amparo del poder y desprecio
por la vida de los más humildes.
La búsqueda de una prosperidad rápida fue la
motivación predominante en los hombres y mujeres que llegaron a estas tierras, para alcanzar
estos objetivos. No dudaron de nada, ni de la ilegalidad, ni de la muerte ni de
lo ético o moral.
Los gobernantes actuales no pudieron cortar con ese
designio y se empeñan en continuar el mandato histórico de sus antecesores.
* * *
La descripción de la historia del sindicalismo y de
las luchas obreras fueguinas tiene como línea divisoria: la instalación de
armadurías fabriles en virtud de la promoción económica establecida por la Ley 19640.
Antes de la década del ochenta, los intentos de
sindicalización fueron escasos y rara vez desencadenaron conflictos sociales de
importancia.
Luego del aniquilamiento de población indígena por
parte del blanco, la actividad productiva se desenvolvió en una tierra
“apacible”, en la que predominaron las relaciones paternalistas entre patrones
y obreros.
Esta situación subsistió -salvo raras excepciones- a
pesar de que a unos pocos kilómetros la lucha de clases desencadenó profundas
tragedias humanas.
Ni siquiera la irrupción del peronismo, con su
proceso de sindicalización masiva, provocó modificaciones de importancia a ese
perezoso devenir histórico fueguino.
Algunos cambios se produjeron con la incursión de
las empresas petroleras en el norte de la isla. Allí, los trabajadores que
llegaron desde otros lugares aportaron su conciencia sindical y se hizo
necesario contar con una entidad gremial estable.
En la década del ochenta, la afluencia de
trabajadores de todas partes del país aportó a la sociedad isleña las
experiencias acumuladas en otras regiones. Comienzan a difundirse las entidades
gremiales y aparecen conflictos duros y prolongados que van a ocupar las
primeras planas de los medios de comunicación de alcance nacional.
La “tierra prometida” se convirtió en la “isla de la
fantasía” para pasar luego a ser una parte integrante del cuadro de
marginación, pobreza y crisis que afecta a millones de argentinos. Esa
inexorable transición, fue la principal explicación de la virulencia de los
conflictos laborales que se desencadenaron en Tierra del Fuego.
Las naturales ansias de progreso humano encontraron
una posibilidad práctica y palpable. Esa sensación de felicidad terrenal (que
en sus lugares de origen sólo era una promesa celestial), no podía
coexistir con amenazas y, menos que
menos, con el lapidario cierre de una fuente laboral. En ese momento, estallan
la desesperación y la impotencia. Los habituales llamados oficiales a la
resignación se convierten en provocativos y la represión no hace otra cosa que
pretender apagar un incendio con nafta.
Todos los que llegaron nunca tuvieron un certificado
de prosperidad asegurado; entre sus deseos siempre aparecían los nubarrones de
un retorno sin gloria. Pero, una vez establecidos, se sintieron con derecho a
que el futuro de su familia no se inunde
de incertidumbre y decidieron luchar ante la inoperancia, la negligencia y la
agresión.
Los próximos capítulos pueden encontrar senderos
conflictuados y con abundantes obstáculos. El presente escenario social muestra
una multitud de interrogantes sobre las siguientes secuencias. Refrescar los
acontecimientos vividos puede convertirse en un verdadero faro que ilumine los
momentos más tormentosos que les toque en suerte vivir a los sufridos
habitantes fueguinos.
* * *
La Historia no tiene una evolución
neutra, no es posible deslindar las influencias que tienen sobre su curso los
distintos intereses en pugna en cada coyuntura. Por esa razón, no es una
ciencia exacta donde pueda considerarse alguna de las interpretaciones como la
verdad revelada. Por el contrario, da -y tiene que dar- lugar a polémicas y
debates para tratar de llegar a la mayor aproximación posible a lo
verdaderamente acontecido.
La visión de la historia propuesta en este trabajo
es, en primer lugar, crítica de gran parte de los textos conocidos hasta el
presente porque no han sabido encontrar una visión totalizadora de los procesos
desencadenados en la región. Se han acomodado a los intereses predominantes en
la sociedad o directamente los han asumido como propios. Cuál es la visión
crítica que puede tener un representante de los sectores beneficiados con el
despojo de las tierras a los selk´nam cuando se analiza ese período; o de un
miembro de la Iglesia
cuando se evalúa la imposición forzosa de una religión, costumbres y pautas de
vida extrañas y que contribuyeron al
proceso de extinción de la población autóctona.
Por otro
lado, la Historia
no puede circunscribirse a un detalle de los hechos institucionales que, en
definitiva, no son otra cosa que la manifestación más visible y superficial de
la lucha de intereses contrapuestos que siempre están presentes en la evolución
de una sociedad.
En
oportunidades, la terrible influencia que tiene el mercado mundial ha
decidido, en los últimos siglos, la suerte de regiones enteras del planeta, que
han prosperado o se arruinaron en función de la oferta y la demanda y del nivel
de los precios internacionales o se han cuestionado (o cambiado) soberanías y desatado guerras por los
beneficios que arrojó una determinada producción o recurso natural. Bolivia
perdió su salida al mar, a fines del siglo pasado, por “la guerra del salitre”
y la rentabilidad fenomenal que dejó ese mineral que pasó a manos de chilenos
(anexó parte del territorio boliviano y peruano) y británicos (que explotaron
el recurso luego de propiciar la guerra) Podría imaginarse la incursión de
europeos en nuestra región si no hubiera existido una importante demanda
mundial y buenos precios por los cueros de lobos marinos o el aceite de
ballena, por el oro o la lana de las ovejas implantadas.
En ocasiones, la orientación gubernamental puede
producir cambios que se vierten sobre toda la estructura productiva y modifican la relación de fuerzas entre los
grupos dominantes. Es el caso de la particular visión geopolítica de los
militares en el poder, que establecieron la Ley 19640 y generaron un proceso de inversiones y
afluencia de mano de obra que transformó la vida fueguina.
Tampoco puede
limitarse el análisis ante la arbitrariedad de las fronteras, cuando desde su
inicio la historia fueguina y de la región estuvo estrechamente vinculada a su
centro más desarrollado (Punta Arenas) y aún hoy ejerce una importante
influencia.
Abordar la historia del Movimiento Obrero fueguino
no puede estar exento de todos esos factores económicos, políticos y sociales
que se desencadenan a partir de las iniciativas de los grupos dominantes. Pero, en ocasiones, la
resistencia o enfrentamiento de los trabajadores con la política oficial pueden
producir cambios, desvíos de ruta y obstáculos insalvables para los que
encarnan el poder estatal.
Por otro lado, como todo sector social oprimido, los
trabajadores van generando procesos sociales, formas organizativas y conductas
de sus líderes que tienen una dinámica propia. Ese proceso histórico particular
también genera distintos intereses y
puntos de vista divergentes en la sociedad. Pero, más allá de estas
interpretaciones y posibles polémicas, los pequeños y grandes acontecimientos
que generan los trabajadores desde los socavones de las fábricas y obradores,
desde las escuelas y oficinas, merecen no sólo ser evaluados sino también que
queden documentados, para que la historia no la escriban sólo los que ganan y
que la otra historia, con sus
sacrificios y sus broncas, con sus triunfos y derrotas, con sus mártires,
traiciones y héroes anónimos, gane el espacio que merece en la posteridad.
CAPITULO I
Del campo libre
a la propiedad privada
La expansión de la economía medieval llevó a
desarrollar la navegación aceleradamente. Las primeras motivaciones europeas
para alcanzar las costas americanas apuntaron a la apertura de nuevas rutas
hacia el oriente. Luego, la exploración
de regiones desconocidas y los tesoros conquistados despertaron la fantasía de
los hombres blancos de acceder a fabulosas y rápidas fortunas, y acicatearon
la codicia de infinidad de aventureros.
Como prueba de ello, tres décadas después de la
llegada de las naves de Cristóbal Colón a tierras americanas, la expedición de
Hernando de Magallanes navegó por las
aguas del estrecho en busca de una ruta hacia las islas Molucas, famosas en la
época como centro de comercialización de las
especies, tan demandadas por los europeos.
El descubrimiento de la conexión entre los océanos
Pacífico y Atlántico, incentivó el tránsito por las aguas magallánicas y las
exploraciones de las zonas aledañas.
En 1584, Pedro Sarmiento de Gamboa funda “Nombre de
Jesús”, un efímero intento de radicar una población en la zona próxima de la
actual Punta Arenas. El trágico fracaso de este intento hizo que por varios
siglos se desistiera de concretar ese objetivo.
En 1826, Fitz Roy hace la primera incursión europea
por el canal de Beagle. En las décadas posteriores se inicia la caza de lobos marinos y ballenas. Más tarde, la
“fiebre del oro” aporta lo suyo para la instalación de los primeros
asentamientos estables de la zona magallánico -fueguina.
Militares chilenos erigen Fuerte Bulnes, en 1843, el
antecedente directo de Punta Arenas, que se fundará seis años después. Esta
localidad comienza rápidamente a prosperar y a convertirse paulatinamente en el
centro económico de la región.
Pero, el gran salto económico se produce con la
creciente demanda de lana para abastecer a la industria textil europea. Así,
comienza a experimentarse la incorporación productiva de zonas marginales para
la explotación ovina. Tras una experiencia exitosa en las islas Malvinas, toda
la zona patagónica comenzó a estar en la mira de los británicos como un terreno
apto para abastecer a sus hilanderías de hebras lanares.
Al compás de la sinfonía instrumentada en los
grandes centros económicos europeos comenzó la invasión blanca de nuestra
región. Se fundaron estancias de una extensión incomparable en el mundo, se
llenaron las pampas patagónicas de millones de ovejas y, fruto de ello, se
ejecutó un nuevo acto del genocidio americano que ya había afectado a setenta
millones de indígenas y a no menos de
veinte millones de africanos traídos al continente como mano de obra sustituta
de la población nativa exterminada.
Los nativos fueguinos desconocían el concepto de la
propiedad privada de tierras y animales importada por los europeos. En su
cosmovisión, la naturaleza estaba al servicio de todos y les resultaba
incomprensible entender el sentido de un alambrado o que alguien fuera propietario de animales. Este aporte
“cultural” europeo fue fatal para el nativo.
La práctica habitual de matar animales para su
sustento fue tomada como un desafío intolerable por los Menéndez y los Braun,
y comenzaron a ejecutar el capítulo
final de la tragedia genocida.
Con el aval y la asistencia gubernamental, dieron
comienzo a la captura de indios para enviarlos a las misiones salesianas. Otros
estancieros cotizaron orejas, pechos y cabezas
indígenas para incentivar su caza y eliminación.
Las ambiciones de los buscadores de oro fueron
antagónicas con la concepción aborigen de la libertad; los cazadores les
impusieron el trueque de cueros y pieles por alcohol y baratijas. Luego,
simplemente por balas. Los religiosos les impusieron culturas y creencias
extrañas y facilitaron su descomposición social.
Las mujeres nativas fueron víctimas de violaciones y
de la trata de hembras o inducidas a la
prostitución. El alcoholismo se convirtió en una válvula de escape de tantos
sufrimientos y ganó hasta tal punto a los nativos que, según cuentan Ricardo
Rojas y otros deportados políticos, llegaban a trocar por alcohol a sus hijas
adolescentes, que eran prostituidas salvajemente (1)
Los virus y bacterias introducidos por los blancos
hicieron el resto, los organismos de los aborígenes no estaban preparados para
recibirlos y no tuvieron tiempo para preparar defensas y anticuerpos.
Tuberculosis, tifus, sarampión, influenza, etc. dejaron diezmadas a la
población nativa fueguina. Los antibióticos llegaron demasiado tarde para
ellos.
La conquista
En 1865 se estableció el contacto marítimo regular
con Europa y a partir de esa fecha numerosas empresas internacionales se
instalaron en Punta Arenas, al sur de Chile. Esa localidad se convirtió en el
lugar obligado de aprovisionamiento de leña, agua y alimentos para los
numerosos navíos que utilizaban el único pasaje existente entre el Atlántico y
el Pacífico.
Desde Santiago se incentivó la instalación de
inmigrantes en Magallanes. Las actividades se diversificaron y multiplicaron: aprovechamiento
de las arenas auríferas, salvamento de cargas de buques náufragos, caza de
lobos marinos, extracción de cobre y carbón, explotación de madera y de
ganadería ovina, y finalmente, instalación de astilleros, bancos, casas
comerciales y frigoríficos. Toda esa
acumulación de capitales (fruto de tasas de ganancias muy altas), permitió que
la ocupación de las praderas para la explotación ganadera estuviera bien
solventada por ese proceso previo.
Punta Arenas se convirtió en un centro económico
influyente sobre toda la región. Desde allí, se gestaron las ocupaciones de las
tierras fueguinas y santacruceñas como si fueran el patio trasero de la ciudad
magallánica.
El portugués José Nogueira es quien alcanza primero
una importante fortuna. Las últimas décadas del siglo pasado, van estableciendo
los vínculos económicos y familiares entre los nuevos ricos magallánicos.
Nogueira se asocia con Elías Braun, y una de sus
hijas (Sara) será la segunda esposa del portugués. Esta sociedad fue precursora
de la Sociedad
Explotadora de Tierra del Fuego, que luego se convertiría en
la mayor propietaria de tierras de la región.
Braun se asocia también con el acaudalado
comerciante Blanchard para dedicarse al
negocio naviero. Sara Braun, al fallecer Nogueira (en 1893), heredó todas sus
posesiones.
La otra vinculación familiar se concreta entre el
hermano de Sara, Mauricio, quien se casa con Josefina, hija de José Menéndez.
“Las concentraciones se efectivizaron utilizando
todos los caminos posibles, fundamentalmente mediante testaferros. Tanto la
ubicación de los terrenos como las formas de tenencia fueron variadas. En este
último caso, reunió tierras en propiedad, arrendamiento e incluso, ocupación de
hecho. El mismo Braun reconoce la
formación de establecimientos, exclusivamente con ocupaciones de hecho,
organizados de la siguiente manera: él aporta el capital destinado a la compra
de hacienda y a la construcción de las
instalaciones, el supuesto socio figura como titular de la empresa y se encarga de la explotación, en calidad de
habilitado, situación que le permitirá, a los años, transformarse en socio.”(2)
Con esta metodología non sancta, estos grupos económicos familiares alcanzaron
extensiones inéditas de territorio en la región.
Los Braun llegan a acaparar un millón y medio de
hectáreas sólo en Santa Cruz, además de las tierras que se habían apropiado en
Chubut, Tierra del Fuego y Magallanes. En Tierra del Fuego, la acumulación de
tierras tuvo como exponentes al grupo Braun Menéndez con 815 mil hectáreas de
las cuales 245 mil eran fiscales, Bridges y Reynolds con 120 mil que incluyen a
70 mil fiscales, y José Montes con 120 mil y 70 mil fiscales (3).
“En 1920, en
la época en que se van a iniciar las huelgas de Santa Cruz, Mauricio Braun,
hijo de aquel Elías Braun, poseía en Sociedad con su hermana Sara Braun, la Sociedad Explotadora
de Tierra del Fuego que llegó a disponer de 1.376.160 hectáreas.
(En 1958, las superficies en explotación eran de 934.116 en propiedad en
Chile y 313.952 en Argentina. Las tierras
arrendadas en la Tierra
del Fuego sumaban 572.950
hectáreas. Es decir, 1.857.017, de las cuales 1.284.067
del dominio privado.) (...) Pero Mauricio Braun no sólo poseía toda esa tierra
sino mucho más. A principios de siglo ya era propietario de la Compañía Minera
Cutter Cove, de explotación del cobre; del Banco de Chile y Argentina, con
sucursales en las poblaciones de
portuarias santacruceñas: Río Gallegos, Santa Cruz y San Julián, y la
casa matriz en Punta Arenas. De ahí pasa a la propiedad de los frigoríficos de la Sociedad South American
Export Syndicate Ltda., con planta en Río Seco, Punta Arenas y luego en Puerto
Deseado y Río Grande, en la
Argentina, y los de Puerto Sara, Puerto Bories y Puerto
Natales, en Chile. Funda además la compañía de seguros La Austral, y participa de la
compañía telefónica de San Julián, la compañía de electricidad de Punta Arenas
y la usina eléctrica de Puerto Santa Cruz. Aparte poseía la curtiduría La Magallanes, fábrica de
calzados y la
Sociedad Explotadora de Lavaderos de Oro” (5).
Resistencia aborigen
El proceso avasallante de acaparamiento de tierras
vírgenes fue acorralando a los onas hacia las zonas boscosas y montañosas,
rompiendo con su tradicional método de subsistencia y organización territorial.
El antropólogo José María Borrero señala en ese
sentido: “Los selk´nam, por el modo de vida que tenían, básicamente necesitaban
espacio. Si no lo tenían, era imposible para ellos llevar adelante su modelo de
organización social. Cuando empiezan a quedar recluidos, sin espacio, cuando
las estancias están ocupando la mayor parte del espacio que ellos previamente
usaban para cazar, empiezan a superponerse los territorios de caza de distintos
grupos indígenas y empiezan a pelearse entre sí. Es una reacción ante su restricción
espacial. Se combina terriblemente la
acción de los patógenos externos, la quita del espacio y la guerra interna, que
termina siendo lo que corona el proceso de desintegración cultural,
primeramente, después, prácticamente la eliminación física” (4).
En este cuadro de situación y con desventajas
abismales los nativos trataron de resistir dentro de las posibilidades que
tenían.
“Los ovejeros tenían orden de ahuyentarlos hacia el
interior, pero éstos (los selk´nam) insistieron en su lucha por posesionarse de
los animales, lo que hacían en las noches, amparados por la oscuridad” (7).
El autor relata los sucesos posteriores, en la
última década del siglo pasado “se fueron acorralando a los onas tierra
adentro. Los cuidadores de los intereses de la firma formaron turnos de
vigilancia con para impedir que el ganado fuera robado; pero todo esfuerzo por
mantener libre de indios la zona, fue en vano. Los mil quinientos aborígenes
que poblaban la isla arremetían contra los rebaños en grupos que en ocasión
llegaban al centenar, originándose una lucha crucial entre ambos grupos” (7).
El gobierno chileno fue precursor en alentar el
asentamiento de explotaciones agropecuarias en el extremo sur de su territorio.
En 1893, la
Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego se benefició con una
concesión de más de un millón de hectáreas, copando prácticamente la totalidad
de las tierras aptas en el vecino país. “La lucha entre hacendados y fueguinos
llegó a un punto crucial. Muchos onas emigran al lado argentino sur, donde todavía
el gobierno argentino no entregaba las tierras... Pero la lucha era inútil. El
fueguino acorralado en las cordilleras con fríos y nieves, tenía que subsistir;
el hambre los acorralaba; la caza del guanaco les era vedada; así es que su
única solución era burlar la vigilancia y robar” (7).
La resistencia duró poco. La dramática confrontación
de dos sociedades desproporcionadamente desarrolladas eliminó al más débil y
una nueva conquista se consumó.
Luego, los
pocos sobrevivientes de ese “encontronazo” de dos mundos pasaron a ser
asimilados como peones rurales y participaron activamente de las movilizaciones
que se llevarían a cabo en los comienzos de la década del veinte, en forma
coincidente con las luchas obreras de Punta Arenas, Puerto Natales y Santa Cruz.
Grandes y medianas estancias
Luego del aniquilamiento aborigen, la explotación
agropecuaria se fue expandiendo hacia zonas hasta ese entonces marginales
dentro de la isla, incorporándose en forma precaria el aprovechamiento del
bosque fueguino. En 1905, la cantidad de cabezas ovinas alcanza el millón y
medio. Por otro lado, la evolución de la calidad y los rindes se manifiesta en
la incorporación de la raza Lincoln (que ofrecía vellones de hasta seis kilos)
y Corriedale (que aportaba al doble propósito de obtener buenos rendimientos en
carne y lana) ya en la primera década de éste siglo.
La modalidad productiva regional generaba tasas de
ganancias notables pero no incentivaba la necesidad de atraer a la zona grandes
contingentes humanos. “Debe notarse, a los efectos pobladores, que la cría de
la oveja no exige una planta funcional humana muy numerosa, salvo en época de
esquila. De ahí que el esfuerzo colonizador
fuera sobrellevado por pocos, y una vez saturadas las necesidades
ganaderas, industriales y comerciales de las estancias, sobrevinieron períodos
de estancamiento poblador, transitoriamente modificados por afluencia de peones golondrina, atraídos
por la esquilada” (3).
La expansión de la explotación ovina y los buenos
resultados obtenidos en la comercialización exterior produjeron una rápida
acumulación primitiva de capital que fue generando la necesidad de inversiones
aleatorias que canalizaran esos recursos económicos.
Así, José Menéndez instaló la Grasería y Fábrica de
Conservas (1906) con un costo de cincuenta mil libras esterlinas y faenaba diariamente unos mil quinientos
animales (6). Luego, los Menéndez Behety habilitan el Frigorífico de Río Grande
(1916) que llegó a concentrar hasta
ochocientos operarios en sus momentos de apogeo donde se procesaban carnes
ovinas, producían conservas, extracto de carne y se curtían cueros. En 1918, se
concretó la primera exportación de carne congelada hacia Inglaterra.
La mano de obra debía contratarse en Buenos Aires o
en Punta Arenas, a los interesados debían ofrecerles condiciones de trabajo y
sueldos atractivos para tentarlos a aventurarse en lugares tan inhóspitos.
“El personal, ya sea peones, capataces o empleados,
está alojado en confortables casas -habitación (...) Se han terminado en este
año 1920, dos grandes y espaciosas casas destinadas una para alojamiento de
peones (capacidad 200 hombres) y otra con destino exclusivo a comedores y
cocina para 400 hombres, contando este edificio con una excelente panadería,
servicios de drenaje, dormitorios para cocineros y mozos, estando sus pisos
construidos de cemento armado e iluminado con luz eléctrica, y puede
considerarse una construcción modelo en su género” (8).
Por otro lado, el magnetismo de la prosperidad fue
impulsando a nuevos contingentes de ganaderos que hicieron avanzar la frontera
agropecuaria hacia el interior fueguino. Así, se incorporaron los medianos y
pequeños estancieros que ocuparon tierras vírgenes a partir de diversas normas
que lo consintieron en forma casi irrestricta.
La región fue ocupada “por gente que ha nacido para
obedecer y otros que se han hecho ricos porque son fuertes por naturaleza. Y
allá, fuerte quiere decir casi siempre inescrupuloso. Pero es que tienen que
ser así: la Patagonia
es tierra de hombres fuertes. Allí la bondad es signo de debilidad. Y a los
débiles los devora el viento, el alcohol o los otros hombres. Esos blancos que
han ido a conquistar la
Patagonia, así, con todos sus defectos, son pioneros. Allá
llegaron, allá organizaron, se plantaron y allá comenzaron a cosechar la
riqueza con el cucharón de la abundancia. El que se queda y aguanta y además no
es flojo de sentimientos, se enriquece. Sin ayuda de nadie. Y por eso creen ser
dueños de toda la región. ¡Guay de los que
quieran quitarles lo que es suyo, lo que conquistaron luchando contra la
naturaleza, la distancia, la soledad!” (5).
FUENTES:
(1) Ushuaia 1984 -1994, Segunda Parte, Historia
inicial. Los asentamientos indígenas. Luis Orquera y Ernesto Piana.
(2) Elsa Mabel Barbería. Los dueños de la Patagonia Austral.
Todo es Historia, Nº 318, enero 1994.
(3) Expediente de Tierras 7018, citado por Juan
Belza en su libro En la Isla
del Fuego.
(4) Entrevista marzo de 1997.
(5)
Osvaldo Bayer. Los vengadores de la Patagonia Trágica.
(6)
Memoria de 1910 de Fernández
Valdez y Francisco Cubas.
(7) José Perich Slater. Extinción indígena en la
Patagonia.
(8) El Frigorífico de Río Grande. Revista Argentina
Austral, Nº 433. Juan Rodolfo Raca.
CAPITULO II
Los primeros intentos
Inmigrantes insumisos
La influencia alcanzada por Punta Arenas no tuvo
sólo manifestaciones en el orden económico. También produjo una fenomenal
influencia en la incipiente organización obrera y en las primeras expresiones
de rebeldía y descontento de los asalariados.
La zona
magallánica chilena recibió una afluencia notable de inmigrantes de origen
europeo. Este continente, a fines del siglo pasado, vivía una inestabilidad
política constante, conflictos de nacionalidad oprimida y confrontaciones
sociales diversas. Además, las ideologías que tenían como sujeto social al
movimiento obrero estaban en un constante crecimiento y generaban debates y
polémicas permanentes. Así, surgieron y se difundieron el anarquismo, el
marxismo, la socialdemocracia y el comunismo.
Como reflejo de ese intenso proceso social, los
inmigrantes, además de sus escasas pertenencias, transportaban muchas de esas
concepciones hacia sus nuevos destinos americanos.
El mutualismo fue una de las primeras
manifestaciones del influjo europeo en la zona magallánica. En 1893, surge en
Punta Arenas la primera entidad mutual que agrupó a los inmigrantes de origen
portugués. Dos años después, se nuclearon los españoles e italianos.
Luego, continuaron asociándose austríacos,
franceses, alemanes, británicos, croatas, suizos y árabes (1).
Las mutuales también adoptaron un carácter de
incipiente organización gremial, dado que permitió la creación de entidades que
agruparon a carpinteros (1904), empleados de comercio, fogoneros y marineros
(entre 1909 y 1914) (1).
Casi simultáneamente a los comienzos de la vida
gremial reivindicativa en las grandes ciudades argentinas se dieron los
primeros pasos en la zona magallánica. El historiador Marcelo Segall no dudó en
calificarlo como “el más importante proceso de lucha social de América Latina”.
El 7 de abril de 1896 ya se produjo una huelga,
“cuando los obreros que se dedicaban a la construcción de lanchas cisternas
iniciaron un movimiento de tres o cuatro días solicitando un incremento de sus
salarios de sus abonos diarios” (2).
El 27 de diciembre de 1896 se crea la Sociedad Obrera y
tres meses después se convierte en Unión Obrera., que como muestra de su
espíritu internacionalista obrero celebra el 1º de mayo de 1897 “a sólo 11 años
de la tragedia de Chicago, con asistencia de gran número de sus miembros y
algunos invitados” (3).
En diciembre de 1897 surge “El Obrero” que fue
editado como “órgano de la
Unión Obrera y defensor de los intereses de la Clase Trabajadora”.
Este periódico a partir del número 10 se transforma en el “órgano del Partido
Socialista de Punta Arenas”.
Luego, surgen organizaciones que van a tender a
agrupar a los distintos oficios existentes en la ciudad, a los albañiles
(1902), panaderos (1905), metalúrgicos (1905) y empleados de comercio.
El siguiente paso es el de organizar al conjunto de
los trabajadores. Así surge el Centro Social Unión Internacional de Obreros y
Trabajadores (1909). En 1911, se implantan las bases de la legendaria
Federación Obrera de Magallanes (FOM) y aparecía su órgano gráfico “El
Trabajador”. También nace el “Centro de Resistencia Oficios Varios”, con
posturas mucho más radicalizadas y
llamando permanentemente al levantamiento general del pueblo (2).
De este modo describen algunas de sus primeras
actividades: “Se inició una activa propaganda de organización en las diversas
regiones de Patagonia y Tierra del Fuego, captándose gran cantidad de socios
por el malestar existente debido a las condiciones deplorables en que vivían
los trabajadores” (2).
“Tomemos al azar una de las estancias para
detenernos a ver las condiciones en que viven sus trabajadores; Bahía Inútil de
la Sociedad
Explotadora, por ejemplo, en la isla de Tierra del Fuego.
Las habitaciones que esta estancia destina a sus
trabajadores son los establos en que guardan los caballos durante el invierno;
Son ellas sucias, mal olientes, llenas de estiércol, sin forro por dentro y llenas de aberturas
por donde se cuela el viento portador de bronquitis, pulmonías, constipados y
otras enfermedades derivadas del cambio brusco de aire; El patio que rodea
estas habitaciones, si es que pueda dárseles tal nombre, está llano de lodo,
estiércol y desperdicios de comida, que fermentan con los calores del verano haciendo en los
días de calma, una atmósfera asfixiante
difícil de respirar. (...) El trato que dan a los trabajadores los capataces y
demás empleados superiores es autoritario, humillante, sobre todo para los
chilenos a quienes quieren afrentar llamándoles chilotes, esto es, según ellos,
indios; No hay en ellos el tono del jefe que manda sino del amo que ordena y a
quien hay que obedecer sin replicar...” (4).
También la organización obrera tuvo particularidades
interesantes. Según un informe publicado en un diario de Santiago, La FOM organizativamente estaba
dividida en cinco zonas; En cada una de ellas se nombraba un inspector viajero
y en cada estancia un delegado obrero. Los delegados eran elegidos por los
trabajadores y percibían un sueldo de la entidad gremial. Tenían como misión
hacer cumplir los contratos colectivos de trabajo por parte de los patrones y
obreros. Los delegados eran elegidos de entre los más preparados, cultos y de
más recto comportamiento. Debían fiscalizar que no se despidieran asalariados,
que tuvieran comida, alojamiento, etc. En tanto, los inspectores viajeros
vigilan la conducta de los delegados en las estancias y dan cuenta a la FOM de las irregularidades que
observen tanto obreros como patrones (2).
Las primeras huelgas magallánicas
En la segunda década de este siglo, comienza a
agitarse el campo gremial a partir de un inusitado crecimiento de los precios
de los artículos de primera necesidad. En febrero de 1912, se lleva a cabo una
concentración de protesta en cuya
proclama se sostiene que “La burguesía nos sitia por hambre, mientras ella derrocha
nuestro sudor en suntuosos festines. Es preferible a rendir la vida por la
miseria, morir combatiendo a nuestros esplotadores (sic) capitalistas y a nuestros tiranos los
gobernantes...”
A pesar de que la Federación Obrera
no concurrió al acto, distintos sectores de trabajadores se congregaron y
decidieron la convocatoria a una huelga general. Cuatro días después ya el paro
era casi total.
La detención de algunos trabajadores exaltó mucho
más los ánimos y movieron a la
Federación a ponerse a la cabeza del movimiento. Luego de
siete días de agitación se logra la fijación de precios máximos y concluye la
huelga.
A fin de ese año, comienza a gestarse una huelga
entre los peones rurales, que tiene su primer acto en San Gregorio, luego se
extiende a la estancia Meric y a otros establecimientos.
La necesidad de difundir el movimiento huelguístico
llevó a un grupo de delegados a dirigirse hacia Tierra del Fuego.
“Desafiando el mal tiempo que reinaba esa noche,
lograron poner pie en la playa de Porvenir en las primeras horas de la mañana
del lunes (12 de diciembre), siguiendo luego viaje unos para Río del Oro, San
Sebastián y Bahía Inútil llevando instrucciones para comunicarnos a los
asociados de las estancias y las demás de la Tierra del Fuego chilena y argentina” (4).
Unos días después la huelga es general y hasta el
propio monseñor Fagnano intercede ante los dirigentes gremiales para que
recapaciten porque “la gente deseaba trabajar”. La respuesta gremial fue que
estaba “desinformado” y lo instaron a que hable ante la concurrencia. Luego “de
dos horas de hablar con los huelguistas tuvo que retirarse con la convicción de
que no volverían tan fácilmente al trabajo, mientras no se accediera a lo que
habían pedido” (4).
La admisión por parte de los Braun de las demandas
obreras allanó a la solución del conflicto y al fin de la huelga.
En 1915, con el inicio del año se desenvuelve otro
proceso huelguístico con centro de irradiación en Puerto Bories. El gremio de
los carniceros reaccionó airadamente ante el intento patronal de suplantar a
algunos de ellos por otros traídos de Buenos Aires. La imposición de
modalidades de trabajo no aceptadas por los obreros, llevó a que dos de ellos
fueran detenidos y trasladados a Punta Arenas. Luego se sumarían otros
detenidos.
La reacción popular fue impactante y en una
movilización participaron unas tres mil personas exigiendo la liberación de los
trabajadores. Al ceder los gobernantes a los reclamos populares, el proceso
huelguístico se frenó.
Un gran triunfo
A mediados de 1916, se reactiva nuevamente el
movimiento gremial. En julio, se declara la huelga en la mina Loreto, por la
falta de pago puntual de los salarios obreros.
Luego de veinte días de lucha se arriba a la firma de un convenio que
satisface las demandas de los trabajadores; además del compromiso de pago del 1
al 3 de cada mes, obtienen un aumento salarial del 15%.
Este triunfo de los mineros comienza a incentivar
los reclamos de obreros de otros gremios. Así, se desatan conflictos gremiales
en los electricistas y los carreros.
El 1º de diciembre, la FOM difunde un documento que
genera inquietud entre los empresarios de toda la Patagonia y Tierra del
Fuego:
“Tened bien entendido, trabajadores, que en esta
lucha, a la cual debéis aportar todo vuestro entusiasmo, toda vuestra fe, toda
vuestra energía, se decidirá la suerte de los trabajadores del Territorio (...) Los ganaderos tienen ya
vendidos de antemano sus productos
(lanas y carnes) a los mercados europeos, y si vosotros
esquiladores y trabajadores les negáis vuestro
trabajo ellos perderán sus ganancias. Esperamos que cada obrero
sabrá cumplir con su deber” (5).
El movimiento huelguístico se extendió rápidamente,
lo que demostraba el grado de insatisfacción de los trabajadores. Se inició en todas las estancias de la costa y centro de la Patagonia, hasta Laguna
Blanca.
Tres días después, estaba paralizada toda la región
de Ultima Esperanza, que se concentró en Natales. Los patagónicos marcharon
hacia Punta Arenas. “Las estancias de la Tierra del Fuego chilena y argentina están de
paro, los trabajadores se encuentran en Porvenir y otros han venido ya en los
vaporcitos que han pasado por allí. Este movimiento de suspensión de trabajo ha
sido simultáneo en toda la región y se ha llevado a cabo con el mayor orden y
respeto a las autoridades y patrones”
(6).
Una de las cuestiones que más indignaba a los
trabajadores era que “el más grande de los ganaderos, don Mauricio Braun, ha
encarecido la vida en general de la población en un 40%” (7).
En el transcurso del prolongado conflicto los trabajadores tuvieron que enfrentar a
rompehuelgas traídos por los Braun desde Buenos Aires y la intimidación ejercida por los efectivos
uniformados que, además de reforzarse con tropas de otros lugares y asociarse
con sus colegas argentinos para enfrentar el movimiento, se instalaron en las
estancias para “resguardar el orden”.
Por otro lado, también se movilizaron las mujeres de
los trabajadores con sus hijos en
diversas ocasiones.
La huelga se prolongó hasta el 18 de enero, donde se
alcanza un acuerdo que se formaliza a través de un convenio colectivo de
trabajo y signa uno de los primeros grandes triunfos de las luchas obreras de
la región.
Primeros enfrentamientos
La carestía de la vida generó otro proceso de luchas
obreras en 1918. En diciembre se suceden conflictos en el frigorífico de Puerto
Natales, por aumento de salarios y mejores condiciones de trabajo, y en el
gremio de Gente de Mar y Playa en Punta Arenas.
Estos conflictos generarían la agitación suficiente
para que la FOM
promueva una campaña por la conquista de las ocho horas de trabajo. En ese
marco, se produce un allanamiento a la sede gremial y son detenidos tres de sus
dirigentes, lo que acrecienta el clima de tensión.
Uno de los actos gremiales fue reprimido por
efectivos de Carabineros y de la
Marina, que produjo la muerte del obrero Daniel Avendaño y
otros siete heridos de gravedad.
Esto agravó mucho más la situación y obligó a las
autoridades a negociar con los gremialistas. Para allanar el camino, se liberó
a los detenidos y el 1º de enero se llegó a la firma del convenio que puso fin
al conflicto.
La comuna de Puerto Natales
En enero de 1919, ocurre uno de los primeros
enfrentamientos con un alto grado de
resistencia de parte de los obreros a la represión policial. Los trabajadores
movilizados no sólo doblegan a los uniformados, sino que ocupan la ciudad de
Puerto Natales.
A seis kilómetros de esa localidad se encuentra
Puerto Bories, donde su frigorífico (propiedad de la Sociedad Explotadora
de Tierra del Fuego) se convierte a partir de su creación (1914) en la más
dinámica industria de la zona.
En diciembre del 18 se decretó la huelga general en
el establecimiento en demanda de incremento de los salarios del alrededor de un
millar de obreros ocupados allí. Finalmente, se llegó a un acuerdo, pero la
situación conflictiva no varió.
El 20 de enero, a partir de un reclamo de los
maquinistas ferroviarios, se plegaron todos los trabajadores, quienes se
reunieron en una asamblea masiva y aprobaron sus reivindicaciones: ocho horas
de trabajo y reincorporación de veinte carpinteros que habían sido cesanteados
tiempo atrás; Además, estipularon un plazo de 24 horas para una respuesta de la
patronal.
Cuando los propietarios accedieron al reclamo, la
asamblea obrera incorporó otras demandas adicionales: abaratamiento de los
artículos de primera necesidad y de los alquileres.
En medio de los debates, se llegó a proponer el
incendio de la sede de la empresa Braun y Blanchard, si no se recibía una
respuesta definitiva en 24 horas. Ante semejante grado de presión, el
representante de los empresarios acepta el total de los reclamos obreros.
Se acuerda una rebaja del 30% de los productos de
consumo y del 40% en fletes y pasajes, entre otros puntos. Así, tres días después finaliza el conflicto
en el Frigorífico Natales.
Pero, en Puerto Bories, la situación se agrava. Una disputa entre un trabajador que reclamaba
por el pago de su trabajo de pintura y el administrador inglés que se negaba a
hacerlo, derivó en un tiroteo con el ejecutivo herido de gravedad.
El enfrentamiento duró seis horas y se fueron
incorporando carabineros y el resto de los obreros. El resultado: 4 obreros y 4
carabineros muertos, y 21 heridos.
Cuando se enteran en Natales, los obreros abandonan
sus tareas y van en busca de armas para cobrar venganza por la sangre obrera
derramada.
Asaltaron la casa Braun y Blanchard para proveerse
de armas, incautarse de todos los víveres existentes y después incendiarla.
Idéntica acción se desencadenó contra el cuartel de Policía y el Juzgado.
En una asamblea posterior, los trabajadores se
reunieron en el local de la Federación Obrera, donde se acercó la Cruz Roja con una nota
del subdelegado que ofrecía a la entidad hacerse cargo de la vigilancia de la
ciudad para restablecer el orden. La respuesta de los obreros fue que debían
previamente ser encarcelados todos los carabineros.
Los carabineros y la infantería de marina van
ocupando posiciones en la ciudad y unos días más tarde, arriba el juez y ordena
la detención de 22 protagonistas de los sucesos.
La escalada de conflictos hizo que las autoridades
vivieran los hechos con un alarmismo inusual. El gobernador de Punta Arenas
remitió a la Gobernación
santacruceña un alerta: “Después de incendiar el establecimiento de Bories y media
población de Natales, un ejército de 500 obreros armados y en actitud
revolucionaria, se dirigían hacia las fronteras argentinas, camino de Gallegos,
con el exclusivo objeto de llevar a cabo una revolución social en el expresado
pueblo de Gallegos” (8).
Este hecho y otros similares, pusieron en evidencia
la estrecha colaboración existente entre las autoridades a ambos lados de la
cordillera con el fin de enfrentar los reclamos y movilizaciones obreras.
Estos acontecimientos merecieron la siguiente reflexión
del historiador chileno Luis Vitale: “los sucesos de Puerto Natales merecen
especial consideración, porque los trabajadores, por primera vez en el siglo
XX, fueron capaces de tomar el poder local durante varios días”.
La masacre en la Federación Obrera
Las convulsiones sociales, a pesar del desenlace del
proceso anterior, se prolongaron hasta los primeros años de la siguiente
década. En 1920 se suceden conflictos en el gremio de mar y playa, mineros
y en la isla Dawson.
La nueva oleada huelguística despertó la reacción de
los poderosos, quienes aprovecharon un posible conflicto chileno - peruano para
volcar el patrioterismo en contra de los reclamos obreros.
Esta polarización social generó intranquilidad entre
los sindicalistas, quienes comenzaron a custodiar la sede de la FOM en prevención de posibles
ataques reaccionarios.
El 25 de julio los empresarios, funcionarios civiles
y militares y sectores patrioteros organizaron un acto donde en los discursos
se incentivó el odio a las
movilizaciones de los trabajadores. Sus referentes señalaron en sus
discursos conceptos como: “quieren el comunismo anárquico (...) Que en Chile
estas ideas no hacen base y que hoy como ayer, si el caso llegare, tanto el
pueblo como las instituciones armadas demostrarán una vez más el lema de Chile:
Vencer o Morir”.
Dos días después, la polarización se traducía en un
operativo cívico militar contra la entidad más representativa del Movimiento
Obrero magallánico.
En horas de la madrugada, un numeroso piquete de
policías, militares y civiles, algunos de ellos autodenominados guardias
blancos, atacaron la sede sindical para
arrasar con vidas y bienes. Según testimonios recogidos por Vega Delgado se
trataba de unas sesenta personas que desataban toda su furia contra ese
legendario símbolo de la lucha obrera.
Entre los objetivos del grupo estaba la destrucción
de la imprenta obrera, que durante años permitió la comunicación, la
concientización y la organización de diversos sectores obreros de la región.
No sólo se estableció una “zona liberada” en las
inmediaciones de la sede de la FOM,
sino que además se cortó el agua para impedir que se combata el incendio
desatado. Efectivos policiales perfectamente identificados obstaculizaron el
accionar de los bomberos que acudieron al lugar y se los intimidó para retocar
el informe escrito. Por otro lado, también se cuestionó la cobertura
periodística del diario El Magallanes, que durante cuatro días silenció estos
trágicos sucesos.
El único periódico que informó sobre éste atentado
fue The Magellan Times, que hizo la siguiente descripción:
“El lunes en la mañana, un poco antes de las tres de
la madrugada, la ciudad entera fue alarmada por el estallido de descargas de
rifle. Esto continuó en ráfagas y disparos por más de media hora, cuando el edificio
de la Federación
Obrera fue visto en llamas. El fuego se extendió rápidamente
y para cuando la alarma de incendio fue dada, otra media hora después, el
vecindario completo estaba iluminado como un mediodía.
El daño causado fue la más completa destrucción del
local de la
Federación Obrera, la sala del cinematógrafo, la imprenta y
tres casas contiguas. (...)
Parece que un gran cuerpo de hombres enmascarados
atacó el local de la
Federación con la idea de destruir la imprenta, a causa de
los artículos anárquicos y anti -patrióticos recientemente publicados en su
periódico quincenal “El Trabajo”.
Los trabajadores, que probablemente estaban
esperando el ataque, tenían una guardia armada de unos veinte hombres,
preparados para recibir el asalto y la resistencia fue tan desesperada que la
guardia sólo fue reducida cuando el edificio estalló en llamas. (..)
Tres cadáveres carbonizados fueron recobrados de las
ruinas, uno de los cuales fue identificado como Juan Enríquez, de nacionalidad
española, los otros dos, tanto como el cadáver de otro hombre que fue hallado,
no han sido identificados. No se ha descubierto quienes y cuantos fueron los
baleados, pero en la Cruz
Roja se consigna que fueron atendidos catorce obreros.
Temprano en la tarde se produjo un ataque al taller
de impresión del periódico “El Socialista”, que también es publicado
quincenalmente y la máquina e instalaciones fueron destruidas.
A la mañana siguiente fue declarada una huelga
general, pero todos los intentos por realizar una reunión pública, por parte de
los huelguistas, fueron impedidos por la policía y patrullas de policía montada y carabineros que no permitieron que
ninguna manifestación tuviera lugar.
Durante la noche numerosas patrullas, armadas “hasta
los dientes”, protegieron la ciudad de cualquier ataque que pudiese ser
organizado por el sindicato, en revancha, aunque se cree que la mayoría de los
líderes están arrestados. Todo establecimiento industrial, incluyendo los
talleres de impresión de periódicos, fueron cerrados y lo mismo ha ocurrido de
nuevo hoy día, con la excepción de nuestro taller que parece haber sido
vigilado. Tenemos la impresión que las cosas se calmarán dentro de uno o dos
días y que los trabajadores volverán a sus labores” (9).
La reacción obrera no se hizo esperar. Una
movilización de unas 400 personas expresaron su repudio a la barbarie. Pero
mientras los trabajadores buscaban organizar la protesta, la policía buscaba
completar la tarea de los agresores intentando detener a los principales
dirigentes obreros, que se encontraban prófugos.
Este operativo generó una oleada de persecuciones
contra el movimiento gremial; Por ejemplo, en una mina de la Compañía Menéndez
Behety se intimidó a los obreros que paralizaron sus actividades, a ser
expulsados si no cesaban en la medida. Luego, la patronal convocó a la policía
y con una “lista negra” en la mano, el capataz general indicó las habitaciones
de cada uno de los trabajadores que no eran de su agrado para que sean
retirados del lugar. Muchos obreros huyeron hacia el monte, expuestos a una
nevada, para evitar que la “caza de brujas” se descargase sobre ellos.
Esta tragedia tuvo una investigación inconsistente
de parte de la Justicia. En
setiembre de 1921 el proceso fue cerrado por el procurador fiscal.
El veredicto popular apuntaba a la cúpula policial y
militar de la región como los responsables materiales de los crímenes y a los
grandes empresarios como los inspiradores de esa barbarie.
Con posterioridad a esos trágicos hechos se
sucedieron otros similares nunca esclarecidos. Se sucedieron varios crímenes de
obreros y algunos casos de desaparecidos, todos rodeados de un manto de
misterio y complicidad por parte de los funcionarios policiales y judiciales.
Estos hechos tenían el evidente propósito de
aplastar al heroico sindicalismo magallánico y generar pánico con semejante
accionar terrorista.
FUENTES:
(1) Mateo Martinic B. “Magallanes de
Antaño”.
(2) Carlos Vega Delgado, “La masacre en la Federación Obrera
de Magallanes”.
(3) Crónica de El Magallanes del 6-5-1897, citado por Carlos Vega Delgado, en
su libro.
(4) Iriarte Gregorio, “La organización obrera en Magallanes”.
(5) El Magallanes 2-12-16. Citado por Vega Delgado, op. cit.
(6) El Magallanes, 5-12-16. Citado por Vega Delgado, op. cit.
(7) El Magallanes, 7-12-16. Citado por Vega Delgado, op. cit.
(8) Periódico El Trabajo, 2-3-19. Citado por Vega Delgado, op. cit.
(9) The Magellan Times, 28-7-20. Citado por Vega Delgado, op. cit.
CAPITULO III
La peonada rebelde
Prosperidad para pocos
El extremo sur del continente vivió un proceso
influenciado en gran medida por el dinamismo de la organización obrera
magallánica.
El
desarrollo económico de Punta Arenas la convirtió en un polo influyente en toda
la región. En esa ciudad se establecieron las casas matrices de los principales
estancieros y comerciantes; la actividad portuaria se diversificó y creció
a paso redoblado; las primeras instituciones financieras regionales surgieron
en esa plaza; casi simultáneamente con las ciudades más progresistas de
Latinoamérica se difunden los servicios domiciliarios de electricidad, agua
potable, telefonía, etc.
La
prosperidad se fundamentó esencialmente en la explotación del ganado lanar para
abastecer al ávido mercado mundial. Esa actividad generaba utilidades notables,
y ese motor capitalista se tradujo en una desesperada ocupación de los espacios
por parte de los precursores.
Desde
el centro a la periferia, desde “La
Perla del Sur” hacia los campos fueguinos y santacruceños,
todo obstáculo fue derribado al paso de la obsesión por acaparar tierras. Los
primeros ganaderos se convirtieron en los terratenientes con mayores posesiones
de América.
Ellos
llegaron antes que las instituciones estatales. Por esa razón, primero,
impusieron “su ley” y, luego, plantearon condiciones inflexibles a los débiles
exponentes del poder central. Los delegados estatales poco a poco se fueron
convirtiendo en sus aliados, amigos y socios. Uno de los ejemplos más
destacados es el del gobernador Edelmiro Correa Falcón, quien al mismo tiempo
fue nombrado secretario de la
Sociedad Rural de Río Gallegos.
Cómo
si todo esto fuese poco, su poderío se extendió hacia Buenos Aires, donde
trasladaron más tarde sus casas matrices, y encontraron una “receptividad”
especial en su juego de influencias, presiones y lobbies para legalizar sus
posesiones, preservar sus negocios y mantener un dominio inexpugnable en la
región patagónica -magallánica.
“En
Buenos Aires nadie conoce bien el Territorio, a excepción de los Menéndez
Behety que lo explotan. En la gente de gobierno y en los particulares existe un
desconocimiento completo de la vida de Santa Cruz. Se sabe que el Territorio
produce lana y nada más (...) El manipuleo y demás no ha llamado la
atención del Gobierno, encantados sus
hombres con saber que salen de Santa Cruz muchos millones de kilogramos de
lana, vendida en Europa a precio de oro.
“Las
estancias, tributarias en su casi totalidad de los Menéndez Behety, están
organizadas en sociedades anónimas. Ninguna de ellas cumple con la ley.
“Como
jamás pasó por allí un inspector de justicia, se comprende cuán poco es el
temor de la ley misma. Para los
estancieros de Santa Cruz no existe, por lo tanto, otra ley que la que les
marca su propio interés (...) El contrabando
de mercaderías generales asume también proporciones increíbles. Se introduce y
se exporta clandestinamente, al amparo de la falta absoluta de vigilancia y
también de la misma “complicidad de la Policía del Territorio”, a la cual hasta hace
pocos meses le estaba confiada la misión aduanera.
“En
el Juzgado de Letras de Río Gallegos
existen numerosos expedientes, originados en denuncias graves contra las
principales sociedades anónimas. No escapa al número de las acusadas de defraudación al Fisco la empresa de los Menéndez Behety,
(...) la “Sara Braun” y otras, están igualmente acusadas de defraudación y
comprobados completamente los hechos denunciados.
“Si
me he detenido en estos breves detalles sobre los contrabandos y la forma cómo
proceden las sociedades anónimas de Santa Cruz, ha sido simplemente para que
resalté la equivocación del gobierno al prestar a los que en realidad son “los
verdaderos bandoleros del Sur” su apoyo moral y material, que permitió las
“masacres” humanas de 1921, recuerdo que horroriza cada día más” (1).
En
el marco de semejante grado de desproporción de fuerzas se producen los
primeros intentos de organización gremial y
concreción de medidas de acción directa en pos de mejorar las
condiciones de vida extremas de los peones rurales y del resto de los
trabajadores de la región.
“Con
ese contrato (laboral) y con su exacta aplicación se ha dado lugar a que treinta y cinco
hombres, que habían trabajado once horas en las cámaras frías a muchos grados
bajo cero el día cinco del corriente mes, se negaran rendidos de cansancio y
agobiados por la fatiga, a reanudar sus penosas tareas a las doce de la noche
del mismo día, y a que el gerente, autoritario y brutal, los despidiera
conjuntamente con otros cuarenta, que no quisieron substituirlos.
“Si
a esta forma inicua y desconcertante de despedir a los infelices operarios se
añade el descuento de ciento noventa pesos de sus haberes del único mes
trabajado, (...) no hay que hacer grandes esfuerzos de imaginación para darse
cuenta exacta de la situación angustiosa en que estos desgraciados quedaron
(...) Añádase, para mayor ignominia, que hasta el desayuno se les negó ese día,
y el cuadro trágico se completa con el espectro del hambre.” (1).
Para
intentar superar tantos obstáculos y ofrecer resistencia a un poder casi
absoluto, los trabajadores se dotaron de una dirigencia que predicaba
mayoritariamente el ideario anarquista y que, basada en sus férreos principios
y combatividad, afrontaba con un apasionamiento y una voluntad de sacrificio
verdaderamente asombrosos esas dificultades.
En
muchas ocasiones impusieron convenios colectivos a los estancieros y
empresarios que significaron un avance notable en el mejoramiento de las
condiciones de vida de los obreros.
Los
triunfos sindicales fortalecieron a la organización obrera hasta un punto
intolerable para los estancieros. Para recuperar el poder absoluto, masacrar a mil quinientos
obreros fue sólo una anécdota para los dueños de la región.
Los primeros pasos
En
1910 fue fundada la
Federación Obrera de Río Gallegos. El primer movimiento
huelguístico se produjo en la estancia “Mata Grande”, de Guillermo Patterson.
El 15 de noviembre de 1914 llega el español Fernando Solano Palacios a la
estancia inglesa como delegado de la Federación Obrera
de Río Gallegos. Va hasta allí por las reiteradas denuncias y protestas de los
hombres de campo.
El
dirigente se presenta a Patterson y exige lo siguiente: los obreros rurales no
deberán pagar más la comida, el patrón no deberá cobrar los peines y cortantes
que se destruyen durante la esquila, y el pago del médico será voluntario. Además
exige para los carreros la suma de 85 pesos y la comida... Los esquiladores
deberán tener la comida libre” (1).
El
estanciero no solo rechaza la petición sino que trata de echar al dirigente de la FORG. Palacios se
resiste a retirarse, se aloja con los peones y el día siguiente se declara la huelga. Pero la Justicia actúa ante el
pedido patronal y detiene y procesa a los sindicalistas. Palacios es condenado
a un año de cárcel por propiciar la primera huelga de la región.
Ante
la detención, el paro se extendió a todas las estancias de los alrededores de
San Julián. “Las peonadas habían bajado hasta el puerto y allí se pasaban
haraganeando a la espera que los patrones revienten y tengan que llamarlos
porque se estaba en plena época de esquila” (1).
Los
estancieros contrataron esquiladores en Buenos Aires para sustituir a los
huelguistas, pero al llegar al puerto fueron recibidos violentamente por los
piquetes obreros, quienes gritaban:- “¡Abajo la policía!”-, -“¡Vamos a
armarnos, hermanos!”- y- “¡Vénganse con nosotros, carneros!”-. Los policías,
que protegían a los desembarcados, recibieron más de cuarenta disparos. Luego
iniciaron una persecución contra los activistas obreros que arroja el saldo de
69 detenidos (40 españoles, 20 chilenos, 1 inglés, 1 italiano, 1 ruso, 4
argentinos y 1 francés). De esta manera concluyó la primera experiencia
huelguística.
La lucha obrera se intensifica
El
20 de abril de 1917 hubo un intento de organizar un paro general en Río
Gallegos a través de la
Federación Obrera. Todo comenzó en la Barraca Amberense,
cuando los obreros reclaman la renuncia de un capataz que castigaba
corporalmente a los peones menores de edad. El cabecilla es encarcelado y luego
puesto en libertad porque “no usó la violencia”, pero se quedó sin trabajo.
Un
año después se declara la huelga general en Puerto Deseado. Los primeros en
parar fueron los empleados de La Anónima. Los ferroviarios de la línea Deseado -
Las Heras apoyan la medida. La huelga general dura tres días.
Entre
1919 y 1920 se produce la huelga del gremio marítimo de playa, a la cual
adhieren los trabajadores de Río Gallegos, Puerto Santa Cruz, San Julián y
Puerto Deseado. A la medida se sumaron luego los carreros y afectaron las
operaciones de la Sociedad Anónima
Importadora y Exportadora de la
Patagonia y a la Compañía Argentina
del Sud.
Estas
luchas permitieron atraer nuevos afiliados para formar un sindicato libre de
San Julián, al que se agremiaron unas 250 personas, entre ellos empleados de
comercio de la Anónima
y se planteó la incorporación de los trabajadores de campo. En la asamblea
constitutiva se nominó a la Comisión Directiva y se designaron delegados para ir a distintas
zonas para agremiar a la gente de campo.
En
numerosas oportunidades las luchas magallánicas repercutieron entre los
trabajadores santacruceños. Se desarrollaron reiteradas muestras de solidaridad
que retroalimentaron los vínculos. También, los gobernantes a ambos lados de la
cordillera coordinaron sus esfuerzos para enfrentar la sublevación obrera. Los
efectivos policiales colaboraron para reprimir a los dirigentes y activistas
que se mantenían en contacto e intercambiaban experiencias.
Muchos
dirigentes se refugiaron del otro lado
de la frontera para eludir la persecución. Pero, el intercambio de información
entre autoridades y policías hacía que durara poco la tranquilidad para esos
hombres.
A
pesar de que se agitaba la defensa de la soberanía territorial y que se
utilizaba el fantasma de las apetencias de tierras de los gobernantes chilenos,
como una forma de distraer la atención de las luchas sociales, los funcionarios
de ambos países dieron excesivas muestras de trabajo mancomunado, de tolerancia
para que los uniformados atraviesen las fronteras para perseguir a los
revoltosos y de casi un mando unificado para enfrentar “al peligro apátrida”.
Los peones se sublevan
En
los comienzos de 1920 la situación se agrava notablemente. La colocación de
lanas en el mercado mundial sufre la caída de los precios y el abarrotamiento
de los depósitos ingleses, lo que hace más inflexible todavía la posición de
los estancieros.
Por
otro lado, los trabajadores habían avanzado en su organización y en su
conciencia de que la lucha de su clase era la única forma de mejorar sus
condiciones de vida.
En
junio, se produce un movimiento huelguístico en la estancia “La Oriental” (en el límite
con Chubut) en reclamo de mejores condiciones de vivienda y de pago de los
jornales. Con la colaboración de la policía chubutense, la huelga es aplastada
y sus dirigentes golpeados, encarcelados y enviados a Buenos Aires procesados,
donde luego son expulsados por el gobierno radical por ser extranjeros.
Un
mes después, se desata el conflicto en el ramo gastronómico y portuario. Los
primeros, salen airosos de la huelga; en tanto, los segundos son derrotados.
Los
estancieros, con el gobernador a la cabeza, lanzan una ofensiva sobre la Sociedad Obrera.
En momentos en que se estaba desarrollando una asamblea, la policía allana la
sede y detienen a una decena de dirigentes (entre ellos a Antonio Soto). A
pesar de la orden de liberación emanada de un juez, Correa Falcón la desoye y
se propone aplastar al movimiento gremial.
En
tanto, la reacción obrera no se hizo esperar. La huelga se va extendiendo hacia
el campo y numerosos contingentes de peones abandonan sus tareas y marchan
hacia Río Gallegos.
En
la ciudad, la policía se mantiene activa persiguiendo y golpeando a los obreros
rurales, sobre todo al grupo mayoritario: los chilenos. En el allanamiento a
una imprenta, son detenidos otros quince sindicalistas y la situación se agrava
notablemente.
Finalmente,
el 1º de noviembre quedan libres todos los presos. Pero esta confrontación será
el preludio de la huelga más grande de la Patagonia, que ya se estaba gestando.
La
llegada a la ciudad de una gran cantidad de peones rurales, permitió a la
conducción obrera organizar y adoctrinar a numerosos delegados obreros que
retornaron hacia las estancias con la idea clara de organizar un nuevo
movimiento huelguístico por sus reivindicaciones.
Una
vez largada la huelga, numerosos peones iniciaron nuevamente su peregrinación
hacia Río Gallegos. Al comienzo del conflicto, unos doscientos deambulaban por
la ciudad. Un par de semanas después, la cifra alcanza a unos quinientos,
generando una gran inquietud entre los empresarios y autoridades.
Simultáneamente,
surgía otro proceso movilizador en el campo. Era el liderado por los apodados “68” y “Toscano” (italianos),
Lorenzo Cárdenas (chileno) y los gauchos Bartolo Díaz y Florentino Cuello.
Gracias a ellos, todo el sur santacruceño estaba paralizado; su método era
tomar estancia por estancia, llevándose como rehenes a propietarios,
administradores y capataces y engrosando sus filas con los peones que se
sumaban masivamente al movimiento.
El
fortalecimiento del proceso huelguístico fue impulsando una mayor audacia
obrera. Este contingente fue acaparando armas y municiones, frenó el intento
de instalarse en las estancias de un
nutrido contingente de rompehuelgas y se enfrentó a tiro limpio con efectivos
policiales, poniéndolos en retirada con varias bajas.
Los
efectivos policiales, a medida que se agudizaba el conflicto, empleaban métodos represivos más salvajes.
Dejaban a los detenidos desnudos durante la noche a la intemperie, los
estacaban, los martirizaban a sablazos y latigazos y hasta los dejaban
descalzos en los charcos de agua mientras esta se congelaba. También, se
desataron campañas xenofóbicas contra los españoles (muchos de los activistas
obreros eran de ese origen) y chilotes (a quienes se los sometía a todo tipo de
arbitrariedades).
Ante
la campaña desplegada por los ruralistas en Buenos Aires, el presidente Hipólito Yrigoyen determina el envío de un
contingente del Batallón 10 de Caballería, comandado por el teniente coronel
Héctor Benigno Varela para afrontar el conflicto santacruceño. Casi
simultáneamente con la llegada de las tropas, se produce el relevo del
gobernador. El nuevo funcionario intenta una mediación que finalmente alcanzará
la resolución del conflicto y el inicio de la zafra lanera.
En
el convenio firmado se concede todo lo reclamado por los trabajadores en el
comienzo de la huelga y, además, se acepta que en todos los actos violentos
producidos por los huelguistas no pueden considerarse a estos como
responsables.
La
propuesta acordada es puesta a consideración de las bases, quienes la aprueban
por 427 votos a favor y 200 en contra. Los que querían continuar la lucha son
los obreros que adherían al grupo de “Toscano” y el “68”, quienes se marchan
llevándose todo el armamento que se había comprometido a entregar a las
autoridades.
La
finalización de este largo conflicto generaba entre los obreros la esperanza de
que se iniciaba un período de paz y que los estancieros iban a cumplir con el
convenio firmado. En poco tiempo, se darán cuenta que estaban muy equivocados.
Genocidio sureño
La
situación límite en que vivían los peones rurales de la Patagonia austral se
reflejaba en los puntos conquistados en ese importante convenio, que podría
haber cambiado notablemente las condiciones de vida de esos sufridos
trabajadores. Se reflejó en la abolición de unos cajones donde dormían a los
que llamaban camarotes, topes de tres hombres por dormitorio de cuatro por
cuatro, agua abundante, iluminación en las viviendas, una tarde por semana para
lavar las ropas, tres platos de comida diarios, botiquín sanitario con leyendas
en castellano, suspensión de las tareas a la intemperie con viento o lluvia,
reconocimiento sindical y salario mínimo de cien pesos.
Pero,
a pesar de lo elemental de las reivindicaciones, los estancieros sólo lo
aceptaron temporalmente, para que los peones retornen a sus tareas y que se
pueda concluir la esquila. Una vez
saciada su avaricia, desconocieron lo que habían firmado y recurrieron a sus
influencias en el poder para liquidar la fuerza de los trabajadores.
Así,
en febrero de 1921, la huelga recomienza. El paro es prácticamente total y el
movimiento sindical conquista la adhesión y solidaridad de la población urbana,
que protege a los activistas sindicales que son perseguidos a mansalva por los
efectivos militares y policiales.
Enviados
del presidente Yrigoyen intentan negociar con los ganaderos, pero estos no
cumplen lo pactado y la huelga se generaliza. La agudización de la
confrontación va empujando a los protagonistas hacia un camino de no retorno.
Las reivindicaciones sindicales fueron tornándose en consignas de
enfrentamiento frontal al sistema, una rebelión que fue en ascenso tanto en sus
demandas como en su metodología. Los reiterados incumplimientos de los hombres
poderosos, la conciencia alcanzada de que mejorar sus paupérrimas condiciones
de vida era posible y la fortaleza de su lucha, llevó a los trabajadores
rurales a un enfrentamiento por el todo o nada.
La
dinámica del movimiento fue utilizada como un apriete para presionar al gobierno
radical para que se ponga fin a la huelga. El gobierno radical envía nuevamente
al coronel Varela al frente de un contingente de efectivos de caballería.
En
agosto, una manifestación obrera es atacada a balazos por agentes provocadores
de los latifundistas, ocasionando decenas de víctimas. La reacción obrera es
decretar la huelga revolucionaria.
Las
tropas del Ejército van cercando a los grupos obreros que habían ocupado los
cascos de las estancias. Varela se aprovechó de la confianza que había conquistado
en su anterior incursión, cuando cumplió un rol de componedor entre las partes.
Su decisión de exterminar a los dirigentes y activistas fue facilitada por
la sorpresa que generó en los
huelguistas el giro del militar.
También,
jugaron en contra de los obreros las enormes distancias, el aislamiento y la
incomunicación entre los contingentes gremiales. Esto fue muy bien aprovechado
por Varela para aplastar al movimiento. Así, los huelguistas fueron
exterminados grupo a grupo.
Una
vez que se rendían, los estancieros acompañaban a los uniformados para señalar
a los más activos, que eran fusilados sumariamente de inmediato o eran
enterrados con la cabeza fuera de la tierra, quedando a merced de las aves de
rapiña, entre otras atrocidades cometidas.
Las
cifras del genocidio dan cuenta de un exterminio superior al millar de
trabajadores. La población santacruceña sufrió un descenso de casi siete mil
personas entre dos censos nacionales.
El
balance oficial de esta barbarie nunca se conoció. Durante varias décadas se
mantuvo en el más celoso ocultamiento. Sólo la investigación realizada por
Osvaldo Bayer permitió sacar a la luz la magnitud de la represión militar, de
la matanza ocasionada y de las complicidades entre los poderes económicos y los
ocasionales gobernantes.
FUENTES:
(1)
José María Borrero, La
Patagonia Trágica. Asesinatos, Piratería y Esclavitud.
2) Osvaldo Bayer, La Patagonia Rebelde.
Los Bandoleros
CAPITULO IV
Tierra del Fuego no era una isla
Los peones fueguinos también se movilizaron
Las
huelgas santacruceñas y magallánicas, a comienzos de la década del veinte,
tuvieron algunas manifestaciones de mucha menor intensidad en Tierra del Fuego.
Dada las similares características productivas y la proximidad geográfica, la conflictiva situación regional
se reflejó de una forma directamente proporcional al nivel de poblamiento y
desarrollo económico. En esa época, la isla no pasaba de ser una zona marginal
dentro del rubro productivo predominante en la región.
Encontrar
las constancias de esos movimientos reivindicativos no resulta sencillo, sólo
algunas huellas aisladas permiten concluir que Tierra del Fuego no estuvo
aislada de los dramas humanos que conmovieron a la región.
Un
primer indicio es brindado por Lucas Bridges, quien relata la llegada a la
estancia Viamonte de un contingente de activistas anarquistas que intentaban
convencer a los peones para que se organicen y se sumen a las luchas gremiales,
denunciando las enormes ganancias que obtenían a costa de sus sufrimientos. Los
gremialistas fueron presionados por un
colaborador de Bridges de apellido Arévalo, con antecedentes criminales, para
que abandonen el lugar, cosa que hicieron rápidamente, según el autor (1).
Esta
referencia, permite confirmar la presencia de militantes sindicales que
trataban de sumar nuevos contingentes a sus organizaciones y a sus luchas.
Arnoldo
Canclini hace referencia a que el gobernador Fernández Valdés entre 1915 y 1916
“se vio envuelto en la serie de problemas provocados por las huelgas de los
peones” (2). Luego, se preocupa
retrospectivamente: “Para colmo de males, la agitación social del país
repercutía en la capital fueguina, por la presencia de destacados líderes anarquistas
en el presidio...”. También, refleja que, en 1918, escapó de la cárcel Simón
Radowitsky.
Otro
dato es brindado por Juan Belza, “El 6 de diciembre de 1916 la Federación Obrera
de Magallanes, organización sindical chilena, dispuso un paro general de
jornaleros en la ciudad y en la campaña.
El movimiento huelguista alcanzó a los territorios argentinos de Santa Cruz y
Tierra del Fuego, cuyos obreros eran en su mayoría chilenos” (1).
Un
día después el gobernador Fernández Valdés telegrafió al Ministerio del
Interior un informe de la situación: “El comisario de Río Grande comunica que peones, frigoríficos y
esquiladores de diversas estancias..., suspendieron trabajos, mientras reciben
instrucciones Federación Obrera Punta Arenas. Huelga es tranquila y según
parece sólo adhesión a la declarada en otros parajes”.
Al
día siguiente el texto denota el agravamiento de la situación: “Huelga se
generaliza en departamentos zona norte comenzando a forzar a obreros no
afiliados. A pedido comisario Río Grande enviaré por vapor esperado mañana que
Sociedad Menéndez Behety pone a mi disposición veinte gendarmes para auxiliar a
personal aquellas comisarías donde sea necesario mantener el orden y hacer
respetar libertad de trabajo. Calcúlanse en cerca de mil los obreros
repartidos” (3).
Este
autor da cuenta también de que en el aserradero de Lapataia se registró “un
intento de huelga”, responsabilizando a un agitador italiano Juan Riva, según
denunció el administrador inglés Felipe Zhorp.
En
febrero el gobernador territorial comunicaba al poder central:”terminada huelga
sin novedad, dispongo regreso gendarmería destacada en Río Grande”. El
salesiano advertía que no obstante “se preparaban las huelgas entre los
trabajadores de las estancias del norte...” (3).
Atando recuerdos
Jorge
Martinic Plastic, recuerda que en sus épocas de trabajador de estancia, “Un año
antes que llegara yo, me contaba mi hermano, bajaba la gente de todas las
estancias a la Primera
(Argentina) a hacer asamblea, 1920, y había pedido que pararan y pidieron
aumento de sueldo y no se quiso pagar nada, dijeron que nada, nada, nada...
Entonces ellos perdieron como quince días, no pagaron sueldo, no pagaron nada.
Obligado tenían trabajar en otra.” (4)
Sara
Sutherland aporta sus recuerdos sobre esos acontecimientos, “el movimiento
había empezado, habían movilizado. Yo era muy chiquita, tenía cuatro años y me
acuerdo porque veía la desesperación de mamá y de la gente que había en casa...
¡Entonces vimos todos esos jinetes: un montón!
De lejos se veían, en la Estancia Teresita en donde estaba mi padre como
administrador. Llegaron hasta las casas y empezaron a dar vueltas... entraron y
se empezaron a servir de todo lo que ellos querían. ¡Cargaban caballos
cargueros con toda clase de cosas,
eligiendo lo mejor! De allí se alejaron y se fueron a otras estancias de
alrededor haciendo lo mismo. Si alguien
les hubiera negado algo supongo que se hubieran puesto mal, pero con mi padre
no pasó nada. Él les dejó sacar lo que quisieran y no sacaron demasiado tampoco, ni rompieron
cosas, ni hicieron nada fuera de lugar” (5).
Más adelante, afirma que “Los jefes venían del
lado de Chile, de Punta Arenas, y
preparaban la gente como si fuera una pequeña guerra. Pero antes de que ellos
cumplieran con todos sus propósitos, llegó el aviso que la huelga había terminado”.
Rubén
Maldonado, el dirigente indigenista relató que, a partir de referencias
brindadas por sus mayores, en una ocasión "se juntaron más de 600 paisanos
en el cabo Peña, de todas las estancias y se dirigieron a la estancia José
Menéndez en reclamo de mejoras del sueldo y de otras cosas que pedían, que
dormían en cuero, que le daban mala comida... En ese movimiento obrero entre 1921 y 1922, estuvo mi abuelo,
que lo mandó Jorge Reynolls (administrador de la estancia Viamonte), como
tropillero encargado de todos los caballos de esa estancia, de donde partió un
grupo grande a la movilización".
La
composición era muy mezclada,"había paisanos, muchos aborígenes, que
vinieron a reclamar. Entonces el ejército venía también a reprimir a Tierra del
Fuego y no alcanzó a llegar, porque el barco que los iba a traer tuvo un
problema. Pero se cortó todo cuando se conoció la matanza en Santa Cruz, y cada
gaucho volvió a su establecimiento rural".
Maldonado
considera que a raíz de esas movilizaciones, el gobierno de Alvear decide la
creación de las dos reservas aborígenes, la del lago Kami y la de Komo Suaike
"para sacar a los indígenas de algunas estancias de los centros poblados. Lo mismo pasó en
Santa Cruz..."(6).
Emilia
Susic de Bonifetti, con su memoria
prodigiosa, ratificó y extendió el relato. Puede dar precisiones sobre la
fecha, ya que afirma que fue coincidente con la llegada de sus padres a Río
Grande, "fue en el mes de noviembre de 1921".
Señala
que fueron enviados gendarmes desde Río Gallegos a Ushuaia en prevención de
conflictos obreros similares a los ocurridos en las estancias de Santa Cruz.
Doña
Emilia cuenta que sus padres se instalaron en El Tropezón, "en el lugar
donde hay un puesto de María Behety. Ahí, mi padre tenía un almacén de ramos
generales, planta baja y alta. A mi mamá todo le asombraba, recién llegada de
Yugoslavia .Un día se sienta en la puerta del boliche mirando a la pampa,
porque siente ruidos y el ruido que sentía era de muchos cascos de caballos...
Mi mamá decía que era tanta la cantidad de caballos, ella, que estaba sentada
en la puerta de calle, miraba para la izquierda se perdía la gente de a
caballo; hacia la derecha, hacia José Menéndez, no se alcanzaba a ver la punta
de la columna, era impresionante la cantidad de huelguistas que venían".
"Llegaron
a José Menéndez -continúa-, entablaron conversaciones con el jefe de policía, y
decidieron que lo iban a fusilar, lo pusieron en el palenque que estaba en el
corral para amarrar a los animales ariscos. Lo estaban por amarrar, cuando
entra el comisario de Río Grande, Alejandro Lías Pol, que era español; Éste,
les dice: -“bueno muchachos conversemos, qué es lo que quieren”-. Los peones le
dijeron que estaban cansados de trabajar y no tener las cosas que ellos
necesitaban y que se proponían eliminar a las autoridades. Lías Pol quiso saber
las demandas para ver si podía resolver algo. Los peones le contestaron: -“carne,
carne, papa nada; huelga, huelga, pues señor”-. Parece ser que a la gente le
daban carne y nada más. Los obreros pedían papa. La respuesta del comisario fue
que se comprometía a hacer las gestiones ante las autoridades y que iban a
tener una respuesta positiva, pero, les pidió, que no cometan un crimen".
Luego,
agrega que "en la huelga del 21, no se cometió ningún hecho violento en la Tierra del Fuego argentina,
aunque en la parte chilena sí hubo. En Santa Cruz fue una huelga bastante
larga, fueron meses; Acá no, llegó esa tanda de huelguistas que venían de San
Sebastián, se armó ese lío, se resolvió la situación y de allí pegaron la
vuelta".
Con
respecto a la existencia de caudillos obreros, responde que “yo sé que se conocían,
pero yo no los conocí” y agrega que "cuando se llega a un punto de
disconformidad, como ocurrió con los obreros y no había eco, comunicación con
el patrón, que a lo mejor ni lo conocían; eso produce a la larga un fermento,
se empiezan a correr las voces, unos a otros trasmiten sus quejas y si hay
alguno que oficia de cabecilla y los incentiva para lograr los propósitos"
(6).
De
esta manera, a partir de diversas fuentes informativas, se confirma la
repercusión que tuvieron en la isla los intensos conflictos sociales que se
vivieron simultáneamente en la provincia de Santa Cruz y en la zona
magallánica. Evidentemente, faltan muchas precisiones, pero esta acumulación de
elementos coincidentes, de testimonios trasmitidos boca a boca, algunos
recuerdos difusos y en parte contradictorios, permiten constatar que
Tierra del Fuego no fue una isla en
materia de las confrontaciones sociales que se vivieron a fines de la segunda y
principios de la tercera década del siglo.
FUENTES:
(1) Bridges, Lucas. El Último Confín de la Tierra, pág. 508.
(2) Canclini, Arnoldo. Historia de Tierra del Fuego,
Pág. 114.
(3) Belza, Juan. En la Isla
del Fuego, Pág. 106-107.
(4) Gutiérrez, Oscar Domingo. Testimonio publicado en la revista Impactos,
junio 1992.
(5) A Hacha, Cuña y Golpe. Recuerdos de pobladores de Río Grande, pág. 162-3.
(6) Testimonios emitidos por el autor en el programa “Bajo el Asfalto”, por
Aire Libre FM, el 2-11-96.
CAPITULO V
Una tierra apacible
Al borde de la paz social
Luego de las manifestaciones influenciadas por los
cruentos conflictos sociales desatados en Santa Cruz y Magallanes, en Tierra
del Fuego transcurre un largo período donde los conflictos son casi
inexistentes.
Esta situación se sustenta en varios factores. La
escasez de mano de obra imponía a las patronales el ofrecimiento de buenas
remuneraciones a los asalariados.
“El aislamiento de la fábrica obligaba a
proporcionar alojamiento y asistencia médica sin cargo a todo su personal...
Era indispensable contratar en Buenos Aires y Punta Arenas y trasladar al
personal de empleados y obreros por una corta temporada, según la duración de
la faena, lo que originaba mayores sueldos y jornales”. Un informe de un
inspector daba cuenta de que se alojaban 200 peones y que el comedor tenía
capacidad para 400 trabajadores (1).
También, el incremento de la población isleña y la
normalización del asiento de las autoridades, hizo perder vigencia a la
influencia que, en las primeras décadas del siglo, tuvo el combativo
sindicalismo magallánico.
Durante este período las organizaciones sindicales
tuvieron un carácter episódico y no perduraron mucho tiempo. Los conflictos
gremiales durante el medio siglo posterior a la década del 30 fueron contados
con los dedos y no alcanzaron nunca la virulencia de los que se originarán ya en
los años 90.
Aníbal Allen recuerda que durante mucho tiempo la
policía, que él comandaba en Río Grande, actuaba como mediadora ante
diferencias menores que podían presentarse entre obreros y patrones, “en
algunas ocasiones, venía algún empleado a reclamarme que intervenga porque el
empresario le había faltado el respeto o porque no se había cumplido algún compromiso”.
El ex jefe policial cumplía el rol de mediador ante algunas diferencias o
discusiones que se planteaban en la relación laboral.
Uno de los primeros conflictos registrados en este
período es el que produjeron los obreros viales que estaban abriendo el camino
entre Río Grande y Espíritu Santo. Oscar “Mingo” Gutiérrez, en una
investigación sobre las rutas fueguinas, da cuenta de que “el 22 de noviembre
de 1935, el personal obrero protestó y luego de una comida de emergencia se
había incorporado tarde a sus tareas. Al tiempo, surgirán problemas nuevamente
porque cada turno llega casi a las nueve horas” (2). El conflicto se había
originado por las dificultades de la empresa constructora F.H. Schimdt para
conseguir carne y harina para las comidas de los trabajadores.
Allen recuerda que en los comienzos de la década del
cuarenta existieron fugazmente un sindicato de Mar y Playa y otro de Oficios
Varios, que agrupaban a los que realizaban tareas alrededor del puerto de Río
Grande, pero no recuerda la fecha en que desarrolló sus actividades y si
protagonizaron algún tipo de conflicto o reclamo ante los empresarios. Fugazmente recuerda que en una ocasión
pidieron mejoras y que el entonces comisario Medina cumplió el rol de
componedor. Hasta
los años cincuenta, la actividad industrial predominante era la maderera que
ocupaba unas trescientas personas en 9 aserraderos, una fábrica de madera
terciada y otra de parquet. La segunda actividad manufacturera de importancia
era el frigorífico que llegaba a faenar
entre un millón y un millón y medio de kilogramos de carne ovina. El personal
permanente era de unas 50 personas y se elevaba a 400 en plena temporada de
actividad. La industria de pescados y mariscos ocupaban a otras 40 personas
(3).
Hasta ese entonces, la población alcanzaba las 10
mil almas, 4.500 en Río Grande, 3.500 en Ushuaia y otros 2.000 en la zona
rural; lo que demuestra la incidencia de la actividad agropecuaria sobre el
conjunto de la economía fueguina, desde el punto de vista de la ocupación.
A fines de la década del cincuenta comienzan a
manifestarse algunos cambios. “En una apreciación dinámica del desarrollo de la
economía de la isla, debe señalarse un cambio que alcanza ya cierta
importancia, en virtud del cual se ha salido del sistema vegetativo
tradicional, apoyado exclusivamente en la explotación lanera, la producción de
carne ovina y madera, complementando
todo ello con la actividad natural de la base naval de Ushuaia y de los
organismos gubernamentales” (3).
La influencia del proceso abierto con la llegada de
Juan Domingo Perón a la
Secretaría de Trabajo y luego a la presidencia de la Nación, comenzó a
reflejarse tardíamente en Tierra del Fuego. Entre julio y noviembre de 1950,
ocurrió la primera manifestación política, con la fundación de la primera
unidad básica.
“El 7 de agosto de 1951, y bajo la supervisión del
señor Gigante, interventor del Partido Peronista, se funda la segunda unidad
básica, esta vez en Ushuaia.
Por otra parte, se convirtieron en hechos políticos
de resonancia la exposición del Primer Plan Quinquenal efectuada en sendas
reuniones poblacionales, tanto en Río Grande como Ushuaia, en el mes de enero
de 1953. La creación de la C.G.T.
regional el 28 de abril del mismo año, la proclamación de candidatos del
Partido Peronista y luego de la
UCR en abril de 1954, sin perjuicio de los numerosos actos,
inauguraciones y actos políticos” oficiales (4).
“...mayor
esfuerzo para una mayor remuneración...”
Oscar Domingo
Gutiérrez escribió sobre esa época: “...sólo para la cuarta década con el
peronismo germinando aparecerá el Sindicato de Oficios Varios que congrega
voluntades oficialistas, y a la vez ciertos individualismos contestatarios.
Pero desde el poder vendría a cierta hora de la experiencia peronista la orden
de disolverlos, creciente la demanda política
de hacer prosperar nada más que a aquellos que se estructuraran por
rama. Este ordenamiento interno marcó la efectiva primera represión de los
trabajadores organizados” (7). Entre los
activistas se encontraban Yerko Vukasovic, Emilio Castaño (ex maestro del
presidio), Juan Romano y otro de apellido Velazco. Tanto a Vukasovic como a
Castaño habían intentado deportarlos por ser extranjeros, aunque Castaño sólo
tenía dicción castiza pero era nativo argentino.
“Creció entonces la C.G.T. como un rótulo. De este tiempo, emerge el
recuerdo de cierto paro comercial para que se acuerden las autoridades locales
de la imposición del sábado inglés, sin que quede memoria para asignarle fecha
a la protesta. (...) La caída del peronismo restó operatividad a todo lo que
oliera a sindical. Y el capital norteamericano que fomentó el desarrollo
petrolero tuvo pocos obstáculos para reglamentar
su sistema de trabajo. Una mayoría de la población era chilena, sobraban
aspirantes a cubrir vacantes de los descontentos. La cultura del
trabajo era eso: mayor esfuerzo para mayor remuneración” (7).
El gremialista Juan José Degratti llegó a Río Grande
en 1958, su recuerdo sobre la vida sindical de entonces, fue el siguiente: “no
había mucha actividad gremial, estaba centralizada principalmente en el puerto,
donde estaba el compañero Cárdenas, el peluquero, más conocido como “mechas
duras”, era uno de los dirigentes del puerto. En el puerto atracaban los buques
Lucho 1ro, Lucho 2do y Lucho 4to. Estaban nucleados en el Sindicato Único de
Portuarios (SUPA) y Cárdenas era la cabeza visible del sindicalismo de Río
Grande. La principal actividad de la época era la ganadera, pero en las
estancias no tenían dirigentes, porque en su inmensa mayoría eran de origen
chileno; Hacían su faena acá y luego regresaban a su país. Cárdenas tuvo gran
participación en la conformación de la primera CGT, también estaba el compañero
de UPCN Omar Nieva Otero, Hugo Jesús Domínguez, Rodolfo Canalis y Agustín
Alvarado que eran de la ATE,
Dionisio Juárez del SUPE, de UOCRA José Noir. En ese tiempo, la sede de la
central obrera era en la esquina de Thorne y Perito Moreno” (6).
Establecimientos industriales y comerciales
Personal ocupado (3)
Ushuaia Río Grande Total
Cantidad de establecimientos comerciales 96 160 256
Cantidad de establecimientos industriales 8 12 20
1-
Aserraderos 5 4 9
2-
Madera terciada 1 1
3-
Parquet 1 1
4-
Conservas pescados 2 2
5-
Frigoríficos
1
1
6-
Explotación petrolífera 1 1
7-
Varios 5 5
Personal Ocupado
Comercio 275 500 775
Industria 134 550 684
1-
Madera 92 260 352
2-
Conservas pescados 42 42
3-
Frigoríficos 50 50
4-
Petróleo 200 200
5-
Varios
40 40
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Llegan los americanos
A fines de 1960, la Compañía Petrolera
Tennessee Argentina comienza la explotación intensiva de los yacimientos
ubicados en la zona norte de la isla, en virtud de un acuerdo con Yacimientos
Petrolíferos Fiscales. Actuaban sobre unos 45 pozos en producción, con un
rendimiento de 3.500 toneladas diarias. Los problemas derivados de
inconvenientes para embarcar el producto limitaban la capacidad productiva de
la zona.
Pero, es indudable que uno de los saltos en el
desarrollo de la isla se debió a la incorporación de la actividad petrolera.
Uno de los primeros efectos fue el abastecimiento de gas natural a la población
de Río Grande, aportando unos 650 mil metros cúbicos mensuales (3).
Por otro lado, el aporte de las regalías
hidrocarburíferas en virtud de la
Ley 14.773, comenzó a ser un elemento clave de los ingresos
del gobierno territorial, que sirvieron para sustentar planes ambiciosos de
obras públicas. El Presupuesto de 1961 alcanzaba a 144 millones de pesos, de
los cuales 130 estaban originados en las regalías (3).
En 1962, Leonidas Grao recuerda los primeros
reclamos gremiales realizados a la empresa norteamericana: “La gente que andaba
bien con los americanos lo ascendían continuamente. Y ahí me retiré, o más bien
me retiraron. Por que en ese tiempo le estábamos pidiendo que nos pagaran los
viajes, las asignaciones familiares, y otros derechos más que se pagaban en
otras partes y ellos no querían pagar. Se formó el sindicato, así que vino
gente de Buenos Aires, un tal Vago, se organizó todo, fue reconocido por el
Ministerio de Trabajo y les mandamos los telegramas a los americanos con las
listas de las comisiones internas (...) cuando llegamos a casa ya estaban los
telegramas de despido”. En esa ocasión despidieron a 28, luego algunos de ellos
fueron reincorporados (5).
“Con los compañeros Taccone y Benegas quisimos formar el gremio de los petroleros,
diferenciado del SUPE que era del Estado, no lo pudimos lograr porque el
Ministerio de Trabajo casi no existía en ese entonces, no había como
formalizarlo y, por otro lado, la empresa no quería trabajadores
sindicalizados. Recién alrededor de 1970 comenzamos a organizarlo y pudimos
conformarlo recién el 22 de octubre de 1972”, recuerda Degratti, quien no tiene
presente que se hayan concretado conflictos durante la década del 60. El
acatamiento a las medidas de fuerza decretadas en el ámbito nacional era mínimo,
“casi ni nos enterábamos, era una época donde se sufría mucho la falta de
comunicación, los diarios llegaban de tanto en tanto y muy pocos, nos
informábamos a través de LU 12 de Río Gallegos y las radios chilenas” (6).
“Los años sesenta vieron reavivarse a los gremios,
sobre todo los de la esfera estatal que en algún tiempo verían fusionarse
intenciones con la administración de las obras sociales. La breve experiencia
democrática que fue del 73 al 76, asistió al conato de organización de una
C.G.T. permanente... pero en buena parte de los casos no se completó –por
desinterés propio o ajeno- las instancias burocráticas de la organización societaria interna. Las
manifestaciones sindicales de aquellos días marcharían paralelas de la mayor
parte de la política oficial, un hecho si resulta digno de destacarse como
gestor de mejoras en las condiciones objetivas de vida de los trabajadores
fueguinos: la creación de una Delegación del Ministerio de Trabajo, ilusión que
desaparecería con la llegada del Proceso” (7).
El primer conflicto petrolero
“Creo que el primer conflicto grande lo iniciamos
nosotros alrededor de 1973, cuando estuvimos catorce días de paro, reclamábamos
7.500 pesos de sueldo. Todos los trabajadores se habían escrito en el casco el
reclamo salarial. Acompañando un reclamo del orden nacional, los trabajadores
de acá se plegaron al conflicto. Era una época donde había de 800 a 1000 trabajadores, se
trabajaba a pleno porque había cinco equipos de perforación y tres de
terminación, estaba Cañadón Piedra y unas cuentas empresas, había una unidad
total de los trabajadores que nos permitió llegar a una feliz concreción. El
acuerdo se firmó en el Hotel Los Yaganes, vinieron representantes empresarios
de Buenos Aires de Bridas, Astra, Pérez Companc, BJ, Hallibur, etc. que se
reunieron con nosotros y alcanzamos el acuerdo” (6).
“Fuimos todos despedidos, Claudio Boyadjián que
estaba por Bridas despidió a toda la gente y el resto de las empresas hicieron
lo mismo. Los compañeros que vivían en los campamentos de Laguna Salada y de
Chorrillos fueron intimados a abandonar sus alojamientos, pero se negaron y se
mantuvieron firmes. Nos concentrábamos en el quincho del sindicato que estaba
en la calle Bilbao 787, allí se hacía la olla popular. La que más sufrían eran
las chicas de las casas de tolerancia que en esos días no había ni un peso y
estaban más preocupadas que nosotros. Ellas se ofrecían, hacían la comida y nos
apoyaban para que triunfe la huelga” (6).
En medio de las negociaciones, Degratti recuerda
algunos incidentes que se produjeron entre los trabajadores: “una vez casi me
pegan, porque no querían que vaya a negociar a Buenos Aires, yo tenía los
pasajes y los compañeros querían que los empresarios vengan a negociar a Río
Grande. Tenían dudas de que yo viajara, pensando que por ahí yo podía hacer un
arreglo extra y anular la huelga. Finalmente, viajé a manifestar que la única
forma en que los trabajadores levantarían la huelga era si el sector empresario
venía a Río Grande. Así llegamos a un acuerdo en Los Yaganes, porque estábamos
muy fuertes y muy unidos, que fue lo que permitió lograr el objetivo”
La primera ocupación de fábrica
En las
elecciones del 11 de marzo de 1973 triunfa la fórmula justicialista integrada
por Héctor Cámpora, que asumirá el 25 de mayo. El retorno al poder del
peronismo generó un entusiasmo y una radicalización notable de las medidas de
fuerza llevadas a cabo por los trabajadores y sectores populares. Durante los
pocos días de su gobierno, se produjeron
ocupaciones de fábricas, de reparticiones públicas, de hospitales, se decretó
la amnistía de todos los detenidos por razones políticas y se llevó a cabo un
auspicioso proceso de renovación gremial que produjo pánico en la burocracia
sindical.
Como una lejana estribación de ese proceso que se
desencadenaba en las grandes urbes del país, se produce la ocupación de la
fábrica de terciados C.A.M.I., en la localidad de Tolhuin. Durante los más de
dos meses que duró el conflicto, los
obreros establecieron un régimen de producción bajo su control, desconocieron a
la empresa, reclamaron la conformación de una cooperativa obrera – estatal, y
recibieron un apoyo solidario muy importante de los habitantes de Río Grande
(8).
El reclamo se originó en el atraso desmedido en el
pago de los salarios que acumulaban once meses y el aguinaldo. La empresa,
además, manipulaba el pago en vales a través de una proveeduría que disponía y
que vendía los productos de primera necesidad a precios exorbitantes y a cuenta
de los salarios, endeudando considerablemente a los obreros.
Uno de los dirigentes de ese conflicto, Rubén Oscar
Rulet recuerda el autoritarismo patronal: “cuando los obreros iban a reclamar
les decían que al que no le gustara, que se fuera; llamaban a la policía y los
sacaban a los sablazos y lo dejaban en la ruta con lo puesto, ni siquiera les
dejaban retirar sus pertenencias y menos reclamar los haberes ganados”. Añade
que “el jefe de la comisaría C.A.M.I. era un tal Balmaceda, que era el que
mandaba a la gente y la sacaba, después había un tal Fleitas y otro más, eran
los encargados de sacar a sablazos y palazos a los que reclamaban” (9).
El personal obrero era de alrededor de un centenar,
con un claro predominio de chilenos (más de ochenta), los catorce argentinos
estaban dedicados a tareas de supervisión y mantenimiento, en tanto que los
chilenos se ocupaban de la tala, transporte y procesamiento de los árboles.
La disconformidad empezó a generalizarse y los
trabajadores esperaron el arribo de una delegación de la patronal para hacerles
el reclamo. Ante las respuestas evasivas, la decisión obrera fue la de ocupar
el establecimiento y retener a los ejecutivos hasta que se comprometan a la
cancelación de la deuda salarial. El gobernador territorial Mariano Loedel
encomendó a su ministro de Gobierno, al jefe de la Policía y al Juzgado tomar
en sus manos la resolución del conflicto. El establecimiento estuvo
permanentemente con custodia policial, pero respetando el control ejercido por
los obreros en la planta.
Rulet relata el primer encuentro con las autoridades
que cuestionaban la ilegalidad de la medida de fuerza: “le dije al ministro de
Gobierno, al margen de que sea legal o ilegal esto, usted estaría trabajando
sin cobrar once meses y el aguinaldo, dígame si es justo o no lo que estamos
haciendo nosotros. La respuesta que me
dio fue que él como ministro no puede decir eso. Allí fue donde me enojé y le
dije: mire usted no es ministro, no es nada, usted es una porquería. Intervino
el jefe policial y le dije: usted cállese la boca viejo carcamán. Entonces le
ordenó a Balmaceda para que proceda a rodear la fábrica con todo el personal.
Este le contesta que sólo disponía de dos agentes. La orden entonces fue que
den vueltas alrededor del establecimiento” (9).
Luego, agrega que “el juez federal Maistegui Marcó
dice que no lo iba a hacer pasar como una toma, sino como una huelga, pero
debíamos dejar ir a los directivos de la empresa, porque sino es un delito.
Aceptamos pero nosotros nos quedamos. La fábrica siguió trabajando y se batieron
todos los récords de producción dirigida por una comisión nombrada por los
obreros. Hacíamos guardia porque temíamos que vengan a hacer un atentado y nos
echaran la culpa a nosotros. La producción se acumulaba en stock, con la
esperanza que nos habían dado los abogados de embargarlos en caso de necesidad.
Además, durante la ocupación se prohibió el consumo de alcohol, que era muy
abundante, y se respetó a rajatabla; la relación entre argentinos y chilenos
fue de mucha camaradería, olvidándose de los recelos habituales” (9).
Al confirmarse la ocupación, delegaciones obreras se
dirigieron a Río Grande para difundir el conflicto y requerir solidaridad. La
buena voluntad estuvo en las autoridades municipales (intendente Vicente Ferrer
y el presidente del Concejo Deliberante Rodolfo Canalis) y el Canal 13, que
difundió un reportaje, donde reclamaron víveres y todo tipo de solidaridad para
mantener la lucha.
Beatriz Gómez, viuda de Canalis, recuerda que la
reacción de los riograndenses fue inmediata: “fue casi una pueblada, se
organizó una caravana de vehículos con carteles de apoyo, íbamos tocando bocina
y la gente salía a la vereda con su paquete de alimentos o ropa, que cargábamos
en los autos y camionetas que habíamos logrado reunir. En ese momento vivía en
la casa de la planta de Radio Nacional y llenamos un garage completo. La
colaboración de la población fue excelente, toda la gente aportó” (9).
El desenlace
no fue el esperado. El delegado del Ministerio de Trabajo, Mernier, dilataba la
solución y eso fue desalentando a los obreros. Los chilenos fueron presas de
las primeras ofertas patronales, “que saldaron deudas de cien mil pesos con
apenas quinientos pesos y firmaban el acta acuerdo de que no se les adeudaba
nada. Los argentinos nos vimos aislados y nos llamaron de a uno para pagarnos
lo adeudado y no estar ni un minuto más en la planta. Después del conflicto
todo siguió igual, con la explotación del hombre por el hombre, con los baños
con agua fría, con un guisito así nomás como almuerzo, con jornadas de trabajo sin
límites, con las represalias a los que reclamaban, sin la existencia de
sindicato ni CGT que apoyara a los obreros”(9).
La dictadura dijo presente
El golpe del 24 de marzo de 1976 y la dictadura
inaugurada ese día tuvieron manifestaciones particulares en Tierra del Fuego.
Degratti recuerda que en ese entonces existía
formalmente una CGT, “pero más que una central obrera era sólo un nucleamiento
de trabajadores”. Había “5 o 6 gremios constituidos, estaba el SUPE, Luz y
Fuerza, Taxis, ASOEM. ATE...” (6).
“Yo fui detenido el 25 de marzo, por quien después
quedó a cargo del Ministerio de Trabajo, el suboficial mayor de Infantería de
Marina Juan Antonio Nieva. El mismo día fueron detenidos los compañeros
Dionisio Juárez (SUPE) y Rodolfo Canalis (ATE y presidente del Concejo
Deliberante). El compañero Jesús Domínguez que era y sigue siendo peronista de
ley, estaba sindicado como comunista y vivía acosado por los uniformados que a
cualquier hora de la madrugada le allanaban la casa. Cuando me liberaron, los oficiales
me dijeron que cualquier conflicto o problema que suceda con los petroleros
privados me iban a hacer responsable a mí, cada vez que había un problema tenía
que ir al Batallón o al Ministerio de Trabajo, que en ese momento estaba el
teniente primero Millavaca. Cuando hicimos un reclamo, me citaron y el
Ministerio de Trabajo reclamó que me expulsaran del gremio y que lo
intervinieran. Recuerdo que uno, que no voy a dar el nombre, que estaba a cargo
del gremio de Empleados de Comercio dijo que no tenía nada que ver, que sólo estaba
atendiendo las boletas; Como él, cuando llegaron los militares hubo varios que
se echaron para atrás” (6).
Casi no había vida gremial, los dirigentes se
circunscribían a administrar las obras sociales, que por otro lado estaban
afectadas por el congelamiento de las cuentas bancarias que durante un tiempo
impidió abonar a los proveedores. “Una vez me fui a quejar al teniente
Millavaca porque tenía que pagar una factura de una farmacia, me contestó que
si el dueño de la farmacia se quejaba que le vaya a reclamar a él. Cuando venía
el de la farmacia, nosotros le decíamos andá a cobrar al Batallón” (6).
La vida durante los oscuros años de la dictadura militar no ofrecía mayores
variantes. En la isla, la influencia de la Armada siempre fue considerable y el hecho que no
se produjeran conflictos sociales de envergadura y que las diferencias
políticas no adquirieron nunca mayor dimensión que disputas y enconos
pueblerinos, hizo que “los años de plomo” en Tierra del Fuego no se reflejaran
más que en algún rasgo de arbitrariedad habitual de los uniformados.
Los cambios que conmovieron al país, por la caída de
la dictadura y el retorno de la democracia, se fueron reflejando con cierta
parsimonia en el ámbito fueguino.
“En el 83, cuando se reactiva la actividad gremial,
lo primero que solicitamos fue que se pudiera contar con una delegación del
Ministerio de Trabajo en Río Grande. Eso se logró, y estuvieron al frente de la
delegación de Ushuaia el compañero Mernier, que era un abogado, y acá en Río
Grande, el compañero de U.P.C.N., Omar Nieva Otero, también colaboraron Carlos
Johanessen y Hugo Jesús Domínguez. Díaz Chara del Centro de Empleados de
Comercio era el nexo con el gobernador territorial Eseberry. Había una buena
comunicación, a veces nos llamaba por teléfono y nos decía que preparemos el
asado y venía a comer con nosotros, allí les planteábamos las inquietudes que
teníamos. Fue con el único gobernador desde 1958 que pudimos tener diálogo. La C.G.T. se conformó enseguida y
Domínguez fue su secretario general durante muchos años” (6).
FUENTES:
1) Belza, Juan. En la Isla de Tierra del Fuego,
pág. 174/5
2) Conferencia de Oscar Domingo Gutiérrez en el
Museo de Ciencias Naturales e Historia, Río Grande, 5/10/96.
3) Portnoy, Leopoldo. Economías Regionales- Tierra
del Fuego. Consejo Federal de Inversiones- 1963.
4) Néstor Tadich, Río Grande y la política. Revista
Impactos Nº 81, Punta Arenas, 15/6/96.
5) Oscar
Domingo Gutiérrez, “50 años de petróleo en Tierra del Fuego”, 20/11/99.
6) Entrevista a Juan José Degratti, secretario
general del gremio de los trabajadores petroleros privados, 15/7/97.
7) Oscar
Domingo Gutiérrez, “Rastros en el Río”, diario El Sureño (22/8/99).
8) Texto
completo del acta realizada al ocuparse la planta fabril de C.A.M.I.:
“En la
fábrica C.A.M.I., cita en el
departamento de San Sebastián, Territorio Nacional de la Tierra del Fuego, Antártida
e Islas del Atlántico Sur, a los veintiún días del mes de julio de 1973, siendo
las veintidós horas, encontrándose presente el señor Rodolfo Antonio Canalis,
Presidente del Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Río Grande y la
totalidad de los obreros y empleados de la fábrica, se redacta la presente para
dejar documentado lo siguiente:
1º) La totalidad de los obreros y empleados ratifican
su posición inicial con respecto a la no-aceptación de los actuales directivos
de la empresa, los que a la fecha se encuentran ausentes del territorio.
2º) Que concientes de la etapa de liberación y
reconstrucción de nuestra patria, es su máxima aspiración lograr la formación
de una cooperativa mixta (Obreros y estado) que en el futuro guíe los destinos
de la fábrica.
3º) Que desde el día diecisiete del corriente a la
fecha se han realizado tareas de mantenimiento dentro de las distintas
instalaciones de la fábrica, y que a partir del día veintitrés se iniciará la
producción en forma normal, con las limitaciones que imponga la falta de
combustible para la caldera, gas oil para los camiones y grupos electrógenos y
demás elementos que pudieran impedir el normal desarrollo de las tareas de
producción.
4º) A los efectos de no paralizar el funcionamiento de
la fábrica se solicitará al gobierno del territorio, la provisión de los elementos indispensables o las
facilidades económicas o de otra índole
que faciliten la obtención del mismo.
5º) Que están concientes de la imposibilidad de
comercializar la producción, hasta tanto exista dictamen de autoridad
competente.
6º) Que desean agradecer a autoridades municipales y
territoriales y a la población en general las muestras de solidaridad y
simpatías hacia el movimiento obrero de la fábrica, traducido en todo tipo de
alimentos y artículos en general.
7º) Que a los efectos de encarar la dirección actual
de la fábrica se designa con el acuerdo total de los obreros y empleados a los
señores Sganzetta José Roberto, Rulet Rubén Oscar, Velásquez Roberto Gregorio,
Loiso Rafael Héctor, Gallardo Triviño Julio, Vidal José, Paredes Ojeda Ramón
Ricardo, Arias Rubén Osmar, Fuentes Gómez Arturo, Pérez Aguila Pedro, Gómez
Gallardo Aldo José, Sánchez Ojeda José, Suárez Balbino, los que deberán actuar
interiorizados de las necesidades que le impongan los distintos jefes de
sectores.
8º) La totalidad del personal se compromete a aceptar
y cumplir en primera instancia las indicaciones relacionadas con el
funcionamiento de la fábrica que emita el directorio detallado en el punto
siete.
No siendo para
más, leída por cada uno de los firmantes, se ratifican y firman al pie de la
presente en prueba de conformidad”.
Firman todos
los mencionados en el texto del acta.
9) Entrevista
del autor a Rubén Oscar Rulet y Beatriz Gómez de Canalis, realizada el
12/2/2000.
SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO VI
El Aluvión migratorio
La 19.640 transforma la isla
El 16 de mayo de 1972, fue sancionado y promulgado
por el Ejecutivo nacional un régimen especial fiscal y aduanero para el
Territorio Nacional de la
Tierra del Fuego. Surgía así
la Ley
19.640 que iba a tener en la siguiente década una influencia decisiva en la
vorágine transformadora que viviría la isla.
El gobierno de facto conducido por el general
Alejandro Agustín Lanusse propuso un régimen especial, “en reemplazo de aquel
del cual gozara anteriormente y que
resultara derogado en virtud de la sanción
de la ley 18.588 ”,
fundado en que “el régimen anterior había cumplido su ciclo, pero las
circunstancias que lo motivaron originalmente, en cuanto se referían a la
peculiar situación geográfica de los territorios involucrados y sus consecuencias directas en materia de
relativo aislamiento, condiciones de vida
y grado de actividad económica y
su desarrollo, en gran parte mantienen actualidad...”. En la nueva norma se
buscaba superar las deficiencias de la anterior: “El reestablecimiento de un
régimen como el anterior, que se aproximaba bastante al técnicamente conocido
como “área franca”, no resultaba idóneo,
pues al otorgar la liberación aduanera por igual a materias primas, semielaborados
y productos finales, notoriamente desalentaba la posibilidad de estimular, en
forma general, la producción en el territorio en las áreas con ciertas
aptitudes de encararla, al facilitar sin discriminación la importancia de los
productos finales...” (1). Así, surgía
el Área Aduanera Especial.
La ley y su decreto reglamentario 9.208/72 eximieron
del pago de todo tipo de impuestos nacionales a la jurisdicción. Además,
preveía una notable reducción y eliminación, según los casos, de los gravámenes
a la importación, reembolsos a las exportaciones y a los productos colocados en
la Argentina
continental, generando “el sistema de estímulos tributarios más amplio con que
cuenta el país”, fundada en razones “geopolíticas” (2).
No obstante, la promulgación de esta legislación,
pasaron casi siete años hasta que llegara el momento de que los empresarios de
las armadurías electrónicas descubrieran los atractivos de la 19.640. La norma
por sí sola no hubiera generado mayores influencias sino hubiera sido por el
cambio de las condiciones económicas que llevó al aprovechamiento de las
ventajas diferenciales fueguinas.
Los factores que incidieron para que la ley de
promoción económica adquiriera relevancia, fueron la brusca caída de la
estructura de protección arancelaria, el retraso cambiario (1978/80) y la apertura
del mercado local a la competencia internacional. En conjunto, produjeron la
desarticulación de la industria nacional de artículos electrónicos y electrodomésticos
de uso doméstico. Esto se produjo conjuntamente con la necesidad de los
consumidores de incorporar los cambios tecnológicos de gran envergadura en la
producción de televisores (TV color).
La migración de plantas productoras de televisores
fue acompañada por otras dedicadas a electrodomésticos e hilados de fibras
artificiales, que produjeron un cambio cuantitativo y cualitativo del perfil
industrial fueguino existente hasta 1973. “El perfil manufacturero emergente
está poderosamente influido por estas tres actividades; las que en conjunto,
dan cuenta del 81% del producto fabril fueguino. Significan el 63% y 42%,
respectivamente, del producto que generan estas ramas a nivel nacional” (2).
Antes y después
Hasta la promulgación de la Ley 19.640, el panorama
productivo de la isla estaba limitado al aprovechamiento de los recursos
naturales, con un escaso nivel de industrialización, basado fundamentalmente en
manufacturas primarias y artesanado.
“En 1973 existían 60 establecimientos industriales
que ocupaban en conjunto a 581 personas, es decir algo menos de 10 puestos de
trabajo en promedio por unidad de producción, distribuidos en 19 ramas y que en
conjunto daban cuenta de apenas el 0,03% del producto industrial nacional”(2).
El 70% del producto industrial fueguino estaba basado en la manufactura de
carnes, pescados y maderas.
Como indicadores de la evolución acelerada que vivió
la economía de la isla, están los siguientes:
a)
La potencia instalada en 1977 era de 4.688 KVA. En 1992 pasó a ser
de 58.626 KVA.
b)
El consumo energético industrial,
que pasó de 995.939 Kw. consumidos en 1977 a 27.445.701 Kw. en 1988, llegó a
incrementarse 28 veces en ese período.
c)
La cantidad de establecimientos
industriales pasó de 3 (1980) a 32 (1991).
d)
El personal ocupado en ellos era
de 294 personas en 1980 para sumar 5.132 en 1987 (1).
En el lapso comprendido entre 1975/ 1985 la
población se triplicó, según la siguiente evolución anual:
AÑO RIO GRANDE USHUAIA TOTAL VARIACION % Empl.
Púb. Pers. Ind.
1973 8.744 6.580 15.324 0
1974 9.277 6.823 16.100 5,06
1975 9.761 7.115 16.876 4,82
1976 9.899 7.378 17.277 2,38
1977 10.606 8.223 18.829 8,98
1978 12.348 9.150 21.498 14,17
1979 14.417 10.368 24.785 15,28
1980 15.915 11.443 27.358 10,38
1981 17.216 12.530 27.746 8,72
1982 19.530 14.480 34.010 14,33 1.799 3.160
1983 21.969 16.546 38.515 13,25 2.390 3.999
1984 24.806 18.408 43.214 12,20 (3) 2.909 6.331
1985 48.459
(6) 12,13 3.559 6.201
1986 30.002 22.718 52.720
(4)
8,79 4.215 s/inf.
1987 57.567 (6) 9,19 4.215 6.720
1988 60.164 (6) 4,51 5.271 5.966
1989 62.700
(6)
4,21 6.444 4.913
1990 65.805 (6) 4,95 7.450 4.655
1991 69.227 (5) 5,20 6.168 4.738
1992 5.938 5.598
1993 6.231 5.322
1994 44.120 40.870 84.990 (4) 22,77 7.082 4.273
1995 8.079 s/inf.
Según el Censo Nacional Económico de 1985, la
industria fueguina estaba conformada por 158 establecimientos distribuidos en
48 ramas. La ocupación global ascendía a 5.802 personas y generaba un producto
que representaba el 46% del producto geográfico local. Mientras que su
incidencia sobre el producto bruto industrial nacional era del 1,24% y la
ocupación equivalía al 0,42% del empleo fabril del país, siendo la población
fueguina el 0,16% de la totalidad de la población nacional (2).
Un análisis puntual precisaba que se generó también
un alto grado de concentración técnica global de la producción: “En efecto, las
cuatro unidades fabriles de mayor dimensión, en términos de valor agregado,
aportan el 20% del empleo y generan el 40% del producto regional y las 20 plantas
más grandes ocupan el 65% del personal y dan cuenta del 81% del producto” (2).
Este proceso de radicación de industrias
electrónicas en Tierra del Fuego, evaluado desde el punto de vista global de la
industria nacional, se convirtió en una peculiar forma de trasnacionalización
de este rubro productivo. Fue impulsado por una serie de empresarios nacionales
que buscaban adecuarse a las condiciones
impuestas por el cambio tecnológico y la apertura económica y adoptó la forma
de acuerdos con los dueños de marcas de renombre mundial para el ensamblado de
sus productos. La trasnacionalización no
se produjo mediante la entrega del paquete accionario a firmas extranjeros, no
fue “a través de cambios en el origen del capital, sino principalmente por los
cambios de origen de tecnología y los bienes intermedios, constituyendo un
fenómeno de transferencia al exterior del proceso de pensamiento y de decisión
así como la capacidad de industrialización” (7). Que fue considerado como una
“pérdida de capacidad industrial y tecnológica
y el desplazamiento del núcleo técnico hacia las actividades de
administración y comercialización y, en consecuencia, la vinculación creciente
del proceso de acumulación de capital con actividades que no requieren -y por
ende, no demandan- ningún tipo de especialización ni de capacitación productiva
ni tecnológica” (7).
Las ventajas comparativas
La radicación de las plantas industriales comenzó
entre 1977 y 1978. La necesidad de mano de obra significó que los empresarios tuvieran que tentar a
trabajadores de otras partes del país con niveles salariales considerablemente
superiores a los del continente.
“Sin embargo, a pesar de que los salarios medios son
sustancialmente superiores a los del resto del país, la participación de las
remuneraciones en el valor agregado y el valor de producción es notablemente
inferior a la media nacional. Esta situación encuentra su explicación en las
propias características de los procesos de producción (ensamblado de
subconjuntos de origen importado) en las ramas que ejercen una influencia
determinante en los promedios locales y en las condiciones de aislamiento a la
competencia internacional en un contexto de mercados oligopólicos. La primera
característica supone una baja utilización de mano de obra por unidad de
producto y la segunda implica un importante componente de beneficios...” (2).
“En el caso del valor agregado de las ramas
principales de la actividad industrial, podemos hacer mención que dichos
conceptos en términos porcentuales, son de las más bajas que se encuentran en la Nación. La
productividad media y los salarios medios son significativamente mayores en el
Territorio de Tierra del Fuego, pero las diferencias entre ambos parámetros en
favor de la productividad determinan que la participación de los salarios en el
producto sea inferior a la media nacional para todos los estratos. Los
relativos altos salarios, en comparación con el resto del país, se deben
fundamentalmente a que los costos de transporte y las exiguas posibilidades de
producción local de los alimentos, determinan que los precios de la canasta
familiar sean notablemente superiores, a más de tener en cuenta una conformación oligopólica del mercado. Ya
sumado a ello, la escasez de viviendas y los altos alquileres que por
consecuencia de la misma se generan” (6).
La instalación de las industrias ensambladoras de
productos electrónicos y electrodomésticos no requería una alta utilización de
mano de obra en relación con el precio final del producto. Por esta razón, los
salarios abonados por estas empresas, a pesar de ser muy superiores a los del
resto del país, tenían una influencia mucho menor en su precio final.
“Los establecimientos grandes de Tierra del Fuego
son, en relación a igual estrato de tamaño a nivel nacional, un 41% más pequeños
(medido en personal ocupado), pero con un producto que es un 18% superior y con
el doble de productividad” (2).
Esta relación de los componentes de los costos,
permitía un alto nivel de utilidades de la patronal. Estos años de promoción
económica, posibilitaron una fenomenal acumulación de capital que en su inmensa
proporción fueron a parar a lugares distantes, a varios miles de kilómetros del
lugar en que se generaban.
Los costos de la producción fueguina se veían además incrementados, “las
empresas “cargan”a sus filiales fueguinas buena parte de los importantes gastos
de publicidad que efectúan y de los costos de financiación y comercialización.
De esta manera, se sobrestima el valor agregado para obtener el certificado de
origen que es condición indispensable para percibir los reembolsos de las
“exportaciones” al territorio nacional” (2).
Es decir, que los altos beneficios que obtenían, se
veían además incrementados por los reembolsos que pagaba el fisco, cuyos
valores básicos de cálculo se “inflaban” con gastos extraños a Tierra del Fuego
para obtener un mayor reembolso.
Los fraudes
Los beneficios fiscales que propuso la 19.640
hicieron que muchos adictos al dicho “hecha la ley, hecha la trampa” comenzaran
a orientar sus neuronas hacia su aprovechamiento y rápido enriquecimiento.
Uno de los más conocidos fue el del grupo empresario Konner Salgado que a través de la
transferencia de saldos a favor del IVA basadas en exportaciones falsas,
defraudó al fisco por una cifra próxima a los 280 millones de dólares.
El grupo era propietario de medio centenar de
empresas, entre ellas Talent Fueguina, Tolhuintex, Complejo Forestal Fueguino,
Complejo Industrial Fueguino.
También, la Administración Nacional
de Aduanas, a cargo de Juan Carlos Delconte (luego condenado por infinidad de
ilícitos), estuvo en numerosas oportunidades sospechada y denunciada por la
introducción de volúmenes exagerados de productos que pasaban fácilmente sin
ser detectados por la inspección aduanera.
Era la época de los galpones que deberían haber
permitido “techar la isla” o los volúmenes inusitados de vino que supuestamente
eran consumidos por la escasa población fueguina. Los subterfugios alcanzaban
también a maquinarias “sofisticadas y costosas”, que en muchos casos se pudo
comprobar que se trataba de chatarra que aparecía dispersa por los basurales
“ad hoc” que surgían en la isla.
Estas defraudaciones al fisco, que superaron los 500
millones de dólares, sirvieron para fundamentar las restricciones a los
beneficios fiscales que se fueron consumando a partir de 1988.
Las nuevas normas, la crisis que se produjo en los
últimos meses del gobierno de Alfonsín y los comienzos de Menem con sus
sucesivas ondas hiperinflacionarias y la salvaje apertura a las importaciones
de productos electrónicos de todo el mundo, hizo que la industria fueguina
sufriera una caída en sus niveles productivos y en la cantidad de
establecimientos radicados que provocaron numerosos focos de conflictos
sociales a partir de esa fecha.
Esta crisis comenzó a revertirse a partir de 1993,
cuando las empresas que subsistieron a ella comenzaron a nutrirse de las
franjas del mercado abandonadas por las fábricas cerradas.
La aventura fueguina
La irrupción de miles de trabajadores y sus familias
en la isla tuvo una serie de consecuencias traumáticas para la sociedad que se
fue conformando.
Los primeros sinsabores estuvieron vinculados con la
escasez de viviendas, el hacinamiento a que se sometían los atraídos por la
“Isla de la Fantasía”
en pensiones, hoteles y precarias casillas y los déficits de infraestructura
que tenían las pequeñas ciudades fueguinas para contener a la migración masiva.
El notable incremento de la población impulsó la
frenética construcción de viviendas populares, la ampliación de los servicios
educativos, sanitarios, etc. También, hizo que la tradicional clase comercial
hiciera pingües negocios con la fiebre consumista que los altos salarios
posibilitaban a los recién llegados.
El trauma
migratorio *
La afluencia de población de distintas regiones del
país y de Chile llegó a la isla para
buscar posibilidades de progreso y desarrollo. Según el último censo (1991), el
65 por ciento de la población es oriundo del continente y otro 15 por ciento
nació fuera de las fronteras del país.
El psicólogo Luis Camargo escribió sobre el
desarraigo y afirmó que “la situación de crisis económica original, con su
correlato de exilio interno al Sur, (se muestra) como un acontecimiento
esencialmente traumático (...) Postulamos aquí que el desgarro que implica el abandono
de los lazos primitivos con los lugares de orígenes, ha sido un desgarro que en
definitiva nunca ha terminado de producirse, y es por ello que tal situación
primitiva debe ser recuperada de un modo particular en la fantasía, por demás
distinta al recuerdo”.
Los lazos familiares, las amistades y la historia
edificada sobre una infancia y adolescencia común, generan barreras de
contención para las circunstancias traumáticas, como una desgracia familiar,
una crisis sentimental o un ahogo económico. Para muchos, la realidad de
instalarse en estas tierras, sin esas defensas, fue demasiado dura y en algunos
casos desesperante.
El psiquiatra Miguel Slavic, cuando se desempeñaba
como director del Centro de Salud Mental de Río Grande, sostuvo que “el problema
más preocupante en Tierra del Fuego es el del desarraigo”. Señaló que “es muy
frecuente que la gente se tome 6, 7, 10 pastillas con el afán de desconectarse,
sin importarle cuáles sean las consecuencias que puede producir, sin tampoco
imaginarse que la puede matar. Al menos una vez por día se nos presenta algún
caso de estas características”.
Slavic afirma que “las tendencias suicidas son una
colateral de la problemática del desarraigo”. Esa es la explicación de que los
casos más frecuentes ocurren en personas que van de los 30 a los 50 años. También son sus subproductos el
consumo de barbitúricos, alcohol o estupefacientes; estos últimos, según el
psiquiatra, “en un año duplicaron su
consumo” y “pinta como una bola de nieve”.
Otra de las particularidades fueguinas es la
importante cantidad de mujeres como jefes de familia y único sustento de sus
hijos. Según la
Encuesta Permanente de Hogares, una de cada seis familias
está a cargo de una mujer y, según los pedidos de asistencia de la Dirección de Ayuda
Social municipal, en los hogares humildes esa proporción aumenta a uno de cada
tres grupos familiares.
Esta situación, es
resultante del abandono del hogar por parte del esposo en busca de
mejores oportunidades laborales en otros lugares, de la importante cantidad de
separaciones matrimoniales y del notable incremento de la maternidad
adolescente.
Los maltratos en el hogar que sufren los niños es
otra importante referencia de la situación. En Río Grande, se reciben más de
veinte denuncias mensuales de este tipo de violencia familiar y, al menos, 5 o
6 de abusos sexuales de menores.
Según Camargo, “estos son los casos que nos llegan a
nosotros, no quiere decir que no haya muchos más, nosotros suponemos que sí”.
La ola migratoria que recibió la provincia fue
esencialmente de gente joven, que tuvieron hijos fueguinos que, en la mayoría
de los casos, se criaron en las guarderías infantiles, quedaron al cuidado de
algún hermano mayor o de un conocido. Para Slavic, estas guarderías ofrecieron
“una contención cuasi-familiar”, pero no contaban con “profesionales que se
ocupasen de cuidar chicos con pericia, sino con mujeres que tenían voluntad y
precisaban trabajar, a su vez, con problemas personales y sociales muy
severos”.
Mientras los padres buscaban incorporar horas extras
a sus jornales, para poder cumplir sus objetivos de prosperidad, sus hijos
permanecían durante esas extensas jornadas a cargo del personal de esas
guarderías.
Camargo considera que “en Tierra del Fuego el
síndrome más frecuente se refiere al abandono y al maltrato de la niñez. No
existen, como en las grandes ciudades, niños de la calle, aunque en muchos
casos podamos darle estatuto de tales a menores que en apariencia no trasponen
sino escasamente las paredes del ámbito familiar. El proceso infantil que
parece presentar mayores dificultades y ambivalencias (...) es aquel que
concierne a la identidad individual y sus referencias al arraigo local”.
Luego, señala que los padres necesitan de una
historia, “en la cual el desarraigo y la relación con las raíces están
incluidas”. Cuando esa historia se presenta dificultosa, se transfiere a la
generación siguiente ese vacío y se pregunta: “¿por qué no pensar entonces que,
los síndromes de abandono o maltrato familiar, frecuentes en la isla, deban ser
puestos en línea con esta descripción que atañe a determinadas estructuras
familiares?”.
Este problema no es menor, dada la particular
estructura social de nuestra provincia que tiene al segmento más numeroso en el
tramo que va de los 0 a
4 años. El censo de 1991 registró 24.906 menores de 14 años, si a este dato le
sumamos los aproximadamente 2.500 nacimientos anuales resulta que, en la
actualidad, los menores de 17 años
superan los 32.000, casi el 50 por ciento de la población.
Los niños y adolescentes van acumulando esas
situaciones angustiosas, haciendo mucho más difícil, el de por sí difícil
tránsito, de la infancia a la madurez.
Slavic considera que “es muy grave la situación que
se plantea a los adolescentes que son expulsados de la escuela secundaria, se
los deja afuera del sistema escolar, se los deja en la calle, por lo tanto se
produce una situación de desprotección y desconexión con lo que son las pautas
sociales”.
Cuando la “Isla de la Fantasía” dejó de serlo
para una gran parte de los habitantes de Tierra del Fuego, la fantasía se
limitó a subsistir. De esta manera, el desarraigo, que se compensaba con
beneficios materiales y sueños de prosperidad, quedó falto de gratificaciones y
dejó mucho más expuestos a adultos y adolescentes que no disponían de muchas
alternativas ante los duros dramas
cotidianos.
* Síntesis de investigaciones periodísticas
publicadas por el autor en el diario Tiempo Fueguino durante 1994.
FUENTES:
(1) Claudio Alberto Ricciuti, Breve Reseña Económica de Tierra del Fuego,
1996.
(2) C.F.I. - C.E.P.A.L., La Industrialización
Reciente de Tierra del Fuego, 1987.
(3) Anuario Estadístico 1984, Gobernación del Territorio Nacional de Tierra
del Fuego.
(4) Anuario Estadístico 1997, Dirección de Estadísticas de Tierra del Fuego.
(5) Censo Nacional 1991.
(6) Luis Moreno. Un análisis de la promoción económica.
(7) Aspiazu Daniel, Basualdo E. y Nochteff H. Estructuras y Transformaciones
de la Industria
Electrónica en la Argentina. Serie
documentos e informes de investigación Nº 45. FLACSO, Buenos Aires, 1986.
CAPITULO VII
Organización y primeras luchas
Génesis metalúrgico
A partir de 1978, los empresarios electrónicos
descubren las ventajas comparativas que les ofrece la promoción económica
fueguina y comienzan a radicarse en la isla.
Río Grande no era más que una aldea circunscripta a
unas cien manzanas. Por esa razón, las primeras plantas fabriles se instalan en
lugares céntricos, así ocurrió con IFRESA, Radio Victoria, BGH, Sigis y otras.
En una primera etapa, los salarios no eran muy
diferentes a los que se cobraban en otras partes del país. Gran parte de los
operarios eran esposas de trabajadores públicos, petroleros o militares que
llevaban así un ingreso adicional a sus hogares.
Tal vez, una de las primeras movilizaciones que se
registró fue en 1982, cuando en las postrimerías de la dictadura militar, el
entonces ministro de Economía Jorge Whebe planteó la posibilidad de derogar la Ley 19640. La reacción fue
unánime. En primer lugar de los obreros que veían que semejante decisión podía
frustrar sus expectativas, los comerciantes, que se comenzaron a acostumbrar a
las mieles del consumismo, y toda la población se manifestó en defensa de la
norma.
El gobernador territorial Raúl Eduardo Suárez del
Cerro, el ministro de Economía Mariano Viaña y el intendente Juan Apolinaire
tuvieron que hacer ingentes esfuerzos para mediar entre las autoridades
nacionales y la población. El 3 de diciembre de 1982, arriba al aeropuerto de
Río Grande el ministro Whebe, quien escucha a los distintos voceros de la
comunidad que hacen hincapié en temas geopolíticos y de afirmación de la
soberanía nacional en la isla. Finalmente, el funcionario nacional acuerda
dejar sin efecto el intento de derogar la Ley de Promoción Económica.
En esos años, sólo se armaban televisores con partes
importadas, no se fabricaba ningún componente. La acreditación de origen se
basaba casi exclusivamente en el salario.
Al radicarse una cantidad creciente de plantas
fabriles y al superar la demanda a la oferta de mano de obra, se fueron dando
las condiciones para que surjan los reclamos obreros y que comiencen a obtener
las primeras conquistas.
-“En esos años se vivían muchas injusticias y la
vida para el obrero era muy dura. Las primeras luchas fueron por aumento de salarios
y se limitaban a cada fábrica. Se hacían petitorios y se los presentaba ante
los gerentes, que no tenían ningún poder de decisión, quienes los giraban a Buenos Aires. Eran
gerentes por teléfono. En algunas ocasiones, los reclamos se mandaban por correo.
Con respecto a las condiciones de trabajo, las presentaciones se hacían
directamente al Ministerio de Trabajo”-, recuerda el metalúrgico Apolonio
Benítez.
A veces se lograba el aumento negociando luego de
presentar el petitorio, en otras ocasiones se imponían los reclamos luego de
realizar algunas medidas de fuerza como quites de colaboración, paros parciales
o concentraciones en el comedor o frente a la gerencia. Cuando una fábrica
obtenía una mejora se producían dos fenómenos, los obreros de otros establecimientos
comenzaban a reclamar la equiparación y se producían renuncias en las empresas
que pagaban menores salarios, para marchar hacia los trabajos mejor
remunerados. El permanente déficit de la oferta de mano de obra jugaba a favor
de los asalariados.
Al referirse a los primeros pasos organizativos,
Benítez no duda en considerar que la creación de la mutual metalúrgica, “que
tenía la personería jurídica Nº1 y fue fundada por Boedo y Walter Rolando,
permitió encontrar una cobertura para las primeras reuniones gremiales”.
Ricardo Zárate recuerda que la existencia de una oficina de la obra social del
gremio también cumplió el rol de facilitar los primeros intentos de
organización.
La difusión
de que en Tierra del Fuego había trabajo, que se podían obtener salarios
superiores y los bajos precios de los vehículos y artículos domésticos, se
convirtieron en un poderoso magnetismo para trabajadores, sobre todo jóvenes,
de todas las regiones del país. Esto se reflejaba en una migración creciente. En
algunos momentos se notaba el predominio de los que provenían de alguna
provincia, en particular mendocinos, cordobeses, entrerrianos o salteños.
Después de las vacaciones o de cada carta relatando las posibilidades de
prosperar, se multiplicaban los que se animaban a cortar distancias y a encarar
el desafío fueguino.
Gran parte de los que llegaban a la isla estaban
dispuestos a soportar todo tipo de contingencias con la aspiración de acumular
recursos para mejorar sus condiciones de vida y retornar a sus lugares de
origen. Tierra del Fuego se convertía en un lugar de tránsito con la valija
siempre lista para regresar al continente.
Todas las fábricas, todas
Así como llegaban hombres y mujeres dispuestos a
prosperar a cualquier costo, también arribaban quienes tenían experiencias en
luchas gremiales o con formación política de izquierda que aportaron sus
conocimientos, ideales y abnegación para lograr sentar las bases organizativas
del joven movimiento obrero fueguino.
ITC Drean fue la primera fábrica que aceptó una
comisión interna y los activistas de otros establecimientos comenzaron a forzar
la elección de delegados, pero fue un proceso lento, con desigualdades, avances
y retrocesos.
El proceso de elección de delegados y la
tonificación por los triunfos parciales que se fueron conquistando crearon las
condiciones para pegar el salto a luchas del conjunto del gremio metalúrgico.
En 1983, comienza a manifestarse esta nueva
tendencia. La recuperación de la democracia aportó un elemento alentador para
los reclamos colectivos y para la organización obrera.
Los operarios de FAPESA se concentran en el comedor
de la planta reclamando un 25% de aumento salarial. Los reclamos comienzan a
extenderse a otros establecimientos. En octubre, la demanda se generaliza bajo
la consigna de 7.500 pesos de aumento y el conjunto de los metalúrgicos se suma
al paro de brazos caídos en los lugares de trabajo, que va a durar 23 días.
Ante el despido masivo de obreros, la lucha continúa en las calles; en los
últimos días se lleva a cabo una huelga de hambre en la Iglesia Don Bosco que
termina por inclinar la balanza a favor de los obreros.
El conflicto concluye con un triunfo, se obtiene el
aumento salarial y el pago de los días caídos. La masiva asamblea obrera, que
se llevó a cabo en el quincho de petroleros privados, convalidó el acuerdo
alcanzado por los dirigentes. La contrapartida fue que los huelguistas tuvieron
que recuperar una parte de las horas perdidas trabajando los sábados.
Este triunfo potenció la organización gremial. La Unión Obrera Metalúrgica
hasta ese entonces sólo disponía de dependencias para atender la obra social.
Los directivos nacionales perciben la transformación de la actividad y el
dinamismo que van tomando los hechos, y deciden hacer depender de la Seccional Pico
Truncado la vida gremial de los metalúrgicos fueguinos. En 1984, arriba el
interventor Lasperchuk y se nombra como delegado normalizador a Raúl Toledo.
El protagonismo que fueron conquistando los
delegados de fábrica, hizo que el perfil de la organización gremial tuviera un
carácter muy diferente al que estaban acostumbrados los seguidores de Lorenzo
Miguel. Desde los primeros pasos, se impuso el criterio de que los congresos de
delegados fueran la instancia resolutiva por excelencia, convirtiendo a los dirigentes
gremiales en las caras visibles de una
estructura sindical por demás horizontal.
Los delegados comienzan a exigir la autonomía de
Pico Truncado y la creación de nuevas seccionales en Ushuaia y Río Grande, que
finalmente se logra.
Se nombra una comisión por consenso, encabezada por
Raúl Toledo y completada por un delegado de cada fábrica.
Benítez recuerda que en ese proceso “comienza a
apreciarse que desde Buenos Aires se “baja
línea” para “normalizar” el sindicato, para que los directivos se aparten
de las bases y pierdan influencia los delegados. Así comenzábamos a notar que
los delegados cuando llegaban a la Comisión Directiva
empezaban a cambiar de parecer. Había manejos al estilo de la burocracia
sindical y comienza a darse una lucha de sectores, entre los ortodoxos
justicialistas que querían imponer el verticalismo y los activistas de
izquierda, radicales, peronistas de base e independientes que pretendían un
gremio democrático y pluralista”.
Zárate, con relación a este tema, tiene otro punto de
vista: considera que las divisiones no estaban impuestas, “eran distintos
agrupamientos que surgían dentro del cuerpo de delegados, por el contrario,
desde Buenos Aires por lo general no nos daban “bola”, ni nos tomaban en
cuenta”.
Esta pugna también se reflejaba en el ámbito de la CGT local. Desde el gobierno
nacional se buscaba debilitar al tradicional aparato sindical y el entonces
ministro de Trabajo Antonio Mucci alentó a ciertos sectores opositores del
sindicalismo tradicional. Benítez relata que en esa época “estaba la CGT Laserre, que era
la ortodoxa, y la CGT
Rivadavia que era la democrática y pluralista. Esta lucha
llevó a que surjan agrupamientos diversos, por ejemplo en la UOCRA hubo tres comisiones
simultáneas”. Luego, agrega que entre esos sectores “se produjo una divisoria
de aguas; en la UOM
se forma una agrupación que controla el cuerpo de delegados. Desde Buenos Aires
se dice que Río Grande estaba infiltrada por los zurdos, se hacen seguimientos
e investigaciones de los delegados”.
Qué mal se te ve
El triunfo de la lucha por los 7.500 pesos y el
salto en la organización del gremio metalúrgico fue motorizando a otras luchas
parciales que involucraban exigencias
sobre guarderías, condiciones de trabajo, cuestionamiento a los ritmos
de producción, etc. También se generaron conflictos en defensa de trabajadores
despedidos o ante intentos empresarios de restricciones al accionar gremial.
Así ocurrió en la fábrica Hitachi, cuando la
patronal dispuso el despido de un obrero. Los cuatrocientos trabajadores
consideraron un atropello la medida y exigieron en una asamblea por su
inmediata reincorporación. La negativa empresaria llevó a que el 11 de abril de
1985 se ocupara el establecimiento.
La comisión de la UOM convocó a una movilización en apoyo al
conflicto, logrando la adhesión de unas trescientas personas. La policía que
rodeaba la planta intentó impedir que la columna obrera llegara a expresarse
solidariamente. Para cumplir ese objetivo, cortó la energía eléctrica de todo
el barrio y disparó gases lacrimógenos contra los manifestantes; los obreros
respondieron lanzando piedras hasta que finalmente fueron dispersados. La
batalla en medio de la oscuridad arrojó un saldo de varios obreros heridos.
La represión causó indignación en la comunidad riograndense.
Al día siguiente, una masiva manifestación repudió el hecho, habiendo sido convocados
por la conducción metalúrgica. Unas dos mil personas recorrieron las calles de
la ciudad.
Esa tarde, el gobernador territorial Adolfo Sciurano
y algunos directivos de la empresa arribaron a Río Grande para negociar con los
representantes obreros. Por la noche se sellaba el acuerdo que reincorporaba al
despedido.
La huelga más austral
En febrero del año siguiente, el centro de los
conflictos se traslada a la capital territorial. El lunes 10, más de un millar
y medio de metalúrgicos iniciaron una
huelga por tiempo indeterminado reclamando un aumento salarial del 58 por
ciento.
El malestar se gestaba desde hacía varios meses. El
costo de la vida en Ushuaia oscilaba en unos mil australes para cada familia
mientras que los salarios apenas alcanzaban a unos 300 australes.
Además de los insuficientes salarios, salían a la
luz las precarias condiciones de trabajo: “La mayoría somos mujeres y en dos
años han sido por lo menos seis los casos de abortos prematuros. Esto se debe a
los gases tóxicos de las soldaduras con estaño y los esfuerzos a que nos obliga
la patronal”, explicaba Susana Iriarte, delegada general de Noblex, quien
también denunciaba que durante varios meses del año no había calefacción y que
se habían producido “toda una línea de 10 o 15 compañeros afectados por
tuberculosis” (1).
Pablo Villani y Julio González (Aurora -Bencer)
relataban que “las deficiencias de seguridad e higiene en esta empresa llegan
al extremo de disponer de seis inodoros para los 600 trabajadores y
trabajadoras” (1).
La indiferencia de las autoridades laborales y
territoriales ante este cuadro de situación desencadenó la huelga general. Al
tercer día del conflicto, el Ministerio de Trabajo decreta la ilegalidad de la
medida de fuerza. Los empresarios se sienten alentados a disponer una
contraofensiva y envían unos 700 telegramas de despido. Esto irritó mucho más a
los obreros, dado que en el texto se los acusaba de causar agresiones y patoterismo incluso a algunas mujeres que
estaban en el sexto y séptimo mes de embarazo.
La patronal también organizó a un grupo de matones
liderados por un tal Cordero Rojas, presuntamente vinculado a la represión
militar (1).
Ante la dimensión que tomaba el conflicto, las
autoridades laborales disponen la conciliación obligatoria y la reincorporación
de todos los despedidos, quedando el reclamo salarial para ser tratado en las
audiencias.
El primer “tres por uno”
Para los metalúrgicos riograndenses, 1988 será un
año clave desde el punto de vista de las luchas y conquistas que marcará
notablemente los tiempos venideros.
En diciembre de 1987, los obreros ocuparon las
fábricas Hitachi y Kenia por dos días, exigiendo el cumplimiento de un convenio
salarial. La conducción de la UOM
llamó a una movilización que congregó a unos 800 trabajadores y convocó a un
paro solidario de 24 horas.
Así, los obreros comenzaron a tensar las fuerzas, a
disponerse para pruebas más decisivas y
desafíos más audaces.
La característica de un movimiento obrero de una
edad promedio muy joven, sin grandes dependencias familiares y, en gran parte,
con el objetivo de acumular recursos lo más rápidamente posible para regresar
al punto de partida, aportó una cuota adicional de decisión y radicalización a
los procesos embrionarios que se estaban gestando y a las luchas por venir.
Los aumentos de salarios que se conquistaban por
fábrica se traducían en el recibo de sueldo como “a cuenta de futuros
aumentos”. Esto se transformaba en un incremento cero cuando se lograba una
mejora de los básicos de convenio, dado que absorbían todos los aumentos
anteriores.
Para sortear esos inconvenientes, comenzó a surgir
el reclamo del denominado coeficiente tres, que buscaba triplicar el básico de convenio con los
adicionales por zona y por zona desfavorable. Como era de suponer, la entidad
que agrupaba a los empresarios electrónicos (AFARTE) se opuso al pedido.
El 11 de abril, se dispone el paro por tiempo
indefinido hasta conseguir el reclamo.
Los dirigentes de la huelga pensaban en ese momento que el conflicto en una
semana se resolvía.
Las semanas previas se prepararon organizando un
fondo de huelga que apenas alcanzaba para una decena de días.
La prolongación imprevista de la pulseada con la patronal,
obligará a los delegados y activistas a compensar con esfuerzo, sacrificio y
abnegación los detalles que no estaban a la vista en el momento de presentar
batalla.
En la primera semana, se organizó una movilización
que congregó a unas dos mil personas.
Benítez recuerda que “la primera forma de autoorganización fueron los
piquetes para impedir que los carneros contratados por la patronal ingresen a
las fábricas. Nosotros lo hacíamos por las buenas, pero la patronal hablaba de
piquetes de vándalos”. También menciona varios enfrentamientos con la policía.
Uno de ellos ocurrió en la madrugada del lunes 18,
cuando la policía reprimió violentamente a los obreros que estaban frente a los
portones de la empresa JVC. El incidente arrojó un saldo de varios operarios
heridos y se denunció que los uniformados le pegaron hasta a las mujeres,
algunas de ellas embarazadas. Uno de los huelguistas fue detenido. Luego
detuvieron a otros dos trabajadores. Unas horas después, intentan detener a
otro, pero es defendido por sus compañeros y se genera otra brutal represión a
bastonazos y con disparos de itaka por encima de las cabezas.
Las detenciones eran bastante frecuentes. En esos
días fue capturado por los policías el cuerpo de delegados completo de Sigis.
Cada noticia de nuevos detenidos que llegaba al cuartel obrero, hacía surgir en
forma espontánea una movilización hacia la Jefatura o hacia el Juzgado de Paz para exigir
que sean liberados. Y se lograba.
Estos hechos, fueron convirtiendo a Río Grande
en una ciudad sitiada. La tensión se
percibía en los comercios, en las escuelas y en cada conversación entablada
entre los pobladores.
Las asambleas generales se convertían en una especie
de parlamento obrero. Se realizaban frente a la sede gremial, ubicada en la
calle O´Higgins. El edificio contaba con un pequeño balcón, que permitía a los
dirigentes arengar a los huelguistas que se concentraban ocupando casi toda la
cuadra.
En la tercera semana, se llevó a cabo una marcha de
antorchas que nucleó unas dos mil quinientas personas, notándose que muchos
contingentes de otros gremios y sectores de la comunidad (docentes, estudiantes,
empleados y taxistas) se sumaron a la movilización.
La huelga mostraba su firmeza y ganaba adhesiones
entre la población. Como en todo
conflicto social prolongado, los intereses convergentes, la fuerza de las
convicciones y las convicciones de la fuerza polarizan a la sociedad, haciendo
que con el curso de los días nuevas franjas de la población adhieran al
objetivo obrero y se expresen solidariamente. Este efecto, además de aislar a
los empresarios, fue dejando expuestos y debilitados, a los gobernantes que se
sentían molestos por la anormal situación.
El apoyo solidario se expresaba no sólo en las
manifestaciones, también en las colectas, en los bailes y recitales, en el
“fiado” de los comerciantes y de los dueños de pensiones y de casas de
alquiler. Toda una red de complicidades era percibida por los obreros y
tonificaba su decisión de continuar hasta lograr el objetivo propuesto.
Los diarios nacionales de la época pintaban un
panorama de sublevación subversiva en Tierra del Fuego. Las hogueras y los
pasamontañas que lucían los huelguistas en las fotografías de los medios
gráficos, eran el argumento preferido por los ideólogos de esa versión. Desde
Ushuaia se mandaron efectivos para “mantener la calma” y el gobierno nacional
envió un destacamento de gendarmes que se concentraron en forma intimidatoria
en el BIM 5.
Pero, los que
sufrían en carne propia necesidades parecidas en otras partes del país, y
contenían su rebeldía y descontento, no sólo no tomaban en cuenta las
afirmaciones de los “cagatintas”, sino que llevaban a cabo colectas en otras
ciudades del norte y se pronunciaban solidariamente con los obreros fueguinos.
Los dirigentes nacionales de la UOM insistían para que la
seccional acate la conciliación obligatoria que había decretado el Ministerio
de Trabajo y que había sido rechazada por la asamblea obrera.
El jueves 19, un millar y medio de obreros se reúnen
en las puertas de la sede gremial, luego de cuarenta días de lucha por la
obtención de un sueldo de 2.900 australes. El entonces secretario general de la UOM, Osvaldo Pizarro, pone a
consideración de los obreros la contrapropuesta patronal: 2550 australes en
abril, 2.800 en mayo y 3.100 en junio, la reincorporación de todos los
despedidos (180) y un adicional de mil australes por todos los días caídos. A
pesar del cansancio, de tanta tensión acumulada, los metalúrgicos tuvieron
tiempo para el festejo.
Una anécdota
Apolonio Benítez, recuerda una incidencia ocurrida
en medio del conflicto:
“Un grupo de carneros quiso entrar en Sigis, lo que
originó una pedrea de los obreros que estaban en la puerta. La policía reprimió
y detuvo a la comisión interna. Desde el sindicato convocamos a una movilización
general hacia el Juzgado de Paz, que era
la única institución judicial que existía entonces y que estaba a cargo del
doctor Jorge Amena.
Los trabajadores movilizados rodearon la manzana
para hablar con el juez. Amena cuando salió a la puerta estaba pálido, desesperado cuando vio
a la multitud que tocaba bombos, cornetas, bocinas y megáfonos. La gente gritaba que si no soltaban a los compañeros
le quemaban el Juzgado.
Amena no me quiso recibir por mi filiación política
(comunista). Le salió un rasgo de maccartismo, de no querer rebajarse a hablar
con un individuo de pelo largo, con campera camuflada, que me calificaba de
“sandinista” por dichos de su secretario. Éste, decía a quien le quería
escuchar que había que matar a todos los comunistas y se lamentaba que la
dictadura no había podido cumplir su cometido, pero tuvo que soltar a todos.
Finalmente, se acordó que todos los compañeros fueran liberados”.
Una vanguardia aguerrida
El desarrollo de este prolongado conflicto llevó a
muchos dirigentes, delegados y activistas a poner en práctica métodos violentos
para preservar la huelga y a mecanismos de organización clandestina para evitar
que los policías liquiden el movimiento deteniendo a los principales
dirigentes.
Hacíamos referencia de los piquetes organizados para
impedir que aquellos que desertaban de la lucha terminen por aislar a la
conducción y hacer fracasar la medida de fuerza.
Como en tantos momentos críticos de las luchas
populares, la decisión y perseverancia,
la valentía y audacia de los
protagonistas pueden definir el resultado de la batalla.
Cuando promediaba la huelga, los dirigentes de
entonces recuerdan que “el activismo se fue desgastando, los piquetes
aflojaban, en algunas plantas como Sistemaire, Mirgor, Famar, Kenia y Radio
Victoria la huelga se debilitaba. La
falta de dinero hacía vivir situaciones muy difíciles. Los compañeros vendían
los artefactos domésticos y una olla popular en la UOM permitía alimentar a unas
mil personas. Se realizaban asambleas de las
fábricas más fuertes frente a los portones de las que estaban más
débiles, era una especie de piquetes masivos encubiertos. La huelga ya estaba
al borde de ser quebrada, pero la ofensiva patronal de concretar los despidos
masivos hizo resurgir a los activistas y la huelga volvió a tonificarse con
todo”. Quienes soportaron los peores momentos fueron los obreros de BGH,
Talent, FAPESA e ITC.
En esos momentos de dudas, incertidumbres y
vacilaciones, el papel de los activistas pasa a ser decisivo, reemplazan con su
tenacidad la debilidad de la masa y sus acciones audaces mantienen en raya a
los que pretendían cruzar los portones de ingreso a las fábricas.
La valentía de los activistas se ponía a prueba casi
diariamente. Los que integraron los piquetes de entonces recuerdan que “había
que parar a los micros que llevaban los carneros, en ese momento no había
diálogo posible, el futuro de la huelga dependía de cada una de esas pequeñas
acciones que impidieron que se comience a trabajar. Hubo muchas ocasiones en
que se tuvo que cascotear a los micros, fajar carneros y defender a los
compañeros que querían llevar presos los policías. Una vez en JVC, paramos a 2
o 3 carneros muy pesados, la patronal llama a la cana, pero cuando llegan el
piquete ya se había ido. Entonces se las agarran con los pocos que estaban allí
y ya los estaban por detener, cuando un compañero avisa a los de BGH, que salen
corriendo y los cagan a palos a los policías, que se van rápido y hasta pierden
las gorras. Después llega un camión antimotines con 30 policías, pero la UOM convoca a los compañeros,
se juntan como mil, rodean a los policías y estos tienen que irse silbando
bajito”. Hechos como este son muy frecuentes durante las siete semanas de la
huelga.
La Comisión de Huelga funcionaba en
forma clandestina, mientras que la denominada Comisión de Acción Social lo
hacía a la luz del día dedicada a la colecta y distribución de los fondos, organizaba
las ollas populares y administraba los alimentos y medicinas. “Los policías
perseguían a la Comisión
de Acción Social pensando que dirigían el conflicto pero perdía de vista a la
verdadera conducción que era la
Comisión de Huelga”.
La U.O.M. Austral
La característica de movimiento obrero emergente
signó el perfil de las organizaciones gremiales fueguinas.
La U.O.M. durante mucho tiempo fue el
gremio más influyente del país. Por agrupar a los obreros industriales, brindó
a su estructura sindical un poderío que va más allá de la cantidad de afiliados
que nuclea; además, el protagonismo tradicional que tuvo dentro de los
agrupamientos gremiales brindó un
elemento adicional de su influencia.
En Tierra del Fuego, el sindicato metalúrgico no
tuvo el tiempo necesario como para lograr estabilizar una conducción adicta al
miguelismo y, por otro lado, la decisiva influencia que alcanzaron los
delegados hizo que madurara la tendencia a encumbrar a dirigentes comprometidos
con los requerimientos de las bases.
Desde sus iniciales pasos gremiales, los
metalúrgicos fueguinos hicieron sus primeras armas en las secciones de las
fábricas, en los comedores y vestuarios; se foguearon desconfiando de los trámites administrativos
en la cartera laboral y de gestiones diplomáticas ante los representantes
empresarios. Esa característica distintiva, modeló una estructura sindical
horizontal que obstaculizó cualquier intento de negociaciones a espaldas de las
asambleas obreras o la obtención de “cheques en blanco” o prebendas por parte
de los directivos.
Luego de este importante triunfo en el terreno de la
acción directa, se abren todos los caminos para el reclamo de autonomía y constitución de una seccional en cada ciudad
fueguina.
A mediados de 1987 se había conformado una comisión
directiva provisoria integrada por Osvaldo Pizarro y delegados de diversos
establecimientos.
El 3 de agosto de 1988, son convocadas las
elecciones donde surgirá la primera
conducción institucionalizada de Río Grande. La nueva comisión estará
encabezada por Pizarro a quien acompañan Jorge Ybars, Walter Rolando, Ayala,
Barbosa, Romero, Benítez y López.
En tanto, en la capital fueguina el proceso
normalizador fue en abril de 1984, donde se presentaron dos listas (ambas
encabezadas por dirigentes de Continental) imponiéndose Gustavo Espinosa. A dos
años de este proceso, la conducción tuvo que ponerse a la cabeza de un paro
seccional, que finalizó con alrededor de sesenta despedidos.
“El descontento de los trabajadores fue tal que
tomaron el sindicato en dos oportunidades (a fines del `86 y a principios del
`87), razón por la cual la dirigencia decide renunciar. Acto seguido se ingresó
en un largo período de intervenciones de parte del Secretariado Nacional (...)
Cuatro interventores consecutivos pasaron por la UOM local hasta mediados del 90 y recién entonces
se convocó a una nueva elección para normalizar el sindicato. Se presentan dos
listas: una, encabezada por José Varela y la otra, por Ángel Valle” (2). Varela
se convierte así en dirigente para completar el período inconcluso de Espinosa.
“A fines del `92 se produce el primer recambio
“normal” de conducción, y Varela debe entregarle el mando a Marcelo Sosa –de la
lista Verde- que venció a Osvaldo Brest, (...) para su segunda gestión no
compitió con nadie, habida cuenta que la lista que intentó enfrentarlo,
integrada por la más férrea oposición que tenía (Ángel Valle a la cabeza), fue
bajada a poco tiempo de los comicios en circunstancias que no quedaron muy
claras” (2).
En ambos casos, el propósito miguelista (3) fue que
esta nueva conducción de ambas seccionales encarne la transición hacia el
modelo tradicional, que se vayan consolidando dirigentes con poder de decisión
al margen de la voluntad de los afiliados y que se desmonte el perfil
autogestionario que se fue gestando en esta génesis metalúrgica austral.
FUENTES:
(1) Distintas
crónicas periodísticas publicadas en el diario Tiempo Fueguino y en el
periódico Solidaridad Socialista, órgano del
M.A.S.
(2) Wilder Urbina, El ocaso de un gigante. Revista
Ojo, Nº3, 8/6/99.
(3) Corriente encabezada por Lorenzo Miguel, quien
durante décadas condujo el sindicato metalúrgico en el ámbito nacional, que fue
vinculado en reiteradas ocasiones a actitudes violentas contra los opositores,
arbitrarias y de complicidad con los empresarios. Fue el referente de la
denominada burocracia sindical.
CAPITULO VIII
Otros gremios se suman
Crecen las filas de los trabajadores
El movimiento migratorio originado por la
instalación de plantas fabriles bajo el amparo de la promoción económica, creó
las condiciones para que muchas otras
especialidades laborales encuentren posibilidades de inserción en tierra
fueguina.
El aumento de la población y las instituciones que
surgieron, sobre todo luego de la provincialización, generaron una innumerable
variedad de puestos de trabajo para las más diversas profesiones: abogados,
médicos, enfermeros, docentes, constructores, ingenieros, técnicos, etc.,
quienes se sumaron también a la búsqueda en estas tierras, de la prosperidad.
El aumento de la burocracia estatal, del personal de
los hospitales y de la estructura educativa testimonia ese proceso.
EVOLUCION DE LA PLANTA DE PERSONAL DEL SECTOR PUBLICO PROVINCIAL
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
| AREA/ESCALAFON |
1985 | 1986 | 1987 |
1988 | 1989 | 1990 |
1991 | 1992 | 1993
| 1994 |
1995 | 1996 |
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
T O T A L 6.766 7.944 7.944 9.860 12.080 13.616 11.052 10.960 11.346 12.636 14.282 12.802
ADMINISTRACION
CENTRAL 3.383
3.972 3.972 4.930
6.040 6.808 5.526
5.380 5.673 6.318
7.141 6.401
-SEGURIDAD 400 509
509 628 712
759 759 736 736 739
799 800
-DOCENTE 625 775
775 1.452 2.010
1.943 1.587 1.591
1.684 1.971 2.290
1.802
-SALUD 540 666
666 637 839
882 791 1.029
1.029 1.049 1.060
1.058
-ACCION
SOCIAL 228 382
382 382
397 400 296
299 299 308 294 276
-LEGISLATURA 143
153 153 154 213 238
238 173 173 173 175
175
-PODER
JUDICIAL 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 295 295
-RESTO 1.447 1.487
1.487 1.677 1.869
2.586 1.855 1.552
1.752 2.078 2.228
1.995
ORGANISMOS
DESCENTRALIZADOS 176
243 243 341 404 642
642 558 558
764 938 894
-D.P.O.S.S 50 69 69 71
116 76 76 65 65 74 74 77
-D.P.E. 81
85 85 109 109 109 109 81 81 95 98 98
-I.P.P.S. 0 21 21 35 53 69 69 63 63 85 89 58
-I.S.S.P. 45 68 68
126 126 126
126 126 126 173 187
184
-IN.FUE.TUR. 0 0 0 0 0 36 36 26 26 39 60 58
-I.P.V. 0 0 0 0 0 226 226 197 197 199 230
235
-VIALIDAD
PROVINCIAL 0 0 0 0 0 0 0 0 0 83 83 83
-DIR. DE
PUERTOS 0 0 0 0 0 0 0 0 0 16 27 26
-I.P.R.A.
0 0
0 0 0 0 0 0 0 0 90 75
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Fuente: Dirección de Presupuesto de la Provincia.
Con esta evolución comenzaron a desarrollarse y a tomar forma otras entidades gremiales que
agruparon a los empleados públicos, docentes, municipales, legislativos,
judiciales, bancarios y de la sanidad.
Luchas Blancas
Muchas luchas reivindicativas alcanzaron importante
envergadura y tuvieron a los docentes
como protagonistas. Sus vínculos con padres y alumnos hicieron que cualquier
movimiento gremial o reivindicativo tuviera de inmediato una gran repercusión
social.
Hacia fines de la década del 70, los docentes apenas
superaban el centenar. En Río Grande, existían entonces cinco escuelas
primarias (2, 4, 7, 8 y 10), las únicas escuelas de enseñanza media eran el
Colegio Don Bosco y la
Escuela Agrotécnica de la Misión Salesiana.
Los primeros pasos gremiales comienzan a darse en
1982. En ese entonces, María Bárbara Torres, una activa militante
justicialista, convoca a un grupo de docentes independientes para intentar la
formación de un agrupamiento gremial. De esas primeras reuniones, participaron
Pedro Gossek, María Campos, “Yoyi” Torres, Jorge Barbosa, Nilda Carbone y
“Chachi” Villarreal, entre otros. En esta época, surge la Asociación de
Trabajadores de la
Educación Fueguina (ATEF), que nucleó a los docentes de
escuelas primarias de Río Grande.
La primera medida de fuerza de la que se tenga
memoria, se llevó a cabo durante el último gobierno de facto, a cargo de Raúl
Suárez del Cerro, en 1983. El reclamo se originó en la necesidad de una
recomposición salarial por el continuo deterioro que sufría el poder
adquisitivo, fruto de la inflación. El paro fue de 24 horas. El gobernador
militar viajó alarmado a Río Grande para tratar de negociar con los docentes y
el acuerdo se alcanzó rápidamente.
“A veces la propia dirigencia gremial no sabía como
contener los conflictos por que en ocasiones se desataban y no siempre tenían posibilidades de concluir
con éxito, y todo gremialista serio sabe que es peligroso llegar a una lucha
frontal cuando no hay posibilidades de lograr la conquista reclamada por que
después viene un período de decaimiento”, recuerda Nilda Carbone.
Mientras esto ocurría, los docentes capitalinos
comenzaban a plasmar una primera entidad del sector, que se denominó Asociación
del Magisterio de Ushuaia (AMU), liderada por Agustina Zanacola.
El primer grupo de gremialistas docentes se mantiene
durante unos pocos años, luego comienzan a dejar la actividad por diversos
motivos, algunos se marchan de la provincia y otros comienzan a ocupar cargos
en la función pública. Así, surge una nueva camada de dirigentes y activistas
que comienzan a conducir el gremio, entre ellos se destacan Rosana Bernárdez,
Miguel González, Patricia Iacoplo, Silvia Pereira, Susana Cobos, Rosita Paredes,
Irma Ojeda y Carmen Medina, todos de enseñanza primaria.
La lucha por la equiparación
El surgimiento de nuevas instituciones escolares
generó un contraste importante entre lo que percibían los docentes de escuelas
primarias con los de enseñanza media. Los primeros dependían del gobierno del
Territorio y los segundos del Ministerio
de Educación de la Nación.
A partir de la aprobación de la Ley 261 (Estatuto del
Docente), los maestros primarios obtienen un nivel salarial superior a sus
colegas nacionales. Nilda Carbone recuerda que “con el estatuto los docentes
primarios logran una gran ventaja al establecerse una nueva escala salarial.
Entonces se desata una lucha muy importante de los docentes nacionales para
lograr la equiparación. Fue una lucha muy difícil por las dificultades para
negociar con las autoridades nacionales y las territoriales”
Surge así, la Unión de Trabajadores de la Educación de Río Grande
(UTERG), agrupando a los profesores de las escuelas secundarias, con el
propósito fundamental de lograr que por igual trabajo se obtenga similar
remuneración. Esta entidad estuvo impulsada por Silvia Serravalle, Carlos
Ratier, Antonio Canizo, Héctor Zárate y Juan José López, entre otros.
La primer conquista se obtiene el 19 de junio de
1986 cuando la
Legislatura Territorial aprueba la Ley 280 que establece “un subsidio por hora cátedra a
los profesores de nivel medio y superior dependientes del Ministerio de
Educación y Justicia de la
Nación, que cumplan sus tareas en Tierra del Fuego,
equivalente a la diferencia entre lo que abonan la Nación y el Gobierno del
Territorio a los profesores que dependen de su jurisdicción”.
A pesar de
la vigencia de esta ley, en noviembre estalla el conflicto nuevamente. Silvia
Serravalle explicaba los reclamos volcados en un petitorio: “el no cumplimiento
de la Ley 280,
que hace referencia a la equiparación, no solamente en la tardanza del pago
sino en la interpretación de la misma,
hay un pago discriminatorio, nos pagan a los docentes pero no a los cargos, un
mal manejo de planillas (...) queremos demostrar que tuvimos muy buena
voluntad, respondimos a todo, pero lamentablemente no recibimos la respuesta de
la misma forma, ya que no tenemos un interlocutor válido...”(1).
Se movilizan los estudiantes
Este
reclamo generó la primera manifestación estudiantil que se recuerda en Tierra
del Fuego. Esto ocurrió el 21 de noviembre, cuando una columna de alumnos de la ENET, de las escuelas de
Comercio 1 y 2 y del DINEA, manifestaron
por las calles de Río Grande con bombos y pancartas, para converger con los
docentes en la Delegación
de Gobierno, y solidarizarse con ellos.
Algunos de
los estudiantes expresaban de esta manera sus motivaciones: “Este es un
conflicto que empezó hace nueve meses y
que desde el mes de mayo estamos con paros, con casi un mes de inactividad,
casi el año lo perdimos y no puede ser que esto se siga dilatando. Esta es la
única herramienta que tienen los profesores para sus demandas, luego vendrán
las vacaciones y no queremos que este problema se dilate hasta el año que
viene. Pedimos que el conflicto se solucione ahora” (2).
En las
negociaciones participaron la titular de la cartera Educativa Ada Valls y el
funcionario de Economía contador Molina Santader, quienes acceden a los
reclamos docentes. Las clases fueron reiniciadas el lunes siguiente y dos días
después se abonaba lo adeudado.
No
obstante, la lucha por el cumplimiento de la Ley 280 generó numerosos conflictos en los años
venideros. Durante el gobierno del radical Eseverry se deja de pagar la función
docente y el presentismo por un lapso de 16 meses hasta que se logra su
reimplantación.
El conflicto más duro
En 1990,
recuerda Héctor Zárate, se entra “en el conflicto más serio de la historia de
los docentes porque el gobierno deja de pagar la equiparación conquistada en 1986”.
“Se toma la EPET y esa decisión es
acompañada por la comunidad educativa. El mismo día se suman los padres y
alumnos que acudían a los establecimientos dependientes del DINEA”.
El
gremialista docente alude a un inconveniente que se generó con las autoridades
de la Unidad
Académica Río Grande de la UTN, que se encontraba en el mismo edificio de la EPET. “Mario Ferreyra y
Urcelay estaban en contra de la medida, se vivieron momentos muy duros, casi se
llegó al enfrentamiento físico. Pedían que nos fuésemos del edificio porque
dificultaba las actividades, a pesar de que ellos también se iban a ver
beneficiados por el cobro de la equiparación. Nosotros pedíamos que se unieran
los docentes de la UTN,
pero ellos no lo entendían así y comenzaron a boicotear la medida de fuerza.
Hacen varias intimaciones y cada día se complica más la convivencia, el estado
de nerviosismo crecía y la situación se convirtió en insostenible. Entonces, al
segundo día decidimos concentrarnos en la Escuela de Comercio Nro.1, se la avisó a la
directora Elsa Corradini que el edificio a partir de ese momento estaba tomado,
nos entrega las llaves y a partir de ese día comienza otra historia”.
La larga
ocupación de la escuela “casi se transforma en un síndrome de la Carpa Blanca, pasamos
a ser un monumento más. En todo Río Grande no se dieron clases por casi sesenta
días. Mucho no molestaba al gobierno fueguino porque no dependíamos de ellos y
tampoco al gobierno nacional porque estábamos a tres mil kilómetros de distancia”.
“La
prolongación del conflicto obliga a las autoridades del Ministerio de la Nación a viajar a Río
Grande. El encargado de relaciones institucionales y laborales bajó del avión,
se tomó un remis, llegó a la escuela y conversó durante tres horas con
nosotros, para luego pegar la vuelta. Vino a corroborar la situación, si la
escuela estaba tomada y la enseñanza paralizada. Finalmente, nos dijo que la
lucha estaba bien encaminada. El Ejecutivo nacional conocía la ley de
equiparación, desconocían los motivos por los cuales se había suspendido si se
contaba con presupuesto para pagarla. En ese entonces el gobierno territorial
hacia figurar que con ese monto se abonaba el subsidio pero la plata no iba al
destino fijado”.
“Ushuaia no
acompañaba la medida, vivían pasivamente el conflicto aunque padecían la merma
salarial. La crisis de la provincia era muy grande, hubo días que hasta dos
veces por día nos reuníamos, ponían el avión de la Gobernación para llevarnos y traernos de vuelta. Teníamos
audiencias maratónicas, llegaban hasta 8, 10 y 12 horas, donde participaba todo
el gabinete de entonces, pero la solución no aparecía. La ley no estaba
derogada pero no se disponía el pago.
Fue un intento de sacarlo definitivamente, pero lo supimos pilotear. Se jugó y
se especuló con ver hasta donde estábamos dispuestos a tensar la cuerda”.
“Nos
desalojan de la escuela por orden judicial. El día del desalojo hicimos una
misa en la escuela y nos fuimos caminando con bombos y carteles hasta una casa
en Antártida Argentina (entre Perito Moreno y San Martín) que había sido
facilitada por un compañero”.
“Al
finalizar el ciclo lectivo 1990 se ganó
lo que se pedía, se pagaron los sueldos caídos y se garantizó que nunca nos
iban a sacar la equiparación, en los hechos, hasta ahora existe. Nos
fortalecimos internamente que era lo que necesitábamos” (3).
Dificultades para la unidad
Todos los
dirigentes gremiales docentes consultados coinciden en que durante largos años
los obstáculos para obtener una entidad gremial unificada parecían casi
insalvables y la disgregación se expresaba en los tres agrupamientos existentes
(ATEF, AMU y UTERG).
Héctor Zárate
considera que “el acercamiento con el nivel primario, tanto de Río Grande como
de Ushuaia, era imposible por cuestiones que no tenían que ver con la ideología, sino con mezquindades al
estilo de que los fueguinos se consideraban usurpados por los nacionales. Esas
diferencias entre los docentes primarios y secundarios, que existen en todo el
país, acá se potenciaban y se personalizaban”.
Estas historias de pueblo chico, también son tomadas en
cuenta por Nilda Carbone, quien considera que “hubo mezquindades de ambos lados
que impidieron la unidad”. También analiza que “el hecho de controlar un
aparato sindical, aunque nunca fue poderoso ni manejaba fortunas, posiciona a
los dirigentes ante la sociedad y se tiende a defender esa ubicación” (5).
Zárate recuerda que se buscaron estatutos
gremiales de otras entidades del país para tomarlos como referencia pero no
había mucho interés y el tema se iba diluyendo. “La seguidilla de
conflictos hizo que nos viéramos más
ocupados en atender los paros que la organización y así se transitó durante
1988 y 1989. Hubo inconvenientes con María Bárbara Torres (con la gestión del
gobernador territorial Martín Torres, en 1989), porque salía de ser la secretaria general de ATEF
para asumir como subsecretaria de Educación y se llevaba a muchos dirigentes
para convertirlos en funcionarios”.
Zárate
recuerda que durante el prolongado conflicto de 1990, llegaron a Río Grande
dirigentes nacionales de CTERA, entre ellos Carlos Baldino, que era el
secretario general del SUTEN, un sindicato de primer grado que agrupaba a los
docentes nacionales y que se encontraba integrado a la central docente. “Llegó
en plena escuela tomada y con su presencia hicimos las elecciones para
constituir una Comisión Organizadora. Se le pidió a todos los docentes de
enseñanza media que votaran en la urna y, luego del escrutinio, se constituyó
el SUTEN en Tierra del Fuego en plena escuela tomada. Este paso adelante, es el
punto de partida de la organización actual y fue el gran saldo a favor de esa
lucha” (3).
Los conflictos de la era provincial
La
transformación en Estado Provincial de Tierra del Fuego y la asunción del
gobierno del M.P.F. generó expectativas de que la conflictiva relación entre
los docentes y las autoridades puedan encontrar una vía de diálogo y
soluciones, sin embargo, cada inicio de ciclo lectivo tuvo la permanente
amenaza de que las clases no se pudieran desarrollar con normalidad.
Nilda
Carbone evalúa que se encontraron “con funcionarios muy poco políticos para
negociar” y recuerda que “en 1991 se produjo la última recomposición salarial
que se logró, luego nunca se pudo hacer una negociación. Desde esa época, como
toda la administración pública, estamos con los sueldos congelados. Antes, a
pesar de ser funcionarios nacionales, comprendían la necesidad de hacer
participar al sector, ofrecían algunos espacios de negociación; Pero, con este
gobierno nunca el docente fue tan omitido, funcionarios que actúan con
soberbia, no les interesa, no valoran o no consideran necesario encontrar el
consenso a través del diálogo y la negociación” (5).
Zárate
recuerda que 1992, con Sulema Lodeiro como secretaria de Educación, fue un año
muy conflictivo. Como ejemplo de esa relación tortuosa, el 3 de julio se
realizó una multitudinaria marcha convocada en defensa de la escuela pública,
por la conducción del SUTEN. La marcha se inició en el Concejo Deliberante y se
dirigieron luego a la sede de la
Delegación de Gobierno, donde Lodeiro atendió a través de una
ventana, a la delegación gremial. Al ser cuestionada la política del gobierno
provincial, la funcionaria cerró la ventana y cortó el diálogo con los
gremialistas (4).
La inquietud
de la comunidad educativa se había originado por la inminente transferencia de
las escuelas de enseñanza media a la órbita de la provincia.
En tanto,
los docentes enrolados en ATEF
(primarios) venían aplicando retención de servicios de una hora por turno,
desde comienzos de año, en demanda de un incremento salarial. A fines de julio,
esa medida se profundizó a media jornada y por tiempo indeterminado.
El 26 de
octubre el gobierno promulga el Decreto 1879/92 declarando la emergencia
educativa y amenazando a los docentes con ser dejados cesantes si no retornan a
sus puestos de trabajo y ser reemplazados en sus puestos por idóneos, como
padres, conscriptos, etc.
La dureza
del enfrentamiento hizo surgir a la Mesa Coordinadora
Provincial de la Educación
como forma provisoria de unificación del comando gremial. El 26 de octubre,
este agrupamiento difunde un documento en respuesta al “decretazo” donde afirma
que “el gobierno de esta provincia confunde la conducción política con la
administración de un almacén y considera a la educación como un gasto” y
rechazan el ofrecimiento oficial señalando que “no estamos dispuestos a vender
nuestra dignidad por una limosna transitoria de tres meses y mucho menos
aceptar el soborno de $120.-, como tampoco aceptamos ser conejillos de indias
en el ensayo de los premios “en negro” a la asistencia perfecta”. También
critican la actitud pasiva de los legisladores “que no aportaron nada desde que
asumieron su gestión en el Parlamento, dado que los proyectos existentes fueron
elaborados por docentes, ya sea el estatuto, de las transferencias y escalafón
único” (6).
Finalmente,
se suspendió la medida de fuerza para iniciar el diálogo que tenía como punto
de partida el compromiso del vicegobernador Miguel Ángel Castro (Estabillo había
viajado a Rusia) de acceder a incorporar las sumas “en negro” a la liquidación
de haberes.
Unidad al calor de la lucha
El
surgimiento de la mesa coordinadora fue el paso más decidido dado por los
docentes hacia la conformación de una entidad gremial única en la provincia.
Zárate
recuerda que durante el prolongado conflicto de 1992 “vimos la necesidad de
unificarnos. Hicimos un paro muy grande, muchas manifestaciones en Ushuaia,
estábamos todos juntos porque afectaba tanto a los que dependían de la provincia
como a los del ámbito nacional”.
En el
transcurso de ese conflicto, llegó a la provincia Mary Sánchez, secretaria
general de CTERA, quien además de apoyar las demandas de los docentes fueguinos
los exhortó a unificarse en una sola entidad gremial.
Las tres
entidades (AMU, SUTEN y ATEF) comienzan a superar viejas diferencias y convocan
a un plenario en la localidad de Tolhuin, donde se aprueba el proyecto
unificador y se conforma una comisión provisoria integrada por referentes de
los tres agrupamientos.
Unos meses
después, se lleva a cabo una asamblea constitutiva en la Escuela José Martí de
Ushuaia, donde surge el Sindicato
Unificado de Trabajadores de la Educación Fueguina (SUTEF). Unos cuarenta
docentes participan de una prologada reunión donde deciden conformar la junta
electoral para efectuar las primeras elecciones de la entidad el 1 de noviembre
de 1993. Donde se presenta una sola lista encabezada por Héctor Zárate.
Disgregación gremial
En 1987, se produce un proceso de disgregación gremial
que tuvo su origen en apetencias personales y en razones políticas. Luego de
producirse las elecciones internas en la seccional de Río Grande de A.T.E., la
lista perdidosa conforma un nuevo sindicato que agrupa al personal no médico
del hospital. En ese comicio, la lista Blanca, conducida por Ricardo Casero y
Alejandro Romero, resulta triunfadora. La lista Verde, que era conducida por Claudio Antonio, Jorge
López y Raúl Ruiz, al no ver complacidas sus expectativas electorales,
conforman A.T.S.A. Luego, un integrante
de la propia lista Blanca, Alberto Richter, se sumará a la flamante entidad
gremial.
Ese proceso impulsó a que en el ámbito municipal se
generara un proceso similar, en este caso claramente inspirado desde el
Ejecutivo municipal, conducido por el justicialista Esteban “Chiquito”
Martínez. En ese caso, los integrantes de A.T.E. Fernando Paleo y Luis Pesarini
crearán la A.S.O.E.M.
para agrupar una porción de los empleados municipales.
Hacia fines de la gestión justicialista, los empleados
municipales protagonizarán una lucha que tendrá connotaciones políticas por
superponerse con las elecciones para la renovación de cargos en el municipio.
El reclamo se concentró en diferencias en la liquidación de los haberes que
implicaban una importante disminución salarial que el intendente Martínez se
resistía a conceder. En tanto, los candidatos de la oposición (Jorge Colazo/
U.C.R. y César Andrade/ M.P.F.) se comprometieron públicamente a reconocer la
reivindicación y pagar la diferencia.
La pulseada alcanzó un pico importante cuando se dispuso
una huelga de hambre que llegó a prolongarse durante casi dos meses, montándose
carpas frente al edificio municipal. Al ganar el candidato radical, reiteró su
compromiso preelectoral y el conflicto se superó. Pero, luego de la asunción,
las gestiones y amagues de conflicto por esta razón se prolongaron casi un año,
hasta que Colazo se avino a cumplir con su promesa electoral.
Primer ensayo represivo
El 8 de
octubre de 1992, los efectivos policiales de la provincia descargaron una
furiosa represión sobre los cuerpos de los trabajadores portuarios que se
encontraban protestando ante las maniobras de diversas empresas de estiba.
Varios jornaleros sufrieron lesiones cortantes, moretones y otras de diversa
consideración.
El
conflicto se había originado unos días antes, a raíz de que algunas empresas,
con el propósito de bajar sus costos operativos, contrataron personal no idóneo
ni habilitado para realizar esas tareas.
Ante el
conflicto desatado, algunos legisladores intentaron mediar entre las partes. El
legislador Oscar Bianccioto consideraba que: “un día antes (de la represión)
junto al legislador radical Pablo Blanco, teníamos pautas claras de que era
posible dialogar y llegar a un buen acuerdo, luego se aceleraron los hechos,
hubo una orden del juez que entendía en la causa para que interviniera la
policía y ocurrió lo que es de público conocimiento. Lo que es lamentable es
que el Ministerio de Trabajo de la provincia no haya tomado cartas en el
asunto, la mediación era simple, el problema no era grave en principio...”,
para agregar luego su repudio a la represión policial (7).
El conflicto originó una sesión de la Legislatura donde
todos los bloques denunciaron que las empresas violaban “normas jurídicas de
carácter nacional y de carácter constitucional de la provincia”.
En la
presentación efectuada por los abogados de las víctimas del accionar policial,
se consideró que el operativo fue totalmente desproporcionado, que no tuvo como
objeto dispersar a los obreros sino de rodearlos a través de un operativo de
pinzas para descargar sobre ellos todo el peso de la represión. No obstante, bajo el
amparo de la orden judicial, la jefatura de la Policía Provincial
dispuso un operativo represivo, donde según conocedores del tema, se propuso
acorralar a los portuarios y no disuadirlos ni presionarlos para que se retiren
del lugar.
Ese “operativo de pinzas”, como fue calificado,
rodeó a los obreros con el evidente propósito de quebrar la moral de la huelga
a través de la represión. La resistencia de los huelguistas originó serios y
prolongados enfrentamientos.
El accionar policial dejó un alto número de heridos
entre los obreros y logró el objetivo de liquidar el conflicto. El propósito evidenciado por el
gobierno de Estabillo y Castro fue el de intentar producir un escarmiento a los
huelguistas, aplastar el conflicto por la fuerza y dejar sentado cual sería su
política para enfrentar a las luchas obreras.
Este primer
ensayo general represivo, además de traslucir las mentalidades autoritarias de
quienes gobernarían la provincia durante ocho años, fue un anticipo de la
tragedia que se desarrollaría años después.
FUENTES:
(1)
Periódico
Noticias, Nº 604, 22/11/1986.
(2)
Periódico
Noticias, Nº 604, 22/11/1986, nota tomada de las declaraciones formuladas por
los estudiantes David Martedi, Daniel González, Leonardo Arias y Jorge Martínez
del ENET, vertidos en el programa Hola Che, de LRA 24 Radio Nacional, conducido
por Guillermo Dell´Oro.
(3)
Entrevista
del autor con Héctor Zárate en los primeros días de diciembre de 1998.
(4)
Diario
Tiempo Fueguino, 4/7/92.
(5)
Entrevista
del autor con Nilda Carbone a fines de diciembre de 1998.
(6)
Diario Tiempo Fueguino, 27/10/92.
(7)
Diario Tiempo Fueguino, 10/10/92.
CAPITULO IX
Tierra del Fuego conmueve al país
El tres por uno
Mientras la clase política se encontraba absorbida por
las derivaciones del denominado Pacto de Olivos, los primeros meses de 1994
mostraron una creciente manifestación de resistencia a la política oficial.
El acuerdo radical - justicialista que abrió las
puertas a la convocatoria a elecciones para una Asamblea Constituyente, impuso
que toda la dirigencia política estuviera abocada a las negociaciones y
búsquedas de acuerdos de todo tipo en las semanas previas a la apertura de las
sesiones. Así, se vieron sorprendidos por la sublevación de Santiago del
Estero, donde la población echó al gobernador, como así también cuando los obreros de la fábrica Sevel (Fiat)
ocuparon la planta durante varios días; En Jujuy, cuando una movilización
obrera impuso la liberación del gremialista “Perro” Santillán y en Nogoyá
(Entre Ríos) donde se produjo otra sublevación popular.
Al mismo tiempo que los convencionales
constituyentes preparaban (entre ellos el gobernador Estabillo) sus “roscas”,
en algunas fábricas fueguinas comenzaba a gestarse un proceso de movilizaciones obreras que
atraparían por varios días las portadas de los diarios nacionales y que
postergaron a un segundo plano a lo más granado de la política argentina.
El 4 de mayo, los trescientos obreros de Bencer CM
comenzaron una denominada “jornada de tristeza” por la negativa patronal a
recibir al cuerpo de delegados y a la conducción de la UOM. Entre los reclamos
se encontraban la aplicación de un aumento salarial acordado en el ámbito
nacional y la equiparación de sus
remuneraciones con las percibidas por los metalúrgicos de Río Grande
(coeficiente tres).
Los afiliados a la seccional del norte de la isla
obtuvieron esa conquista el 13 de junio de 1988. Luego de una prolongada lucha,
conquistaron el reconocimiento de la patronal a percibir un salario que
triplicaba el básico de convenio.
El lunes 9, comienzan a desatarse las fuerzas del
conflicto, al disponer la empresa el despido de un supervisor y dos obreros,
produciéndose la parálisis total de actividades de ambas plantas de Bencer (BL
y CM). Por la tarde, una asamblea decidía continuar con la huelga hasta que
sean reincorporados.
Pero, la medida de fuerza adquiere rápidamente otra
dimensión al converger gran parte del gremio en el reclamo del “3 por 1”. Así, se suman al paro los
obreros de Noblex, Continental y Videus. Mientras, que en Philco y New San los
operarios comenzaban a sentir las presiones de sus colegas para que rompan con
su habitual pasividad.
En la asamblea del 11 de mayo, el secretario general
Marcelo Sosa ejemplificaba sobre esta situación: “hay plantas a las cuales la
medida habrá que garantizarla entre todos (...) Sé que la gente reunida acá la
tiene muy clara, pero también sé que faltan compañeros, nuestra tarea es
sumarlos (...) y sé que ustedes dejaron un muy buen mensaje en dos plantas”,
refiriéndose a los vidrios destruidos durante una manifestación frente a esas
dos plantas fabriles (1).
Finalmente, el lunes 16 se votó en una asamblea
multitudinaria la huelga general por tiempo indeterminado hasta conseguir el
ansiado 3 por 1.
Los fogoneros del fin del mundo
A partir de ese momento, un numeroso grupo de
activistas se concentraba todos los días a partir de las 4 de la mañana, desafiando
al viento e intenso frío, en la playa de estacionamiento del Supermercado La Anónima, ubicado sobre la
ruta 3, para garantizar que nadie ingrese a trabajar. La vigorosa y abnegada
presencia de esa vanguardia sindical hizo que la expresión de deseos del
gobernador Estabillo: “nuestra decisión es garantizar el derecho a trabajar por
parte de la gente” (2) se tornara utópica, impracticable e irreal.
El acatamiento a la medida de fuerza fue total. Las
concentraciones diarias de activistas comenzaron a organizar un fondo de huelga
preparándose para un conflicto prolongado. El vigor obrero, entre otras
manifestaciones, se visualizó en la venta de bonos solidarios a los
automovilistas, que en los hechos se convirtió en una especie de puesto de
peaje.
El conflicto transformó la vida de la capital
provincial. Las movilizaciones y caravanas de vehículos (algunas hasta en
contramano) se sucedían. Las expresiones de solidaridad llegaban de todos los
gremios fueguinos, de los taxistas y remiseros, de los comerciantes que
“estiraban el fiado” y de la comunidad en general.
La lógica de la demanda (igual remuneración por
igual tarea) hacia insostenible la campaña desatada por las entidades
empresarias, con la colaboración de algunos legisladores nacionales fueguinos (Enrique
Bischof y Daniel Martínez), de que había una situación incontrolable, que los
huelguistas lanzaban piedras contra mujeres embarazadas, que la mayoría de los
obreros quería trabajar pero los piquetes se lo impedían, etc. alentando la
intervención de uniformados del orden nacional.
Una de las más destacadas huelguistas fue la
delegada del personal de Noblex, Carolina Yutrovic, quien al quinto día de huelga señalaba: “el éxito de
nuestra medida está dado en que esto avanza, porque en un primer momento los
empresarios no querían hablar del tema y hoy lo están haciendo (...) hasta
tanto no existan garantías plenas por escrito de que se aplicará el 3 por 1 en
nuestros sueldos y que todos los operarios volveremos a nuestros puestos de
trabajo la manifestación no se levantará” puesto que “hemos dejado de confiar
en los empresarios, que se comprometen a hacer algo y luego no lo cumplen” (3).
Los piquetes obreros masivos fueron el factor
distintivo del conflicto. Las imágenes captadas por las cadenas de televisión
nacional y extranjeras y las portadas de los principales diarios del país eran
ilustradas con esos cientos de jóvenes obreros, hombres y mujeres, que se
nucleaban alrededor de las llamaradas de los fogones, protegidos con buzos
térmicos y pasamontañas, que daban evidentes muestras de que no estaban
dispuestos a volver al trabajo con las manos vacías. Sus convicciones y su
vehemencia iban a echar por tierra con todos los intentos represivos de
efectivos locales y de gendarmes, con las amenazas abiertas y veladas, con los
intentos de organizar a los “carneros”. Cada madrugada que pasaba se sentían
más decididos y audaces; la exteriorización de su estado de ánimo se convirtió
en el punto culminante de la lucha en pos de lograr el triunfo.
El juego del avestruz
El 24 de mayo trascendió la noticia de que un
centenar de integrantes de la Gendarmería Nacional fueron enviados a la
provincia para fortalecer el operativo intimidatorio y represivo.
La primera versión indicaba que se encontraban en
Río Gallegos, luego se dijo que estaban en Río Grande, hasta que finalmente
hicieron su aparición estelar en Ushuaia.
En esos días, los políticos fueguinos protagonizaron
una verdadera comedia de enredos. Mientras el entonces ministro del Interior,
Carlos Ruckauf, señalaba que el envío del contingente surgió luego de la
entrevista con José Estabillo. El vicegobernador Miguel Ángel Castro (a cargo
del Ejecutivo provincial) desmentía categóricamente que la iniciativa haya
partido de la gobernación; en tanto, el entonces presidente del Partido
Justicialista, Omar Becerra, afirmaba que fue el mandatario fueguino quien
solicitó a los uniformados porque temía un desborde de la situación. El senador Daniel Martínez justificó la presencia de los gendarmes y
puso en un segundo plano quien fue el promotor de la idea.
La legislatura Provincial, en una sesión especial,
aprobó por unanimidad su repudio a “la injerencia” y reclamó la misma actitud
de los representantes de la provincia.
La actitud vergonzante del padre de la criatura, ponía
en evidencia las debilidades y falta de personalidad del gobierno provincial
que en una actitud infantil descargaba las culpas en el gobierno nacional
aunque no hacía ningún cuestionamiento a la presencia de la fuerza
expedicionaria.
Finalmente, la fuerza de la movilización hizo inútil
el refuerzo represivo y esa tragicómica polémica pasó rápidamente al olvido.
Otros focos de conflicto
A las 4 de la tarde del 24 de mayo, los obreros de
la empresa Foxman de Río Grande deciden ocupar la fábrica ante la falta de
respuestas al reclamo por la reincorporación de 15 operarios cesanteados.
Una semana antes los obreros de Fapesa paralizaban
sus actividades por reclamos de diferencias salariales y tickets canasta.
Simultáneamente, se desataba un conflicto en el Hospital Regional Río Grande a
raíz de la no-renovación del contrato del médico cirujano Raúl Huetagoyena, que
derivó en una olla popular y un paro total. En esos días, vivían situaciones
conflictivas los afiliados de ATE, quienes exigían el cobro del coeficiente 4
de los salarios familiares, los empleados del IPPS por las trabas impuestas a
las paritarias y en el Hospital Regional Ushuaia, por denuncias de
desmantelamiento del nosocomio.
No obstante, las movilizaciones convocadas por la
conducción gremial metalúrgica no lograban motorizar una gran concurrencia. Al
cumplirse el tercer día de la ocupación de la planta fabril, una manifestación
logró convocar apenas unas doscientas personas, incluyendo los representantes
de otros gremios y militantes de izquierda.
Todas las versiones indicaban que se decretaría la
conciliación obligatoria y que los trabajadores se verían satisfechos de poder
reiniciar las negociaciones con la patronal.
Sin embargo, en la madrugada del sábado 28 de mayo
un operativo represivo descomunal se propuso aplastar el conflicto. Palos,
balas de goma y algunos tiros disparados al aire se descargaron sobre un puñado
de obreros y periodistas que estaban en la puerta de la planta.
Con una saldo de decenas de heridos, entre ellos el
periodista Rafael Martínez, y el desalojo de la fábrica el gobierno creyó
inocentemente que todo estaba terminado.
Una masiva respuesta
Mientras los empresarios recuperaban las
instalaciones de la planta fabril y las autoridades laborales decretaban la
conciliación obligatoria, los riograndenses se manifestaban indignados ante la
barbarie.
Al circular la noticia, en las primeras horas de la
mañana hubo una concentración espontánea frente a la sede de la UOM, que logró nuclear a un
millar de personas.
La represión hizo que muchos gremios y la propia CGT
que no habían tenido casi presencia, se sacudieran su modorra y se sumaran al
repudio. En ese proceso de convergencia, un plenario gremial decretó un paro
activo para el lunes 30.
Ese día, Río Grande amaneció bajo un manto blanco,
el frío aportó su cuota a la parálisis del músculo. En las primeras horas de la
mañana, sólo los móviles periodísticos transitaban por las calles para dar
cobertura a la audiencia radial sobre la
gran tensión que se respiraba en el ambiente y las expectativas que se habían
generado por la respuesta ciudadana.
Cerca del mediodía, la temperatura alcanzaba los
ocho grados bajo cero y la sensación térmica superaba los 14 grados bajo cero.
No obstante, a la hora de la convocatoria, los manifestantes superaron
largamente los tres mil, convirtiendo a esa movilización en la más nutrida de
la historia de Río Grande, donde participaron uno de cada cinco adultos
riograndenses.
El punto de concentración fue la sede de la
UOM. Allí se fueron sumando las columnas
gremiales, pero los manifestantes en su gran mayoría concurrían
espontáneamente, sin organización alguna. A pesar del intenso frío se podía
apreciar a familias enteras con sus niños, muchos de ellos enarbolando
pancartas contrarias a la represión y de apoyo a los obreros. En la cola de la
manifestación, una gran cantidad de taxis, remises y vehículos particulares
expresaban su adhesión.
Después de las 10, comenzó la marcha que se dirigió,
en primer lugar, hacia la planta de
Foxman, para luego dirigirse hacia la Delegación de Gobierno.
Al llegar a la fábrica, la movilización se puso cara a cara con un contingente
de policías que custodiaban el edificio desalojado. Fue el momento de mayor
tensión de la jornada, allí los más exaltados querían tomar venganza, mientras
los rostros de los uniformados reflejaban la difícil situación en que se
encontraban, al estar rodeados por una multitud que los insultaba, los escupía
y hasta tuvieron que soportar el lanzamiento de algún proyectil. La labor
mediadora de algunos dirigentes gremiales impidió el enfrentamiento, en ese
momento alguien comenzó a cantar el Himno Nacional, entonado con los brazos
levantados y los puños cerrados en señal de amenaza hacia los policías; algunos
de esos puños se agitaban a escasos centímetros de los pálidos rostros
policiales. Luego, la columna continuó el recorrido previsto.
En momentos de alcanzar la avenida San Martín, la
imagen de la movilización era imponente. La cabeza de la movilización estaba
compuesta por toda la dirigencia gremial, pero la extensión de la columna no
podía divisarse. Los móviles de prensa daban cuenta de que la extensión
alcanzaba alrededor de diez cuadras; al final de la columna los taxistas y
remiseros con sus vehículos prolongaban mucho más la extensión.
Al llegar a la sede oficial, se entregó un documento
de siete puntos, donde además de repudiar la represión, se exige la inmediata
reincorporación de los despedidos y el compromiso de que no haya otras
cesantías, la resolución favorable del conflicto de los metalúrgicos
capitalinos y de los que afectaba a la salud, la derogación de la Ley 140 que había reformado el
sistema previsional y solución a la cantidad creciente de desocupados.
Luego de los discursos de dos dirigentes gremiales,
la desconcentración se llevó a cabo pacíficamente.
De este modo, concluía la tensa jornada, donde la
población le propinó una respuesta contundente a la acción represiva, brindó un
apoyo formidable a los trabajadores que protagonizaban complicados conflictos y
dejó extremadamente debilitados al gobierno de Estabillo y a los empresarios
metalúrgicos. Para los obreros, la indignación obrera se transformó en una
sensación de que comenzaban a ganar la pulseada.
Las luchas alcanzan el triunfo
Esta movilización popular obró como un apoyo
decisivo a las diversas luchas obreras que dramáticamente paralizaban a Tierra
del Fuego.
El golpe sufrido por el gobierno mopofista y los
empresarios hizo que comenzaran a visualizarse iniciativas para desmontar la
conflictiva situación.
El primer síntoma del cambio de la relación de
fuerzas se manifestó en el decreto provincial 1346/94, del 3 de junio, que
aceptó el recurso de reconsideración planteado por el doctor Huetagoyena.
El conflicto de Foxman gestó su solución por una vía
insólita. La repercusión nacional que alcanzó la represión se reflejó en los
titulares de los principales diarios porteños (4). El jueves 2 de junio, en el
programa televisivo Hora Clave, conducido por Mariano Grondona, se convocó a
una mesa con la participación de Ricardo Zárate y Oscar Martínez (UOM) y el
propietario de Foxman, de apellido Fernández. A pesar de la polémica que los
enfrentó ante las cámaras, en la trastienda del canal comenzó a gestarse un
acercamiento entre las partes.
El empresario dijo desconocer la situación descripta
por los gremialistas y se inició un nuevo tramo de negociaciones. En la noche
del domingo 5 de junio los obreros escucharon el preacuerdo alcanzado y
aprobaron el fin del conflicto. La propuesta patronal aceptaba la reincorporación de los despedidos,
se fijaba un aumento salarial superior a los primitivos reclamos obreros y se
manifestaba arrepentida por el conflicto y la violencia generada.
Desenlace del 3 por 1
En tanto, la huelga por tiempo indefinido de los
metalúrgicos de Ushuaia continuaba con toda firmeza, tonificada por los otros
sectores que se lanzaron a la lucha y que comenzaban a obtener resultados
favorables.
Los intentos de alcanzar un acuerdo con los
empresarios se concentraban esencialmente en Buenos Aires, dejando en evidencia
el rol decorativo que jugó el gobierno fueguino. El 30 de mayo, directivos de la UOM nacional y de la capital
provincial, se reunieron con diputados y senadores provinciales y el ministro
de Trabajo, Armando Caro Figueroa, para destrabar el difícil conflicto. Aunque
comenzaban a insinuarse acercamientos, los empresarios jugaban sus últimas
cartas para doblegar a los obreros.
Los representantes patronales reclamaron a la
cartera laboral que declaren la ilegalidad de la huelga, pero, el Ejecutivo
nacional temía que la prolongación de la huelga provocara un efecto contagioso
en otros puntos del país y no estaba dispuesto a jugar con fuego.
Los empresarios se veían cada vez mas aislados y
amenazaban con profundizar el conflicto. El titular de Clarín así lo testimoniaba:
“Tierra del Fuego. Amenazaron a los huelguistas con despidos masivos”. En la
bajada del título central de tapa, sintetizaba: “2500 trabajadores recibieron
telegramas intimándolos a volver al trabajo. Pero la UOM mantiene el paro. Y
hubo
Marchas con 3.500 personas en Río Grande y de 2.000
en Ushuaia. El conflicto entra en su onceavo día y sigue acumulando tensiones
(Información páginas dos y tres)”.
Por otro lado, el Juzgado Nacional Ordinario dejaba
trascender que estaba próximo a decidir el desalojo por la fuerza de los
piquetes de huelga. Los fogoneros, lejos de amilanarse, tomaron esa versión como una provocación y
esa madrugada fueron más numerosos que nunca antes y se prepararon para
resistir a la policía y a los carneros.
Para forzar la situación, la patronal contrató
personal e intentó pasar por la trinchera obrera. “El primer ómnibus con sólo
siete trabajadores de New San a bordo, frenó a doscientos metros del primer
piquete y ante los gritos de “carneros” por parte de los manifestantes
regresaron al centro de la ciudad para denunciar en la comisaría primera (se
registraron más de cien sobre todo a la tarde), que les fue impedido acceder a
sus puestos de trabajo.
“El segundo micro en parecer estaba identificado con
un letrero de “Philco” y transportaba una veintena de personas. El chofer frenó
cien metros antes de los manifestantes, abrió la puerta delantera y por allí
asomó el director de New San, Fernando Noti, el gerente de esa planta, Mario
Burgos, y varios custodios vestidos “de civil” ” (5).
Ante la vigorosa reacción obrera, el presidente
Carlos Menem también reaccionó: “las protestas gremiales metalúrgicas en la
isla es obra de “agitadores profesionales que andan por el país creando
problemas a quienes quieren trabajar” (6). De esta manera, el mandatario con su
miopía simplificadora pretendía mostrar a los obreros como cándidos que pueden
ser embaucados por cualquier viajero que recorre el país y puede lograr
convencerlos que dejen de trabajar, se enfrenten con los patrones, con la
policía, los gendarmes, la justicia y los gobernantes, a riesgo de perder su
sustento laboral.
Otro hecho inesperado se sumó en la noche del 1 de
junio; el incendio y la destrucción total de la fábrica Vinisa, aportó su cuota
de dramatismo a la tensa situación.
Los diarios porteños continuaban reflejando en tapa
los acontecimientos fueguinos: “Se temen choques entre la policía y los
huelguistas. Máxima tensión en Ushuaia (7).
El dirigente Marcelo Sosa advertía que si los
piquetes eran desalojados por la fuerza pública “ocuparemos la calle San
Martín, frente a la Casa
de Gobierno”. Al mismo tiempo, deja constancia de que no estaba dispuesto a
volver a reunirse con los empresarios hasta que “no se den garantías de que la
aplicación del coeficiente tres en los sueldos se hará efectiva de una sola vez
y no en el término de un año como quieren los empresarios” (8).
Los empresarios, viendo la formidable resistencia
obrera, como es habitual en estos casos, se aprestaban a presentar un pliego de
condiciones al gobierno nacional para obtener beneficios fiscales que compensen
el desembolso inevitable.
En la mesa negociadora, la cámara patronal (AFARTE)
presentó finalmente una propuesta que comenzó a ser evaluada por los trabajadores.
En la noche del viernes 3, una asamblea pasó a cuarto intermedio para la mañana
siguiente. Unos ochocientos obreros debatieron y aceptaron mayoritariamente la
moción de aceptar. Un grupo numeroso de activistas se manifestó airadamente en
contra del acuerdo, pero el cansancio pesó más y se levantó el conflicto. “La
decisión de la asamblea presentó una dura disputa entre quienes, sin demasiado
júbilo, calificaron como “un triunfo” a las cláusulas acordadas y aquellos que
opinaron lo contrario puntualizando la crítica en que “no se logró lo que más
queríamos: la aplicación automática del tres por uno” (9).
Las dudas mayores estaban cifradas en que la
propuesta empresaria era progresiva y se establecían dos grupos de empresas con
diferente graduación en la aplicación del coeficiente tres.
Algunos expresaban a viva voz sus cuestionamientos:
“Los que nos matamos de frío en los fogones estamos en contra. Philco jamás nos
apoyó y vino a votar por la comodidad” “Antes que viajara Sosa, nos reunimos
los delegados y dijimos no a la propuesta alternativa, entonces ¿por qué la
aceptó? No la tenía que haber aceptado” (9). De esta manera, muchos fogoneros
cuestionaron abiertamente a la dirigencia gremial por lo que consideraron haber
aceptado el acuerdo y luego preparar todo para que sea aceptado.
Así, finalizó esta dura pulseada de los metalúrgicos; luego de 18 días, donde
sus fogones, movilizaciones y piquetes acapararon la atención de todo el país,
eclipsando a la crema política argentina que participaba en Santa Fe y Paraná,
de la Asamblea
Constituyente que permitiría la reelección de Carlos Menem.
En las secciones y vestuarios de las fábricas del
país, en las obras de construcción, en las oficinas y escuelas, gran parte de
los trabajadores argentinos y de otros países siguieron minuto a minuto las
escenas difundidas por las cámaras de televisión. Muchos expresaron sus
simpatías por los heroicos huelguistas sureños, otros se imaginaban que podían
ser los futuros protagonistas de sucesos
similares y algunos pocos soñaban con una gigantesca huelga nacional que diera
vuelta la situación que se había tornado tan favorable para las corporaciones
que se beneficiaron como nunca con los negociados servidos en bandeja por los
gobernantes.
La abnegación frente al intenso frío, la audacia de
enfrentar a enemigos tan poderosos y confabulados, la rebeldía contra el
sistema que se simbolizaban en las imágenes de hombres y mujeres con
pasamontañas y buzos térmicos manifestándose en plena madrugada, produjeron un
sacudón en el país. Los poderosos empresarios que se vieron obligados a perder
la porfía, el gobierno provincial de mentalidad conservadora que expuso su
desprecio por la clase trabajadora y el gobierno nacional que vilipendió a los
huelguistas, rápidamente se asociaron para que esas provocativas imágenes pasen
al olvido. Quienes fueron protagonistas de esas acciones, seguramente, en algún
momento de su vida volverán a aplicar las enseñanzas adquiridas.
ANEXOS
Represión, a falta de soluciones *
La feroz
represión contra obreros y periodistas de ayer, puso en evidencia la peligrosa
tendencia al recurso fácil de la violencia para acallar los reclamos, ante la
falta de respuestas a sus reivindicaciones. También demostró que lejos de
frenar las luchas de los trabajadores, estas medidas represivas las alimentan y
dejan cada vez más aislado al gobierno de la provincia.
Días atrás, esa polémica se desarrolló por el envío
de los efectivos de la
Gendarmería Nacional por parte del Ministerio del Interior,
las autoridades provinciales dijeron que ellos no las habían pedido y,
finalmente, todo quedó en el terreno de la confusión.
En ese momento los justicialistas fueguinos
sustentaron que el pedido se originó en el gobierno mopofista (...) Tanto el
presidente del PJ, Omar Becerra, como Daniel Martínez, justificaron los refuerzos. El senador
justicialista consideró que la provincia estaba desbordada por agitadores y que
hacía falta “traer gente de afuera para controlar la situación”.
Pero, estas críticas cruzadas no cuestionaron el
criterio de reprimir a los trabajadores que recurren a medidas de fuerza para
obtener una equiparación salarial (en el caso de Ushuaia) que se encuentra
plenamente justificada, o por la defensa de los puestos de trabajo (en el caso de Foxman de Río Grande), que
significa para los obreros la opción desesperada entre el hambre o la
subsistencia.
Un obrero de esa empresa dijo con toda la
contundencia de su sencillez que él fue
despedido por la empresa Karkai y desde hace tres años estaba esperando que la Justicia le resuelva el
pago de la indemnización, pero ahora en cuestión de horas se conoce un fallo de
desalojo a favor de los empresarios. Poniendo en evidencia que las respuestas
judiciales son distintas según se trate de humildes o de poderosos.
El gobierno provincial fue coherente con esa
tendencia poco equilibrada. Actuó con un operativo bélico para satisfacer a la
petición empresaria del desalojo obrero. Estabillo, desde Buenos Aires, afirmó
que lamentaba “que se está calificando a la policía de represora, porque la
policía no reprime, sólo actúa” para que se cumpla una orden judicial.
Luego, polemizó con el intendente Colazo que acusó
al gobernador sustituto (Castro) de que “había dirigido el operativo desde la Jefatura”. “Es una
barbaridad –contestó Estabillo- (...) ¿qué haría Colazo si se le mete gente en
la casa y le toman la propiedad, qué actitud asumiría?”
Esa definición del, ahora constituyente, encierra un
profundo desprecio hacia el drama de los trabajadores y sus familias, que no
pueden ser calificados de intrusos, ya
que se aferran a la única medida que les ponía en condiciones de defender sus
derechos y su estabilidad económica y familiar.
Luego, Castro tomaba distancia de la represión –y
también polemizaba con Colazo- diciendo que él “no dirigía el operativo” y
admitía que “hay visos de excesos”. Pero esas declaraciones contrastaban con la
crónica de los hechos, donde quedó claro que fue un operativo bien planificado,
y puso a los fueguinos ante un interrogante intranquilizador: ¿el poder
político tiene control sobre las operaciones policiales o son propias de un
poder independiente del Estado?
La lógica indica que los responsables de los excesos
represivos son las autoridades políticas, en primer lugar, del gobernador
interino, Miguel Ángel Castro, y en segundo lugar, del ministro de Gobierno,
Fulvio Baschera que tendrán que asumir sus responsabilidades con el jefe
policial Federico Billota.
Un exceso represivo, como el sufrido por los
trabajadores y periodistas, no puede quedar en el olvido. No puede ser
considerado como un problema administrativo o algo intrascendente. El riesgo no
es menor, entrar en una dinámica involutiva hacia la militarización de la
sociedad, donde cualquier reclamo puede ser considerado como digno de ser
reprimido y descalificado porque está fomentado por “agitadores” (antes se
utilizaba el mote de subversivos, marxistas, etc.)
Un exceso (término también utilizado por la última
dictadura militar para descargar en los
subordinados sus responsabilidades de torturas y desapariciones), como el
ocurrido en Río Grande, si hubiera ocurrido en cualquier país del “primer
mundo” hubiera significado la renuncia de los responsables políticos de la
salvaje represión.
Los hechos ocurridos ayer pueden ser
suficientemente elocuentes para algunos
funcionarios y políticos despistados. La feroz represión fortaleció como nunca
a los trabajadores metalúrgicos, toda la sociedad riograndense los rodeó de
solidaridad y cuestionó al gobierno. Como si esto fuera poco, todos los gremios
en conflicto comenzaron a confluir en acciones unitarias sumando sus reclamos
parciales. Mañana se vivirá en los hechos un paro provincial, la falta de
respuestas a los reclamos obreros y los desaciertos oficiales fueron el
principal gestor de la medida.
* Columna del autor, publicada en el diario Tiempo
Fueguino, el 29/5/94
Derecho de huelga y libertad de trabajo *
En los últimos días, al calor de la conflictiva
situación provincial, se ha suscitado un intenso debate sobre el derecho de
huelga y la necesidad de conciliarlo con la libertad de trabajo. Dos conceptos
que muchos creen posible conciliar pero que, en los hechos, resultan totalmente
antagónicos.
La tercera semana de huelga por tiempo indefinido de
los metalúrgicos de Ushuaia no sólo ha atraído las miradas de todos los
argentinos, sino que ha abierto un debate intenso alrededor de que se debe
respetar la voluntad de algunos trabajadores que decidieron acatar las
intimaciones de los empresarios y regresan a trabajar.
La pulseada entre los trabajadores y los empresarios
es siempre una lucha entre dos púgiles con distintas capacidades. Mientras el
patrón teme a la merma de sus ganancias, cada vez que un asalariado recurre a
la medida extrema de la huelga sabe que él y su familia corren riesgos mucho más
críticos: la provisión de alimentos, medicinas, gas, estudio de los hijos, etc.
Ya es una desigualdad notoria, pero el empresario
tiene además sus vínculos con el poder y el poder del dinero, y el obrero sólo
la fuerza de su organización y la conquista de la solidaridad de la población.
Adoptar una medida de fuerza es para cualquier
empleado un gran desafío, que sólo se puede adoptar cuando las condiciones de
trabajo o del salario se hacen insoportables.
No hay agitador que pueda convencer a cientos o miles
de obreros que deben ir a la huelga si cuentan con excelentes jornales, si son
tratados con respeto por su dignidad. Los metalúrgicos de Ushuaia nunca
hubieran logrado tanta masividad y un
paro tan prolongado si no hubiera existido la irritante diferencia salarial con
Río Grande. Los obreros de Foxman no hubieran pasado nunca de la mansedumbre de
hace unos meses a la ocupación de la planta fabril, si no hubieran sufrido manoseos, mentiras, presiones y
postergaciones.
Para el grupo de trabajadores que deciden una
huelga, la suerte del conflicto se juega en el grado de masividad que
conquisten y mantengan. Por esa razón, la acción de algunos de sus compañeros
en contra de la medida es un sabotaje directo a la misma y un fortalecimiento
del empresario para derrotar a la lucha.
En Europa fue donde esta discusión alcanzó un grado
más alto de debate. En Gran Bretaña, el tan mentado modelo liberal, se
reconoció en la jurisprudencia que para garantizar el derecho de huelga era
necesario legalizar los piquetes obreros
que hagan respetar la voluntad de la mayoría. Se entendía que la esencia
de la democracia es el respeto a la voluntad de la mayoría y, por lo tanto, el
derecho de huelga no puede coexistir con la libertad de trabajo.
A ningún radical o justicialista se le ocurriría
cuestionar la legalidad del gobernador Estabillo por no haber alcanzado el cien
por cien de los votos. Tampoco Menem sufriría ese menoscabo desde la oposición
por la tendencia decreciente de su caudal electoral.
Pero, en el caso de una huelga -con apoyo
mayoritario- y ante la existencia de disidentes, se proclama que la libertad de
trabajo es un derecho casi supremo y para garantizarlo se puede recurrir hasta
a la fuerza pública.
La libertad de trabajo, para romper una lucha
reivindicativa, es defendida
encarnizadamente por muchos sujetos que ignoran el drama de los
desocupados y la angustia de un trabajador despedido. Hace una semana, una niña
de unos doce años respondió a la pregunta: “-¿por qué venís a la movilización?-”,
diciendo “-para que a estos señores no les falte el trabajo-”. Seguramente,
había comprendido en carne propia (¡tan temprano!) la amenaza que
significaba para ella y su familia “la
libertad de trabajo”. Para ella, no había doble discurso posible.
La convivencia entre el derecho de una minoría a
sabotear la voluntad de la mayoría, no tiene punto de convergencia. Sólo puede
expresarse dentro de la organización y,
eso sí, con plenas garantías de que sean sustentadas las posiciones
minoritarias, pero eso tiene que ver con otro derecho: el de expresión.
No es una confrontación entre democracia y
verticalismo, como se lo quiere plantear, sino entre democracia y el respeto
por la voluntad mayoritaria.
*Columna
de opinión del autor, publicada en el diario Tiempo Fueguino el 4/6/94.
.
PUESTOS DE
TRABAJO PERDIDOS EN RIO GRANDE 1990/1995
Y.P.F. 500
Textiles 1.500
Despidos
Fapesa-Hitachi- Kenia 700
Plásticas
Varias 90
Panasonic 150
Akai-
Nova 120
Metalúrgicas
varias 379
Dewo 200
Drean 350
Talent 300
Kenia
Fueguina (1994-95) 120
BGH 35
Hitachi 100
Electrofueguina 15
Foxman
7
Sontec 4
Casio 15
TOTAL: 4.535
FUENTE:
Cámara de Comercio de Río Grande y Unión Obrera Metalúrgica, Seccional Río
Grande.
A dos años de Foxman*
Inevitablemente, este aniversario actualiza
recuerdos, sucesos y reflexiones. Vuelve a estar presente la pujanza y el
temperamento de Rafael Martínez, aguantando a pie firme las horas previas a la
inminente represión, junto a los fogones que agrupaban voluntades solidarias.
Renacen sus gritos: "soy periodista, no peguen, soy periodista". Seguramente
pensaba que la arbitrariedad policial se detendría frente a los representantes
del cuarto poder.
Las directivas que tenían los uniformados no
incluían esa salvedad. Por el contrario, no hubo advertencias ni intimaciones;
Bastó que bajaran de los colectivos para que comenzaran a disparar balas de
goma a mansalva y a utilizar los bastones de "abollar conciencias".
El conflicto -que estaba languideciendo- se llenó de
fuerza. La solidaridad fue despertada por la indignación y alrededor de una
quinta parte de los riograndenses salieron a las calles a manifestar su repudio
a la barbarie.
El gobierno quedó acorralado. -"No tengo
respuestas"- respondía lagrimeando a la prensa, el circunstancial titular
del Ejecutivo provincial, Miguel Ángel Castro. La empresa cambió su discurso y
abrió instancias negociadoras que hasta entonces estaban clausuradas.
El jefe de la Policía Provincial,
Federico Billota; el ministro de Gobierno, Fulvio Baschera; el vicegobernador
Castro, el gobernador Estabillo; el sucesor de Baschera, Carlos Mariño; Todos
prometieron, bajo distintos grados de presión,
que se harían sumarios para investigar y deslindar responsabilidades y
para determinar los culpables de esos "excesos" represivos. Sin
embargo, cumplidos dos años de esos lamentables sucesos, los únicos procesados
son los delegados gremiales de Foxman, Pablo Peña y Armando Bustamante.
De los sumarios nunca más se supo. A dos años vista,
hasta no sería descabellado pensar que esos compromisos públicos de los
funcionarios fueron una suma de frases de circunstancia, de explicaciones
formales para salir del acoso periodístico; pero que ninguno de ellos tenía la
más mínima intención de investigar, determinar culpabilidades y producir
castigos ejemplares a los represores.
Si las conductas políticas se miden por los hechos y
no por las palabras, todo hace presumir que la intención oficial fue la de apañar
esas barbaridades. También se puede concluir que el despliegue policial y los
objetivos fijados al operativo, no fueron fruto de la elaboración intelectual
de algún funcionario policial o de un juez, sino de los más encumbrados
exponentes del Ejecutivo provincial.
Los que vivimos esos hechos, en esos momentos, no
comprendimos el por qué de semejante reacción represiva ni el grado de
sinceridad de los discursos oficiales que lamentaron esos acontecimientos. Todo
quedó mucho más claro un año después, cuando las pantallas de televisión
llevaron a millones de personas a la barbarie del desalojo de Continental o el
terror desplegado por las calles de Ushuaia con colectivos de color naranja y
policías enfundados en pasamontañas, que pusieron a los represores en la
clandestinidad, en la ilegalidad.
Dos años no fueron suficientes para lograr el
esclarecimiento de esos hechos, pero unos pocos meses bastaron para castigar a
los gremialistas que estuvieron al frente de una protesta por la falta de
respuesta de las autoridades. De esta manera, se evidenciaba una vez más la
disparidad de criterios imperante para administrar justicia.
La represión sólo se concibe cuando los gobernantes
no tienen respuestas que ofrecer a las demandas de la ciudadanía. Pero más allá
de esta conclusión, significa un grosero desprecio por la dignidad humana y una
involución hacia metodologías que nada tienen que ver con la convivencia democrática.
En estos dos años, los gobernantes no demostraron su
voluntad de aportar claridad sobre el comportamiento de los hombres bajo su
responsabilidad. Pero, inevitablemente, las conductas públicas son todo un
signo de la orientación que imponen a sus actos y eso, a pesar de su voluntad,
también contribuye al esclarecimiento de la población.
* Publicado por el autor en el diario Provincia 23
FUENTES:
(1) Diario El Sureño, 12/5/94.
(2) Diario Tiempo Fueguino, 19/5/94.
(3) Diario Tiempo Fueguino, 21/5/94.
(4) Página 12, en su edición del domingo 29 de mayo
de 1994, ilustró su portada con una fotografía que cubrió la mitad de la tapa
con los policías apostados frente a la planta de Foxman y con un titular “La Tierra del Fuego” de tamaño
catástrofe. En la volanta señalan: “La policía provincial desalojó con
bastonazos y disparos de escopeta a los ocupantes de una planta electrónica en
Río Grande, y mañana habrá paro general. “Hay que elegir entre el diálogo y la
lucha de clases”, advirtió Ruckauf” (Ministro del Interior).
El diario Clarín, en su edición del lunes 30 de mayo
de 1994, puso como título más destacado: “Paro y marchas en Tierra del Fuego”.
En su bajada señala: “Se realizan hoy en Río Grande y Ushuaia. Son para
protestar contra el desalojo por la fuerza, de la metalúrgica que había sido
tomada por sus trabajadores. La represión hizo crecer la tensión social en la
provincia. (Información en las páginas 2 y 3)”. En un segundo plano, se titula:
“Constituyente. Comienza el debate del Pacto de Olivos. (Información páginas
cuatro a siete).
(5) Crónica de Silvio Bocchicchio en el diario El
Sureño (1/6/94).
(6) Diario Clarín (1/6/94).
(7)Diario La Razón 6º Edición (2/6/94), en la portada, también
incluía una foto color (20cm. de lado) con el espectacular incendio de la
planta fabril de Vinisa.
(8) Diario Tiempo Fueguino (2/6/94).
(9) Diario El Sureño (5/6/94).
CAPITULO X
La Trágica Semana Santa
La calle no es un buen lugar
Nada hacía imaginar
que una más de las numerosas contiendas gremiales en defensa de una fuente de
trabajo pudiera desencadenar una represión salvaje. Unos setenta obreros de la
fábrica Continental Fueguina se aferraban a las instalaciones de la planta
industrial, como a una tabla de salvación, ante el anunciado cierre.
Los
sufridos operarios estaban acostumbrados a vivir en el límite de la zozobra.
Durante varios años se sucedieron suspensiones, amenazas de cierre y atrasos en
los pagos de salarios. Como cientos de sus colegas, cada vez que llegaban a sus
oídos noticias semejantes, los proyectos personales se desplomaban y la vida
familiar y social se alteraba por decisión de un grupo de empresarios despreocupados
de los seres humanos que hacían posible su prosperidad.
Las
plantas fabriles cerradas fueron una constante en los últimos años. La
resistencia obrera no había logrado nunca revertir una decisión patronal
semejante. Se sucedieron movilizaciones, ocupaciones fabriles, un despliegue
conmovedor de esfuerzos y luchas, sin que fuente laboral alguna pudiera
mantenerse en pie.
A
pesar de esa negativa historia, cada contingente obrero que recibía esa
desoladora noticia, reaccionaba de manera idéntica. El mundo se desplomaba a
sus pies y las alternativas laborales eran casi nulas. Convertirse de la noche a la mañana en un desocupado, en Tierra del Fuego,
conlleva un pronóstico de calamidad asegurada. Implica soportar la mirada de
los hijos preguntando por las inesperadas restricciones al presupuesto
familiar, el derrumbe del progreso soñado. Una transición violenta entre la
aparente seguridad de hoy y un mañana cargado de asechanzas.
Esa
es la profunda y sencilla razón por la cual los planteles de operarios de
distintas fábricas intentan resistir a esa insensible e inhumana medida
patronal que los empuja a la desesperación y a la incertidumbre. No importa el
tiempo y el lugar, el número de trabajadores ni la fortaleza empresaria. Es
como una ley natural, se aferran al edificio y a las máquinas que permitían su
sustento con la ilusión de ganar la desigual pulseada.
A
pesar de contarse entre los más sufridos, los obreros de Continental no se
resignaron a que les quiten esa mínima posibilidad de futuro.
La
crisis de la empresa se venía anunciando, desde mediados de 1994 existían evidencias
preocupantes. Los delegados visualizaron
el peligro inminente y comenzaron a realizar gestiones, en primer lugar, para cobrar las cifras adeudadas y, en
segunda instancia, para defender la continuidad laboral amenazada por la
decisión empresaria de cerrar la fábrica. A mediados de marzo, una asamblea del
personal elaboró y aprobó por unanimidad un petitorio que reclamaba lo
siguiente:
. El pago de las indemnizaciones finales.
· Diferencia S.A.C. año
1994 correspondiente a los meses de agosto, septiembre y octubre, adeudados a
la fecha.
· Viáticos y guarderías
de las madres que están en período de lactancia, adeudadas a la fecha.
· Cuotas pendientes de la Banca (Nazionale) del
Lavoro.
· Manteniendo como
garantía, bajo nuestra custodia, las instalaciones, maquinarias y productos
terminados.
· Asimismo, exigimos del
gobierno de la provincia que garantice la continuidad de esta fuente de
trabajo.
Firman Juan Mercado, Juan Castro, Pedro Seras,
Ignacio Sosa y Alejandro Nonini.
Los delegados
y dirigentes metalúrgicos realizaron una serie de entrevistas con los
legisladores y con funcionarios del Ejecutivo provincial para plantearles la
difícil situación en que se encontraban y reclamando que el Estado provincial
se haga cargo de la planta fabril. Uno de los entrevistados fue el entonces
ministro de Economía, Ruggero Preto. Éste, le afirmó al autor de este texto, que era imposible tomar esa
decisión aunque admitió que los empresarios le debían a la provincia más de un
millón de pesos y que eran prácticamente incobrables. Con respecto al reclamo
obrero, comentó que “son todos zurdos (izquierdistas)” y que por esa razón
hacían planteos utópicos.
Las
gestiones fueron infructuosas. Para los obreros la única instancia que quedaba
era solicitar una entrevista con el gobernador José Estabillo. Pero éste, como
era habitual en él, se negaba a recibir
a quienes realizan “semejantes planteos impertinentes”.
El
30 de marzo, en la capital fueguina, fue convocada una movilización con ese
propósito. A la misma concurrió solidariamente un contingente de obreros de la Seccional Río Grande
de la U.O.M. Se
concentraron frente a la
Gobernación esperando que se acerque algún interlocutor
oficial. Pero la sede del Ejecutivo estaba atosigada de efectivos policiales y
cuando los trabajadores accedieron al edificio el encontronazo fue inevitable.
En medio de la puja, se produjeron algunos destrozos que sirvieron de basamento
para una campaña oficial contra los gremialistas que rompían los bienes
comunitarios, con el fin de ocultar la indiferencia con la que Estabillo y su
gabinete tomaban la angustia de esas setenta familias obreras.
Los
incidentes originaron sugestivas
sospechas de que se trataba de una celada tendida por el propio gobierno. Por
este caso, se dio un hecho insólito, la Justicia fueguina además de la condena en
suspenso contra Oscar Martínez, Ángel Valle, Fabián Magdalena y otros, adjuntó
un castigo adicional: trabajos forzados para los acusados de provocar destrozos
de una maceta y unos vidrios. Ningún juez tuvo la ocurrencia de juzgar a los
empresarios que se quedaron con dinero del Estado provincial ni a los
funcionarios que se lo permitieron con idéntico rigor con el que juzgaban a
dirigentes obreros.
“Que el gobierno se haga cargo de la empresa”
Durante
la ocupación de la planta fabril, el delegado de los trabajadores de
Continental, Alejandro Noninni, expresó al autor lo siguiente:
-¿Qué le dirían
al gobernador si tuvieran la oportunidad de dialogar con él?
-
Le exigiríamos que ponga en marcha nuevamente esta planta. Continental tiene
muchas deudas con el gobierno, entonces nosotros creemos que el gobierno, para
cobrarse esas deudas, puede tomar esto y ponerla a funcionar nuevamente.
En
los últimos seis meses, trabajó para Philco, y con 7.500 aparatos, que es una
cifra muy chica, mantuvo los sueldos de todos los trabajadores. En el año
82/83, fabricábamos 9.000 televisores por mes, o sea, que vemos que el sueldo
es una parte ínfima de una planta en funcionamiento. Debe hacerse cargo el
gobierno para que los compañeros tengan la garantía de la estabilidad.
-¿Ustedes
reclaman la estatización o provincialización de la planta industrial?
-Sí,
porque en los últimos 15 meses la UOM Ushuaia
perdió 600 puestos de trabajo de dos mil,
o sea el 40 por ciento. Y vemos que el gobierno, por más que dice que
hizo esto o consiguió lo otro, no pudo parar esa tendencia. Si seguimos así, en
15 meses más van a desaparecer los otros 1500 puestos de trabajo.
-¿Reclaman una
Ley Provincial en ese sentido?
-
En el IV Congreso Provincial Metalúrgico veíamos diversas formas de defender
los puestos de trabajo, como es la reducción de la jornada de trabajo sin
reducción de los salarios, entonces cualquier empresa que necesite mantener su
nivel de producción se va a ver obligada a tomar más gente; esa sería una
medida para generar puestos de trabajo. También planteamos que el gobierno se
haga cargo de las empresas amenazadas de cierre. En la movilización del viernes
pasado entregamos al gobierno esas resoluciones, donde también figuraba la suba
de los aranceles a los artículos que compiten con los que se fabrican acá, que
se proteja a la industria nacional.
Continental no
es la primera, se esperó que Kenia cerrara y el conflicto se enfriara y
empezaron con esta. Si Continental no se pone firme, van a terminar todos los
compañeros desparramados y cuando termine este conflicto seguirá otra, Toshiba
u otra fábrica de Río Grande. Nosotros
vamos a enfrentar esto, a resistir el cierre de la fábrica.
“Que
cumplan con la ley”
Los obreros de Continental y sus colegas del
gremio metalúrgico se cruzaron en esos días con los funcionarios en una
polémica, digna del absurdo o propia del fantástico Macondo. Le reclamaban al
Ejecutivo provincial que cumpla con la legislación vigente, mientras los
gobernantes insistían que acatar las
leyes era imposible.
El viernes 7
de abril, el entonces ministro de Gobierno, Fulvio Baschera, decidió concurrir a la planta tomada y debatir con
los trabajadores, para tratar de explicar lo inexplicable. En medio de esa tensa
reunión se produjo un diálogo que resulta un testimonio elocuente de esa
conversación:
Obrero: -¿En
qué casos se puede aplicar la Ley
207? ¿Me podría explicar en qué casos se puede aplicar?-
Ministro: -En
ningún caso se puede aplicar-
Obrero: -Entonces
¿para qué la homologaron?-
Ministro: -No
está homologada, es una ley que se sancionó de hecho y no está promulgada por
el Poder Ejecutivo-
Obrero: -¿Qué
el señor me diga en qué casos se puede aplicar?-
Ministro: -Pero
le estoy diciendo que la 207 no es aplicable-
(...)
Marcelo Sosa:
-Medianamente, tenemos una idea de lo que se puede embargar y qué no... Sí, nos
agarramos de una ley que está en vigencia, que sancionó la Legislatura, que
homologó el propio Ejecutivo y sabiendo que la única salida que tenemos para
que las cien familias que trabajan en Continental tengan, por lo menos se hagan
acreedoras a sus indemnizaciones, nos encontramos con que hay una negativa de
querer aplicar.-
Ministro: -Te
reitero, no es una negativa-.
Obrero: -Una
pregunta en concreto. Aquí hay cien familias que no tienen solución, cien
familias que desde hace días, hace un año que estamos reclamando, pero hace
diez días quedaron sin trabajo, sin indemnización ¿y quién les asegura el
trabajo?... ¿Cuál va a ser la postura?, ¿mandar a desalojar esta empresa cuando
todavía no da una sola respuesta? Nosotros estamos acá pidiendo una respuesta,
estamos como antes. La única respuesta que da el Gobierno va a ser desalojar la
planta, cuando hoy necesitamos indemnización y trabajo, esa es la pregunta en
concreto.
Ministro: -La
pregunta concreta, yo te respondo concretamente. El gobierno no manda a
desalojar, acá está interviniendo una instancia judicial, de acuerdo... Y
lo que está actuando en ese sentido es
el juez que entiende en la causa lo está haciendo pura y exclusivamente para
preservar los derechos que tenemos en esta situación. Acá no es que el gobierno
manda a desalojar nada-.
Obrero: -Pero
si el derecho lo tenemos nosotros como acreedores de Continental, tenemos
normas laborales, por eso estamos custodiando esto para que no vacíen la
planta...”-
(...)
Delegado
obrero: -Adentro de Continental, cuidándola, hay cien compañeros con sus
familias y con sus chicos peleando solamente
por la defensa de un puesto de trabajo y que le paguen la deuda. (...) Y
yo lo hago a usted responsable de lo que le pueda pasar a estos compañeros.
Acá, delante de todos lo hago responsable de lo que le pueda llegar a pasar a
cada uno de estos compañeros.-
Ministro: -Yo
no te lo puedo aceptar.- (1)
A falta de
respuestas, palos y tiros
Los
días subsiguientes fueron acumulando tensión. El juez Tenaillón resolvió la
quiebra de la empresa, augurando para los obreros un difícil cobro de los
haberes y la liquidación de su fuente de trabajo. Esta resolución judicial venía
en auxilio del Ejecutivo provincial que endosaba de esta manera su
responsabilidad al Poder Judicial.
Las
asambleas obreras se sucedieron en la planta. Los nervios y la incertidumbre
desgastaban los músculos y la mente. Ahora, la temida desocupación era un
peligro inminente mucho mayor, pero insuflaba nuevos bríos a la resistencia. En
Ushuaia y en Río Grande también se sucedían las expresiones de solidaridad y de
apoyo de los metalúrgicos a sus colegas en desgracia.
Las
filmaciones de las últimas horas de ocupación de la planta brindaron el
testimonio de que los obreros y obreras eran conscientes de la desproporción de
fuerzas y de las pocas posibilidades que tenían de resistir el inminente
desalojo. En uno de esos diálogos, se escucha al secretario general de la UOM, Marcelo Sosa, dando
directivas a sus compañeros planteándoles que se quedarían agarrados de los
brazos, pacíficamente, “sin ningún tipo de provocaciones”.
A
pesar de estas expresiones y de no haber voluntad de producir enfrentamientos
con los policías, la bestialidad represiva se desató inesperada e
injustificadamente. A las 17 horas, del 11 de abril de 1995, el juez dio la
orden de desalojar la planta fabril, para poner fin a una semana de ocupación. Esa
fue la versión oficial de cómo se desencadenaron los hechos, pero, resultó
evidente que los máximos referentes del gobierno y de la cúpula policial
participaron del diseño del operativo antiobrero.
Los
piquetes policiales avanzaron por varios frentes y comenzaron el ataque contra un reducido contingente
obrero, entre treinta y cuarenta
personas, compuesto casi en
partes iguales por hombres y mujeres. La pasividad de los ocupantes no atenuó
la barbarie desatada. El odio de los uniformados hacia esos trabajadores había
sido alentado por algún jerarca policial en la arenga previa al “combate”. En
las horas siguientes se confirmaría con creces esta presunción.
Los
policías tiraron gases lacrimógenos, pegaron a diestra y siniestra sin tomar en
cuenta si se trataba de hombres o mujeres, si estaban de pie o si se
encontraban en el piso, si tenían una respuesta agresiva o si su impotencia se
canalizaba pasivamente. Las imágenes televisivas recorrieron el país
escandalizando a la opinión pública nacional.
Ese
día, los propios canales oficiales llegaron a
mostrar esas escalofriantes escenas: un pelotón oficial descargaba toda
su furia sobre un obrero totalmente indefenso, tirado en el piso, que a lo
único que atinaba era a proteger la
cabeza con sus brazos. Varias mujeres
golpeadas a bastonazos en medio de la confusión, algunas de ellas lucían sus
rostros sangrantes y otro obrero llevado en camilla con una herida profunda en
el bajo vientre.
Ese
escandaloso primer acto represivo dejaría un saldo de una quincena de heridos,
de los cuales cuatro fueron internados en el hospital local y uno de ellos
sometido a una intervención quirúrgica de urgencia.
La
indignación frente a semejante respuesta represiva fue inmediata. Diversos
agrupamientos sindicales y políticos se pronunciaron rápidamente en repudio a
ese salvajismo. Por otro lado, espontáneamente, cientos de habitantes de la
capital provincial se lanzaron a las calles a expresar su bronca. Los primeros
encontronazos se produjeron en las inmediaciones de la Casa de Gobierno. Unos
cuatrocientos manifestantes se enfrentaron con un centenar de policías que
descargaron cartuchos de gases lacrimógenos a discreción. La respuesta no se hizo esperar, lluvia de piedras
mediante.
El
maltrato también llegó a los
comunicadores sociales, un camarógrafo de Canal 11 y varios periodistas
sufrieron ataques e intimidaciones en la zona aledaña a la sede gubernamental.
A
pocos metros de donde se producían los incidentes, se encontraban reunidos
desde el mediodía el gobernador Estabillo, el vicegobernador Castro y el gabinete
en pleno; lo que demostró que estaban al tanto del operativo represivo y que
seguían pasivamente los acontecimientos. La única respuesta fue el anuncio de
que el mandatario provincial iba a dirigirse a la población por la cadena
televisiva.
A
las 20:50 hs José Estabillo, con cara de circunstancia, y con una serie de
frases hechas, le habló a la tele audiencia para intentar justificar lo
injustificable. Comparó a Tierra del Fuego con la crisis que afectaba a otras
provincias, habló del proyectado puerto de Río Grande, de los créditos a los
emprendedores y de que iba a cumplir la ley y actuaría con la Constitución en la
mano. Contradictoriamente, el conflicto
se desató por la falta de cumplimiento de parte del gobierno de la legislación
vigente en la provincia y en lugar de actuar con la Carta Magna en la
mano, lo hicieron con palos, balas y gases.
El
discurso oficial lejos de descomprimir, aumentó la indignación popular. En
ambas ciudades de la provincia se produjeron concentraciones de repudio. En
Ushuaia, los enfrentamientos entre manifestantes y policías continuaron hasta
la madrugada con un aumento notable de los malos tratos policiales. Los
testimonios de los cuantiosos detenidos también eran clara evidencia de la
barbarie. Rosa Moya describía lo que había vivido: -“yo estuve detenida desde
las dos de la madrugada hasta las once y media de la mañana (...) lo que más
sentía adentro era el dolor de mis compañeros, cuando los subían al micro
naranja, los golpeaban con las cachiporras como se golpea a un animal”-.
Los manifestantes callejeros comenzaron a
disminuir, no por que la bronca decayera, sino por la necesidad de producir un
reagrupamiento de fuerzas, de esperar una convocatoria organizada y
responder con la máxima masividad
posible a la indolencia del gobierno del M.P.F.
Los
conglomerados gremiales declaraban el paro para el día siguiente y los
acontecimientos iban hacia una escalada dramática, en medio de la indiferencia
oficial.
La sangre derramada
Al mediodía
siguiente, la convocatoria gremial congregó unas dos mil quinientas personas. En
la esquina de Kayen y Maipú se sumaron varios centenares de obreros de Río
Grande. Los manifestantes reclamaron al gremialista metalúrgico Oscar Martínez
que encabece la marcha. Al llegar frente a la Casa de Gobierno, la manifestación hizo un alto.
Desde sus escaleras, Marcelo Sosa dirigió la palabra a la concurrencia, pero su
discurso no colmó las expectativas de los manifestantes que comenzaron a
reclamar a viva voz que hable Martínez, interrumpiendo al orador.
El
secretario de Organización de la seccional riograndense, en un tramo de su
discurso señaló: “-...seguramente
todavía corre por nuestras venas la calentura por los hechos de ayer a
la tarde, porque ayer en Continental se ha derramado sangre obrera y la sangre
obrera no es cualquier cosa. Hay responsables de estos hechos y tienen que pagar
y no sólo con la renuncia. Tienen que pagar con la cárcel, la represión a los
obreros metalúrgicos en la puerta de Continental y la represión en las calles
de Ushuaia no estará saldada hasta que
cada uno de los milicos represores, junto con la plana mayor de Baschera y
Estabillo estén en cana compañeros”.
A
esa altura, la concurrencia recibía versiones de numerosas detenciones y que
estarían alojados en la
Jefatura Policial, a pocos metros de donde se encontraban.
Los manifestantes comenzaron a reclamar que se los deje en libertad.
Interpretando este deseo, Martínez apuntó para que marchen hacia la sede
policial a exigir que se los libere.
Dentro
del edificio se encontraban numerosos policías armados hasta los dientes,
preparados para responder a cualquier contingencia. Al llegar a la Jefatura, comenzaron a
llover piedras sobre el edificio y la respuesta de los uniformados fue
instantánea. Salieron masivamente y dispararon gases por doquier hasta lograr
dispersar a los manifestantes.
Los
trabajadores se concentraban y replegaban, aprovechando las pendientes de las
calles, lanzaban verdaderas lluvias de
piedras y los policías en varias ocasiones debieron retroceder. Esta situación
llevó a los uniformados a redoblar la apuesta y comenzar a utilizar balas
verdaderas. El desenlace fatal estaba a la vuelta de cualquier esquina.
El
accionar policial no se detuvo en respetar derechos no sólo de los
manifestantes, sino de quien se le cruzaba en su camino. Invadían viviendas,
apaleaban a transeúntes, estaban verdaderamente desbocados sin que ninguna
autoridad atinara a detener esa vorágine
represiva. Un ómnibus de color naranja asolaba las calles de Ushuaia, detrás de
sus ventanillas, con sus rostros cubiertos. Efectivos policiales sembraban el
terror disparando balas y cartuchos lacrimógenos por donde transitaban, sin la
más mínima precaución por las consecuencias que podrían derivar de ese
despliegue irracional.
Algunos
de los testimonios de las víctimas ajenas a los manifestantes dieron cuenta del
estado de barbarie en que se encontraba la capital fueguina. Una persona que
fue a cargar combustible a su vehículo, fue intimidada con disparos al aire. La
gente que se encontraba en la estación de servicio, fue desalojada
violentamente detonando las itakas. “-A esta persona le apuntaron a la cara y
le tiraron. Cuando se agazapó por el dolor, le volvieron a disparar en las
piernas”.Un taxista y un pasajero sufrieron el fuego cruzado de balas de goma y
piedras de los manifestantes, cuando se bajaron del vehículo, los policías le
golpearon el automóvil (2).
Sangre obrera
Esa mañana,
como todas en las que tenía trabajo, saludó a su mujer y se fue rumbo a la obra de construcción donde se ganaba la
vida. No podían imaginar que sería la última despedida. Ese mediodía, Víctor
Choque debía sentarse a la mesa familiar en un alto de su faena. Pero la silla
permaneció vacía.
Estaba
observando los disturbios. Una bala policial atravesó su cráneo y su vida se
apagó. Su compañero de trabajo Sergio Ojeda estaba junto a él y así relató lo
sucedido: -“Nosotros estábamos a unos setenta metros del lugar donde la gente estaba tirando
piedras y la policía disparaba desde la calle Deloqui”. Luego escuchó que
algunos comenzaron a gritar “mataron a uno, mataron a uno” y agregó: “-yo me di
vuelta y vi que era un hombre que
trabajaba con nosotros. Hace poco que estoy en la empresa, no sabía su nombre.
Cuando nos acercamos, sangraba en la cabeza y la boca”-.
Era
un salteño de 32 años, que como muchos otros
llegaron a la isla a buscar un mejor horizonte, pero la barbarie
policial frustró sus sueños.
Cuando
Víctor Choque llegó al hospital su vida se estaba apagando, su estado era
desesperante y los médicos poco pudieron hacer. Había perdido masa encefálica y
sin recuperarse del estado de inconsciencia, su humilde historia de trabajador
se terminó.
Pero
este crimen no fue un caso aislado. La represión podría haber generado otros
casos similares, no menos de veintiséis personas fueron atendidas en el
hospital con heridas de diverso grado de consideración, algunas de ellas de
gravedad. Las víctimas quedarían con distintos niveles de discapacidad y por
muchos años conservarían las huellas en su cuerpo como un estremecedor recuerdo
de la Semana Santa
del ‘95.
El
velorio se llevó a cabo en la sede del
Centro Deportivo Municipal. Allí, la impotencia y la bronca desfilaron durante
todo el día.
Las
cadenas televisivas trasmitieron en directo todos los acontecimientos, que los
canales oficiales de la provincia ocultaron descaradamente. En el país y en el
exterior se advirtió que en el fin del mundo no sólo había paisajes
paradisíacos, también reclamos obreros y una respuesta gubernamental salvaje,
autoritaria y despreciativa hacia los asalariados.
La
muerte de Víctor Choque lo convirtió en la primera víctima de la represión
policial en el período democrático inaugurado en 1983. Ese hecho resultó
emblemático. Las manifestaciones y expresiones de repudio recorrieron las calles
de distintas ciudades argentinas y del mundo.
Todos
los políticos opositores se pronunciaron condenando la barbarie. Los
silenciosos dirigentes de la CGT
y de la UOM, se
vieron obligados a salir de su letargo y
se sumaron a las declaraciones. La
CTA y el MTA (otras centrales sindicales) lo hicieron de una
manera más contundente.
En
distintas concentraciones que se llevaron a cabo, tanto en Río Grande como en
Ushuaia, algunas espontáneas y otras convocadas, los participantes reclamaron a
viva voz la renuncia del gobernador José Estabillo, del ministro de Gobierno
Fulvio Baschera y de toda la plana mayor policial, además de exigir la
identificación de los autores materiales del crimen y la represión.
Esa
tarde se conoció el arribo de trescientos efectivos de la Gendarmería Nacional
que llegaban para reforzar el despliegue represivo. También había llegado a la
provincia el obispo Alejandro Bucolini para iniciar una acción mediadora. Como
primer acto en tierra fueguina convocó a una misa “por la paz” frente al
monumento a los caídos en Malvinas.
En
tanto, el mandatario provincial se vio obligado a mostrarse nuevamente ante las
pantallas de televisión ante el cariz que habían tomado los acontecimientos. En
su discurso, a la hora 23:30, comunicó que había aceptado la renuncia del
ministro y deslindó responsabilidades en la orden judicial de desalojar la
planta de Continental, como el causante de los hechos. Calificó de “penosos
acontecimientos” a los sucesos y dijo que estaba haciendo un “profundo
ejercicio de reflexión”. En ningún momento nombró a la víctima fatal de sus
acciones de gobierno.
El adiós a Víctor
Al
día siguiente, unas tres mil personas despidieron el cuerpo de Víctor Choque.
Los manifestantes al pasar por el frente a la Casa de Gobierno, detuvieron su marcha lúgubre y
comenzaron a aplaudir. Fue la respuesta más contundente que se dejó oír, sobre
el pobre y autojustificatorio discurso del gobernador.
Cerca
de las 14 hs, había comenzado la procesión, encabezada por un grupo de obreros
de la UOCRA,
que ostentaban la única pancarta de la
manifestación. El resto de los
participantes acompañaban su silencio con algunas banderas argentinas,
otros con velas encendidas y una bronca generalizada que se contenía por respeto al obrero asesinado, cuyo cadáver era
portado por los manifestantes. Trabajadores de todos los gremios se turnaban
para portar el féretro en sus hombros.
Atrás
había quedado el velorio, en el Polideportivo Laserre, por donde habían pasado
unas diez mil personas a expresar su pesar. Uno, de cada cuatro habitantes de
Ushuaia.
A
las 4 de la tarde, el avión de la gobernación partía con su carga mortuoria
rumbo a Salta, donde los familiares recibirían a los restos de Choque, sin que
encontraran explicación alguna a lo sucedido.
Así
fue el regreso a su terruño, los sueños de prosperidad cimentados con su
esfuerzo y capacidad para trabajar fueron frustrados por una bala policial
asesina.
Las
expresiones de dolor no quedaron circunscriptas a Ushuaia. Unas tres mil
personas recorrieron las calles de Río Grande para rechazar la barbarie
policial y exigir el esclarecimiento del crimen y el castigo a los culpables.
En
tanto, en la ciudad de Buenos Aires, una convocatoria efectuada por dirigentes
gremiales del MTA y del CTA, junto a
diferentes partidos de izquierda, se concentró frente a la Casa de la Provincia de Tierra del
Fuego, para expresar consignas similares. También en la capital del país se
escucharon reclamos de renuncia de José Estabillo.
Controversias
Las horas
siguientes estuvieron cruzadas por interpretaciones interesadas. El gobierno acusó
a Oscar Martínez por “haber incitado a
la rebelión”, en una reacción infantil que pretendía diluir sus culpas.
Estabillo expresó que “esos manifestantes venían muy preparados para generar un
incidente de este tipo” y puso en duda que la bala asesina hubiese sido
disparada por efectivos policiales. Luego lanzó una temeraria afirmación: que
el proyectil no era de 9 milímetros como
se pensaba, sino calibre 32, que de confirmarse liberaría a los uniformados de
la acusación por la muerte (3).
Un dueño de un
medio de comunicación capitalino alentaba esta burda maniobra publicando la
noticia de que habían encontrado la pistola calibre 32 que había disparado el
tiro a Choque.
El presidente Carlos Menem, prefirió una
respuesta salomónica: Hubo “excesos de las dos partes”, afirmó, para luego
agregar que había “un infiltrado del Movimiento al Socialismo”.
Carlos
“Chacho” Álvarez señalaba en su visita a Ushuaia que “si la gente no siente que la Justicia actúa y toma
medidas concretas con los responsables de la represión salvaje se va a
acrecentar el clima de venganza...”, luego declaró que si a él le hubiera
pasado lo que le pasó a Estabillo “no duraría un día más en el gobierno” (4).
Años después, desde su cargo de vicepresidente de la Nación, viviría una
circunstancia similar en Corrientes, pero sus expresiones habían quedado en el olvido.
La lucha continúa
Luego
de la conmoción producida por la salvaje represión, hubo como una parálisis de
las acciones oficiales y opositoras, como si alguien hubiera apretado el freno
en la marcha del tiempo. Los gremios, luego del trago amargo, comenzaron a
diseñar sus pasos siguientes.
La
reacción que se produjo en el ámbito nacional ayudó a reactivar la movilización
obrera. El viernes 21, se llevó a cabo el paro nacional convocado por la U.O.M., al que adhirieron las
centrales sindicales C.T.A. y M.T.A.
Esta medida tuvo una alto grado de acatamiento en el país y en la provincia fue
total. También se convocaron a sendas manifestaciones que tuvieron como
principales consignas la exigencia de renuncia del gobernador y la cúpula
policial, y el juicio y castigo a los responsables de la represión. Por otro
lado, ante el silencio de los comerciantes (que no adhirieron a la medida y
abrieron sus puertas normalmente) los trabajadores decretaron una huelga de
consumidores, dejando a los locales comerciales vacíos durante esa jornada.
Mientras
tanto, en la movilización de Río Grande, la concurrencia gritaba “díganle a
Estabillo que somos todos zurdos” y reclamó la palabra de Oscar Martínez, quien
afirmó que “lo único que le pedimos a Estabillo es que se vaya” y propuso que
la calle Libertad cambie su denominación por la de Víctor Choque.
Finalmente, la
crítica situación motorizaría a funcionarios nacionales y provinciales y
a los empresarios agrupados en AFARTE (industria electrónica) para proponer un
acuerdo que posibilitaría el pago en diez cuotas de los montos reclamados por
los trabajadores de Continental Fueguina y Kenia. Estos compromisos no se
cumplieron en sus plazos y exigieron nuevas movilizaciones para que los
despedidos puedan cobrar sus haberes. Los empresarios, como suele ocurrir, no
dieron puntada sin hilo y junto a esos puntos incorporaron reivindicaciones
propias.
De
esta manera, se puso en evidencia que los reclamos de los trabajadores eran
justos y merecían una respuesta, pero hizo falta que los gobernantes fracasaran
en su salvaje política represiva, con su luctuoso saldo, para que los poderosos
se dignen a sentarse a negociar y a tomar en cuenta las voces obreras.
Investigación legislativa
Los
legisladores que durante el conflicto tuvieron una opaca participación, se
vieron obligados por las circunstancias, a tomar distancia del gobierno y
conformaron, el 18 de mayo, una Comisión Investigadora para esclarecer lo
acontecido en Semana Santa.
En
sus conclusiones expresan: “De los testimonios verbales y audiovisuales
recibidos en esta Comisión Investigadora se desprende que ese día fueron
empuñadas y utilizadas armas de fuego con balas de plomo, además del
equipamiento usual antidisturbios con que cuenta la policía(...) Los oficiales
de policía identificados en los videos de los episodios de Continental Fueguina
son el Jefe de Policía Eloy Luna Molina, Comisario Zabala, Subcomisario Lagos
Lamas, Subcomisario Rokich, Subcomisario Ascúa y Subcomisario Porro. Asimismo
varios testimonios obrantes en esta Comisión identifican como participante al
suboficial Toledo, quien presuntamente habría sido identificado como el autor
de disparos a quemarropa de escopeta con balas de goma a un trabajador dentro
de la planta”.
En
la parte final, recomienda en su artículo primero que “no existe mérito
suficiente para encuadrar a ningún funcionario judicial bajo la figura de jury
de enjuiciamiento...” En su artículo tercero, determina que “la responsabilidad
política de los hechos ocurridos los días 11 y 12 de abril de 1995, recae en el
titular de la cartera ministerial específica ex Ministro de Gobierno, Trabajo y
Justicia, Don Fulvio Luciano Baschera”. Luego eleva las actuaciones a la Justicia Penal por
“acciones presumiblemente delictivas”.
Se
solicita al Ejecutivo que inicie sumarios a los jefes policiales mencionados
anteriormente, por haberse comprobado: “abuso de autoridad, torturas, apremios
ilegales, uso indebido de armas de fuego reglamentarias, excesos en la
represión, heridas graves o gravísimas, homicidio, uso indebido de equipos
antimotines, uso de vehículos oficiales identificados y no identificados para
la persecución y agresión indiscriminada de transeúntes, falsificación de
documentos públicos, comisión de actos de crueldad manifiesta, ocultamiento de
hechos a las autoridades provinciales, desobediencia de las órdenes impartidas
por los órganos superiores por parte de algunos cuadros inferiores de la Policía Provincial,
ruptura de la cadena de mando, según las denuncias que constan en los
testimonios recibidos”.
Luego
solicita el inicio de sumarios al entonces subsecretario del Ministerio de
Gobierno, Santiago Adrián Hernández y al entonces subsecretario de Salud,
Alberto Acosta y al ex jefe policial Federico Billota. Eleva al fiscal de
Estado el informe para que se “investigue la conducta administrativa de la
totalidad de los agentes y funcionarios de la administración pública
provincial, presuntamente responsable de los hechos investigados”.
De
esta manera, los legisladores eludieron
determinar la culpabilidad del gobernador. Ni siquiera tomaron en cuenta
los reclamos de juicio político (que fue desechado con los votos oficialistas y
radicales) y de renuncia, que proclamaban a viva voz diversos sectores de la
comunidad.
Investigación judicial
La juez de Instrucción Cristina Barrionuevo
determinó en agosto, la inexistencia de conductas delictivas por parte del ex
ministro Baschera, del ex jefe policial Luna Molina y de los comisarios y
subcomisarios Gibson, Zabala, Porro, Ascúa y Lagos Lamas, no porque actuaron
bien sino porque “actuaron sin dolo, es decir sin intención de violar la
ley”(5). En tanto que seis oficiales y suboficiales de menor graduación, fueron
considerados únicos responsables de los hechos delictivos. En sintonía con la
“teoría de los dos demonios”, la magistrada absurdamente extiende esa
responsabilidad al sindicalista de izquierda, Oscar Martínez.
El
abogado Héctor Pena consideró que “el hilo del paquete se cortó
por la parte más delgada” y agregó que las propias consideraciones de la juez
“muestran, cuanto menos, la inoperancia, la ineficiencia, la falta de
conducción y, consecuentemente, la irresponsabilidad de quienes política,
jerárquica y administrativamente “dirigen” –de algún modo hay que llamarlo- la
institución encargada de velar por la seguridad de los fueguinos”. Pena señala
que además la conductora de la investigación consideró que el Poder Ejecutivo
confió “a ineptos, inexpertos y carentes de idoneidad” la conducción de las
fuerzas de seguridad (5).
ANEXOS
La Semana Trágica*
El gobierno
está en la encrucijada de asumir su responsabilidad y que se alejen los
funcionarios involucrados o que se agrave la crisis provincial
Las
imágenes no eran de Beirut, ni de Croacia ni de la más próxima Chiapas. Eran
las irregulares calles de Ushuaia que servían de escenario al accionar
desenfrenado de los efectivos uniformados que descargaban una violencia inusitada
sobre trabajadores que recurrían al constitucional derecho de peticionar a las
autoridades.
Frente
al Beagle, donde tantas veces se exaltó la belleza incomparable del lugar, dos
“ejércitos” se enfrentaban. Por un lado, la policía provincial, que parecía
dispuesta a derrotar a su oponente utilizando todo el arsenal disponible. Y,
por otro lado, obreros metalúrgicos y de otros gremios solidarios, desarmados,
y con toda la indignación porque el gobierno provincial respondió a sus
reclamos con una política de aplastamiento de la protesta.
Unos
fueron enviados al “frente de batalla” desde algún cómodo despacho oficial,
cuyo titular no encontró mejor alternativa que escarmentar a los desahuciados
obreros de Continental por intentar aferrarse a lo único que le quedaba para
presionar por sus haberes, indemnizaciones
y futuro laboral.
Los
otros, se movilizaron solidariamente -en una época donde la solidaridad hacia
los semejantes escasea- frente a la insensibilidad de los gobernantes, la
inoperancia de los legisladores y una Justicia que mientras demora años en
resolver las causas iniciadas por trabajadores, actúa con una velocidad
misilística para salvaguardar los intereses empresarios.
Los
uniformados actuaron a sangre fría. Un colega calificó su faena como propia de
los legendarios “tontons macoutes” (una fuerza parapolicial que durante décadas
aterrorizó al pueblo haitiano); no se detuvieron ni ante mujeres, niños u
ocasionales transeúntes. Garrotearon a manifestantes caídos, dispararon a
quemarropa e inundaron de gases la ciudad, dejando el lamentable saldo de un
muerto, como mínimo, e innumerables heridos, algunos de gravedad.
Los
hombres y mujeres de overol se mantuvieron en las calles defendiendo con uñas y
dientes su derecho a sostener sus reivindicaciones, alternando momentos de
autocontrol con otros donde se soltaba la bronca contenida.
Dos hechos, la misma respuesta
Las
imágenes del desalojo de Foxman se vieron agigantadas dramáticamente.
Quedó
demostrado que aquello no fue un desborde excepcional, sino un antecedente que
mantuvo toda su vigencia como política oficial de disuasión de los conflictos
sociales.
El
requerimiento de tropas de Gendarmería Nacional, que en junio del año pasado
nadie se hizo cargo del pedido, ahora fue asumido por el gobernador Estabillo,
que los gestionó públicamente.
También
conservaron similitudes los discursos que emitieron los titulares del Ejecutivo
provincial (en junio estaba a cargo de la Gobernación Miguel
Ángel Castro), luego de ambas represiones. Se reclamó racionalidad, el debate
de ideas y se denunció que la conflictiva situación era generada por la
oposición en un momento preelectoral.
Pero,
en los momentos previos al conflicto se dejó sin respuesta a los pacíficos
petitorios, se empujó a los obreros a generalizar un conflicto que podría haberse canalizado
con negociaciones y no se impulsó en ningún momento el debate sobre el futuro
de la industria fueguina.
Ambigüedades y contradicciones
Tampoco
fue decoroso el discurso ambiguo y contradictorio que tuvo el gobierno. Sostuvo
a rajatabla el plan económico nacional y, una vez recibidas las consecuencias
de este modelo de marginación, se declaró inocente e intentó desviar las
responsabilidades sobre el Ejecutivo Nacional.
Con
singular argumentación, descargó las culpas del violento desalojo de
continental sobre el juez, como si fuera responsabilidad del magistrado el
diseño del despliegue represivo que, por otro lado, luego prolongó, sin que
haya habido ningún pronunciamiento judicial que le sirviera de excusa.
El
Ejecutivo provincial promulgó las leyes 206 y 207. Días después, decidió su
no-aplicabilidad, señaló que no estaba obligado a ello porque no contaba con
fondos suficientes y que esas normas eran inconstitucionales.
Como
en las épocas más negras de la historia del país, se atribuyó primero a la
oposición y, luego, a fuerzas de izquierda, la responsabilidad de un conflicto
social, que no encontró en ningún momento al oficialismo provincial con
respuestas acordes a la magnitud de la crisis desatada.
¿Operativo
expulsión de indeseables?
En
varias oportunidades, públicamente se aconsejó a los desocupados que regresen a
sus lugares de origen. En forma reservada, los comentarios de diversos
representantes oficiales son más contundentes: “la industria no tiene futuro,
lo único que puede subsistir es el turismo y la explotación de los recursos
naturales; por eso muchos se tienen que ir” o “los metalúrgicos tuvieron buenos
momentos, ahora que se le aguanten”.
La
ferocidad con que se negó la posibilidad de que los obreros de Continental
puedan defender sus derechos a la subsistencia, las persecuciones contra los
manifestantes y la represión a mansalva desatada por directivas oficiales -no
puede concebirse de otro modo-, apuntan
a desalentar cualquier reclamo de los asalariados.
Las
posiciones reservadas del partido de gobierno ¿estarán pasando de las palabras
a los hechos? La violencia contra los trabajadores, obliga a estos a que resignen sus haberes e indemnizaciones y,
por esa vía, se los impulsa a una migración forzosa. Esta posición, de
confirmarse, preanuncia una etapa de conflictos durísimos.
Crisis con
pocas alternativas.
La
trágica represión de ayer generó cuestionamientos públicos en las propias filas
del oficialismo. Hubo numerosas muestras espontáneas de repudio a la violencia
y los argumentos sustentados resultaron indigeribles. Sin tomar en cuenta los
antecedentes de junio pasado -cuando quedó aislado y pagó un alto costo
político- el gobierno, como un aprendiz de brujo, desató fuerzas que no pudo
contener, quedó deteriorado y no le quedan muchas alternativas que pagar el
precio de la imprevisión.
Represión
como la de Ushuaia no es un caso aislado, ya la sufrieron los jubilados, los
jujeños, y las Madres de Plaza de Mayo; por lo que podría presumirse que es la
respuesta que se está generalizando ante las insatisfacciones que genera la
decadencia del plan económico.
La
defensa de los derechos y garantías constitucionales, de las libertades
democráticas conquistadas, exigen el esclarecimiento de los hechos, que se asuman las responsabilidades
por tanta violencia desatada y que los autores de estas barbaridades se alejen
de las funciones de gobierno.
Víctor
Choque pagó con su vida haberse sumado a la protesta. Decenas de manifestantes
sufrieron heridas y contusiones por no
silenciar su descontento. Esta semana trágica es una pesada carga sobre la
sociedad fueguina que se transfiere a los gobernantes.
*Publicado
por el autor en el diario Tiempo Fueguino el 13/4/95.
“Tierra Apacible”**
El
demorado discurso de José Estabillo no respondió a las expectativas creadas. El
texto leído por el primer mandatario intentó ser una pieza oratoria coloquial,
pero las formas expresivas no dejaron lugar para el contenido esperado.
“No
es fácil para una persona como yo, criado y educado en un hogar sencillo y
trabajador” tener que asumir que “mi Tierra del Fuego ha cambiado”, fue un
tramo del discurso donde prevaleció, como en tantos otros, el reflejo de
desazón personal quedando en un segundo plano su rol como primer mandatario
provincial.
El
gobernador pareció reflejar cierta molestia por la vigencia de la Ley 19.640 que trajo un
“engañoso bienestar a la isla” y que
“nos tendió a todos una trampa”, y por la migración de familias de trabajadores
que generó, al manifestar nostalgias y
añoranzas por épocas en que la isla era “una tierra apacible”. Pero, no tomó en
cuenta que cuando asumió su mandato, la promoción económica estaba en plena
aplicación, sin haber encontrado su gobierno una solución, luego de casi cuatro
años de gestión. Señaló su impotencia ante las consecuencias del modelo
económico imperante, que abrió la importación masiva de productos electrónicos
que coparon una parte importante del mercado y que dejó desprotegida a la
industria nacional. Y también se refirió a la crisis internacional que se
desató en los últimos meses y que dejó a los
argentinos expuestos e inertes ante las contingencias económicas externas. Además, omitió mencionar que los
apoyos explícitos que dio su gobierno al plan de Domingo Cavallo, lo hace un
socio solidario de las ganancias como así también de las pérdidas que genera su
implementación.
En
un párrafo de su mensaje, planteó que Tierra del Fuego se convirtió
“involuntariamente en un escenario más de las pujas políticas y sociales”,
mostrándose como víctima de las circunstancias, eludiendo sus responsabilidades
al frente del Ejecutivo.
La
parte más sustanciosa del discurso fue cuando se refirió a los “penosos
acontecimientos” vividos en Ushuaia. En ningún momento se refirió con claridad
a la represión policial. Presentó los hechos con frases elípticas como “jornada
amarga” o “graves hechos que me ha tocado vivir”, lo que manifiesta una
preocupante falta de precisión.
Cuando
informó de la renuncia de Fulvio Baschera, el gobernador recayó en un terreno
confuso, ya que no se entiende por qué le aceptó la renuncia, si hizo un
expreso “reconocimiento a su conducta”, a pesar de que “se le están haciendo
imputaciones de todo calibre”.
Estabillo
nuevamente intentó deslindar responsabilidades cuando ratificó que “lo actuado
por la Policía
Provincial, durante la jornada de ayer, como en los
conflictos de Foxman y del puerto, obedeció estrictamente a las directivas
impartidas por los señores jueces que actuaron en dichas causas”.
En
el caso de Continental, el propio juez Tenaillón, señaló que él no participó
del diseño del operativo policial. Pero
el mandatario sólo se refirió al desalojo de la planta ocupada sin mencionar
las persecuciones, golpizas y disparos de balas de goma y de las otras, que los
efectivos policiales descargaron a mansalva sobre los manifestantes. El
gobernador debería explicar qué juez autorizó que un colectivo color naranja,
cargado de policías, sembrara el terror
por las calles de la capital provincial tiroteando a diestra y siniestra.
Cuál fue el magistrado que dispuso que se dispararan balas reglamentarias, que
se extendiera la represión más allá de los límites de la fábrica y varias horas
después del desalojo.
El
mandatario olvidó también que en una conferencia de prensa, el ex titular de la Policía Provincial,
Federico Billota, reconoció que hubo excesos en la represión a los obreros y
periodistas frente a la fábrica Foxman, prometió que se iba a investigar y que
en treinta días se conocería el resultado. Esto, también fue, en su momento,
ratificado públicamente por el renunciante Baschera. Pero nunca se conoció el
resultado y sí se sancionó a alguien por las barbaridades cometidas hace diez
meses.
Anoche
sostuvo que la policía “siempre intentó disuadir”y prometió un nuevo proceso de
investigaciones sobre posibles excesos.
Esta
posición del primer mandatario provincial deja dos alternativas posibles: o
bien la cúpula policial es un poder que desborda el control de los gobernantes
o el gobernador tiene una conducta dual, que alienta la represión en forma reservada sin que se sincere ante la
sociedad.
Con
relación a la primera posibilidad, la presencia de funcionarios policiales que
habrían tenido una activa participación en el último gobierno militar, podría
confirmar la existencia de metodologías
que no condicen con la vigencia de los derechos y garantías
constitucionales. Por otro lado, sería violatorio de toda legislación que
existiese un poder paralelo de institución policial.
La
segunda alternativa, dejaría serias dudas sobre la credibilidad de los
discursos oficiales al existir opiniones reservadas que los funcionarios no se
animan a plantear públicamente.
Una
autocrítica es imprescindible, en cualquiera de las dos variantes. Si se
concretara “una profunda revisión”de los “actos de gobierno”, debería
traducirse en la remoción de toda la jefatura
policial.
De
no hacerlo así, la libertad de reunión, de informar, de manifestarse, y
peticionar a las autoridades no podrán ser ejercidos con plenitud. La
posibilidad de que cualquier protesta futura pueda ser respondida a balazos y
con riesgo de la vida será un condicionante permanente para la vigencia de las
libertades democráticas.
**
Artículo del autor publicado en el diario Tiempo Fueguino el 14/4/95.
¿Oscar Martínez
es Superman? ***
En la búsqueda de
chivos expiatorios, el gobernador Estabillo descargó culpas, sucesivamente en
los dirigentes de la oposición, legisladores, en la Ley 19640, y la migración de
trabajadores que produjo. Jueces, jefes policiales de mediana jerarquía, gremialistas y por último, en un dirigente
metalúrgico de izquierda. Con esta larga lista de presuntos culpables de la
agitación social, el primer mandatario provincial no encontró ni siquiera un
pequeño espacio para la autocrítica por la falta de alternativas económicas,
por la situación límite y de desamparo de los desocupados, ni por la violenta y
fatal represión desatada.
En
sus primeras interpretaciones de la agitación social que vive la provincia, el
gobernador Estabillo adjudicó las responsabilidades a los políticos opositores
que se hallaban enfrascados en el período preelectoral y que irresponsablemente
querían aprovechar la situación.
Dos
semanas atrás, haciéndose eco de esas posturas, el conductor de un programa en
el canal estatal, realizó casi un interrogatorio policial a dos gremialistas
para demostrar que iban a votar por el justicialismo. La inconsistencia del
argumento obligó a archivarlo sin pena ni gloria.
Luego,
a raíz de la polémica desatada por la decisión oficial de no aplicar las leyes
206 y 207 -referidas a los aspectos de protección que establecían para los
trabajadores despedidos-, se centraron los cañones en que los legisladores
habilitaron normas (que el gobierno
promulgó) que eran inaplicables, incluso algunos funcionarios sostuvieron que
eran inconstitucionales.
Una
vez desatada la violenta represión policial, Estabillo deslindó la
responsabilidad en el juez que decidió el desalojo de los obreros de la planta fabril de
Continental Fueguina, que ocupaban pacíficamente (también hizo extensivo el mismo argumento,
en forma retroactiva, a la represión sufrida por los obreros portuarios y por
los operarios y periodistas en Foxman).
En
su discurso del martes pasado, el mandatario provincial aludió al “engañoso
bienestar” y a “la trampa” que significó la vigencia de la Ley 19640, como la causa original
de todos los problemas contemporáneos. De alguna manera, trasmitió su malestar
por la radicación en la isla de miles de familias de trabajadores que alteraron
lo “apacible”que era la Tierra
del Fuego, en un recuerdo nostálgico y retrógrado de la provincia chica de tres
décadas atrás.
Cuando
el gobernador en la noche del jueves, se dispuso a enfrentar una rueda de
prensa (antes había retaceado el acceso de los medios locales, prefiriendo la
complacencia de algunos selectos programas y medios de Buenos Aires) afirmó que
“no tenía presente” el nombre de los responsables del operativo policial
desplegado. Luego, forzado por las repreguntas de algunos colegas, señaló el
nombre del subcomisario José Tomás Roskich -un jefe de mediana jerarquía- como
el responsable de la represión.
El
último chivo expiatorio encontrado por el gobierno fue Oscar Martínez, el
combativo dirigente metalúrgico y notorio militante del Movimiento al
Socialismo. Anoche, el gobernador adjudicó a Martínez la responsabilidad de la
agitación social y de los encontronazos con la policía.
El
gremialista es el único que profesa esa ideología de la cúpula dirigente de la UOM de ambas seccionales,
donde coexisten peronistas, radicales y hasta mopofistas. Este argumento
oficial, presenta al integrante del MAS
con un poder fenomenal, que le permite imponerse frente a sus colegas del
sindicato. Además de tener dominada a toda la dirigencia, es capaz de organizar
a miles de personas, dotarlas de piedras, motivarlas para enfrentarse con la
policía, ordenar por teléfono la ocupación de la fábrica Continental (dado que
estaba en Río Grande), convocar a movilizaciones y paros e inculcarles acciones
de violencia a los trabajadores.
Por
otro lado, se puede llegar a la conclusión de que Martínez puede estar al mismo
tiempo en muchos lados, dejar el overol por otro tipo de vestimentas, y tal
vez, hasta influenciar a los empresarios para que no paguen los haberes de los trabajadores, que suspendan y
cesanteen operarios, y a los legisladores para que voten leyes “inaplicables”.
También puede instruir a los policías para que disparen proyectiles 9 milímetros,
garroteen y fusilen a hombres y mujeres caídos en el suelo, disponer de un
colectivo a la manera de un tanque de guerra para sembrar el terror en Ushuaia
y ahora, mandarlos a las casas de los obreros para amedrentarlos. Todo esto
para agitar socialmente a la provincia.
Días
atrás, un funcionario del gobierno provincial sostuvo, en privado, que “Oscar
Martínez es el único dirigente serio, que tiene claro las cosas, no cree en el
gobierno, en el plan económico ni en la Justicia y lo dice abiertamente, los demás nunca
se sabe lo que piensan”. Evidentemente, al calor de los hechos las opiniones del
gobierno han cambiado en forma sustancial.
A
Martínez se lo ha catalogado, hasta ahora, como un duro, con “posiciones inflexibles”
y planteos “utópicos”. Pero, por primera vez se le han encontrado poderes
especiales y sobrenaturales para generar situaciones sociales conflictivas, con
una obsesión permanente: molestar al gobernador.
Estos
argumentos, utilizados por Estabillo para eludir su responsabilidad de
gobernante, no son novedosos ni ingeniosos. Fueron utilizados por los gobiernos
más autoritarios o por aquellos que por soberbia o impotencia, no encontraban
planteos más inteligentes o no tenían la valentía de formular una autocrítica.
Para
algunos gobernantes fue útil desatar represiones, encarcelar y hacer desaparecer a dirigentes opositores o
intimidar a los disidentes. Otros, lo incluyeron en sus discursos como una
forma de distorsionar legítimas protestas sociales.
El
gobernador, por el contenido de sus discursos, no parece terminar de apreciar
el volcán sobre el que está sentado. La crisis de la industria electrónica
promete nuevas agitaciones sociales futuras y no será suficiente pedirle
paciencia y resignación a quienes pierden el único sustento para alimentar a
sus familias.
La
falta de opciones (el PRODEFU, el PRENO o los microemprendimientos no lo son)
del gobierno provincial, parece hacerlo inclinar por salidas represivas. No por
casualidad se repiten en forma cada vez más
frecuente y descargando mayor odio y violencia. Las denuncias de que
anoche personal policial fue a intimidar
a obreros en sus domicilios, es otro preocupante indicio de que el despliegue policial no se detiene a
pesar de los cuestionamientos generalizados. La historia indica que afirmarse
sobre un aparato represivo no ha dado a ningún gobernante solidez y estabilidad
duradera; por el contrario, les ha
provocado aislamiento y descrédito, que terminaron por profundizar aún más el debilitamiento del gobierno, la
agitación social y desencadenar los hechos de violencia más desgraciados.
Mantenerse
en una burbuja de cristal tampoco resulta aconsejable, ya que un gobierno no
puede cortar los vasos comunicantes con la sociedad, a la que se debe. Cuentan
que a Hipólito Yrigoyen le editaban un diario especial, sólo con noticias
favorables a su gobierno. El final de semejante alejamiento de la realidad, es
conocido.
Una
canción popular, en la década del sesenta, contaba “las tribulaciones de un
tonto rey imaginario o no”, que frente a los reclamos por el hambre que sufría
su pueblo, hacía prevalecer las opiniones de los cortesanos y exclamaba “... no
los oí, que vil razón, les molestaba su barriga...”, en esa leyenda, el monarca
terminaba “desnudo, saltando a través de las colinas...”
***
Publicado por el autor en el diario
Tiempo Fueguino el 15 de abril de 1995.
LEY Nº 206
TRABAJO:
EMERGENCIA SOCIO OCUPACIONAL EN EL AMBITO PROVINCIAL POR 180 DIAS.
Sanción: 15 de Diciembre de
1994.
Promulgación: DE HECHO 11/01/95.
Publicación: B.O.P. 16/01/95.
Artículo 1º.-Establécese la Emergencia
Socio-Ocupacional en el ámbito de la Provincia de Tierra del
Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, por el plazo de ciento ochenta
(180) días contados a partir de la promulgación de la presente Ley.
Artículo 2º.-Durante la
vigencia de la presente Ley, las empresas amparadas bajo la Ley Nro19.640, deberán
comunicar con un plazo mínimo de sesenta (60) días las medidas a adoptar en
caso de que éstas afecten de cualquier forma la permanencia o condiciones de
los trabajadores en sus puestos de trabajo.
Artículo 3º.-Establécese
para las empresas amparadas bajo la
Ley Nro. 19.640, la obligatoriedad de presentar en forma
inmediata, seguro de caución u otro tipo de garantía real suficiente que cubra
la totalidad de las indemnizaciones y deudas laborales, cuando produzcan
despidos o suspensiones.
Artículo 4º.- Las empresas
que no cumplan con lo establecido en la presente Ley, serán sancionadas con el
no tratamiento de las acreditaciones de origen, por parte de la Comisión del Area
Aduanera Especial, y la inmediata comunicación al órgano competente de los
incumplimientos, con la solicitud del corte de las acreditaciones de origen ya
aprobadas.
Artículo 5º.- En caso de que
las empresas incumplidoras no contaren con acreditaciones de origen aprobadas o
en tratamiento, la Comisión
del Área Aduanera Especial dará cuenta inmediata a la autoridad competente, a
efectos de que se instrumenten las acciones necesarias en relación a los
proyectos de radicación de las empresas, en salvaguarda de los derechos de los
trabajadores afectados.
Artículo 6º.-El Ministerio
de Gobierno, Trabajo y Justicia, será la autoridad de aplicación de la presente
Ley.
Artículo 7º.-Derógase la Ley Provincial Nº
169.
Artículo 8º.-La presente Ley
deberá ser reglamentada dentro del plazo de cinco (5) días.
Artículo 9º.-Comuníquese al
Poder Ejecutivo Provincial.
LEY Nº 207
DESPIDO
O SUSPENSION DE TRABAJADORES: FACULTADES DEL PODER EJECUTIVO PROVINCIAL.
Sanción: 15 de Diciembre de
1994.
Promulgación: DE HECHO
11/01/95.
Publicación: B.O.P.
16/01/95.
Artículo 1º.-En caso de
despido o suspensión de trabajadores, en los cuales éstos no hayan podido
percibir los importes correspondientes a los créditos laborales pendientes,
facúltase al Poder Ejecutivo Provincial a instrumentar las medidas necesarias
para:
a) Suscribir convenios a tal fin con las empresas en conflicto;
b) Hacerse cargo de las deudas laborales existentes, previo
establecimiento de las garantías pertinentes;
c) Proceder a iniciar las acciones que correspondan para recuperar por
vía judicial los recursos comprometidos en dicho procedimiento.
Artículo 2º.-Las empresas
que podrán ser consideradas para el establecimiento de los convenios a los
cuales se hace referencia en el artículo 1º de la presente, serán solamente
aquellas que, encontrándose amparadas por la Ley Nº 19.640, hubieran producido despidos o
suspensiones a partir del 1º de noviembre de 1994.
Artículo 3º.-Comuníquese al
Poder Ejecutivo Provincial.
FUENTES:
(1)
Diario El Sureño
(9/4/95).
(2)
Diario Tiempo Fueguino (13/4/95)
(3)
Diario Clarín
(15/4/95)
(4)
Diario Tiempo Fueguino (17/4/95)
(5)
Diario Tiempo Fueguino (4/9/95)
CAPITULO XI
La Justicia de los poderosos
Con los ojos tapados
Los
diversos conflictos gremiales que se sucedieron en los últimos años dejaron en evidencia la escasa voluntad de
los gobernantes por tomar en cuenta las demandas y los sufrimientos de los
trabajadores. Como se ha planteado en los capítulos anteriores, la política
predominante fue la de ignorar todo lo
posible las voces de los manifestantes y cuando estos persistían en sus
reclamos o se enardecían ante la
indiferencia oficial, los funcionarios respondieron con la más cruda represión.
Para alcanzar
estos propósitos, los gobernantes tuvieron una ayuda incomparable en los
estrados judiciales. Bajo el amparo de frías normas jurídicas, los beneficiarios
de sueldos propios de un emirato, respondían solícitos para complementar la
labor y los objetivos del Poder Ejecutivo Provincial.
No
por casualidad, alguien definió a los integrantes de la Justicia fueguina como un
verdadero ejército de ocupación que, en función de preservar los más altos
sueldos del país (entre 10 mil y 20 mil dólares mensuales), demostraban su
clara preferencia por complacer al poder político que abonaba y toleraba esas
remuneraciones provocativas y agraviantes para la comunidad.
Así
se evidenció en los sucesivos sobreseimientos y faltas de mérito que
beneficiaron al gobernador Estabillo y al puñado de aventureros inescrupulosos
que lo seguían, a pesar de que el pueblo los condenaba sin ninguna duda por el
descalabro, los negociados y corrupción a que sometieron a la provincia en los
ocho años de gobierno.
Mientras
la población fueguina continúa esperando algún fallo aleccionador contra los
corruptos responsables de la crisis provincial, desde que se constituyó, la Justicia fueguina tuvo un
eficiente desempeño en facilitar la acción represiva, en desalentar diversos
reclamos de los asalariados e intentar
escarmentar a los dirigentes gremiales condenándolos simplemente por defender a
ultranza los derechos de los
trabajadores avasallados por los empresarios.
Tal
vez, los juicios sufridos por Oscar Martínez fueron los más elocuentes de esta
conducta manifestada por los magistrados judiciales. Pero hubo otros claros
testimonios, como fue el fallo contra los delegados de la fábrica Foxman
(Armando Bustamante, Pablo Peña y Mario Benítez), quienes fueron condenados con
prisión en suspenso por el “delito” de ocupar la planta fabril para preservar
el puesto laboral de una treintena de compañeros cesanteados por un reclamo
salarial. El contrasentido de este fallo fue que ni siquiera se tomó en cuenta
que la patronal había declarado públicamente su arrepentimiento por no haber
tomado en cuenta los reclamos obreros y por el maltrato a que los sometía (al
poco tiempo olvidó sus dichos y provocó un nuevo conflicto que arrojó varios
cesanteados incluso los delegados), que reincorporó a todos los despedidos y
que además aplicó un aumento superior al solicitado.
El proceso contra Martínez fue el que alcanzó
mayor trascendencia; el dirigente metalúrgico fue juzgado simplemente por
pronunciar las siguientes palabras: “...todavía corre en nuestras venas la
calentura que nos hemos ido llenando hora a hora después de los hechos de ayer
a la tarde... que se ha derramado sangre obrera y la sangre obrera no es
cualquier cosa...”
“...vamos
a arrancar de las garras de estos asesinos a nuestros compañeros
detenidos...”, en medio de la barbarie
represiva desatada por la policía provincial a partir del desalojo de los
obreros de Continental, en abril de 1995. Este tramo del discurso del
gremialista fue tomado como una clara instigación a la violencia y causante de
la represión policial desatada con posterioridad.
Martínez no estuvo solo
Desde que se conoció el
procesamiento del dirigente metalúrgico, las muestras de solidaridad y repudio
fueron constantes. Los pronunciamientos abarcaron a casi la totalidad del
espectro gremial y político fueguino, a referentes patagónicos, nacionales y
del exterior, entre los que se destacan centrales obreras de Brasil y europeas,
dirigentes políticos y gremiales, artistas e intelectuales de América, de
diversos países de Europa como Rusia, Polonia, Gran Bretaña, Alemania, Italia,
Francia y España, entre otros, y de organismos de derechos humanos, entre los
que se destacan Amnesty Internacional y del presidente sudafricano Nelson
Mandela. Hubo innumerables
manifestaciones en diversas localidades del país y frente a las embajadas
argentinas en el exterior.
Los procesos sufridos por Oscar
Martínez fueron dos. El primero (19 de marzo de 1996), se lo juzgó y condenó
por los disturbios ocasionados en la
Casa de Gobierno, en marzo de 1995, durante una
manifestación, ignorada por los gobernantes, de los obreros de
Continental. Entre los condenados se
encontraban, además de Martínez, Ángel
Valle (directivo de la UOM Ushuaia) y Fabián
Magdalena (obrero riograndense). La particularidad de la condena fue que además
de la prisión en suspenso, se incorporó una pena adicional de trabajos
forzados, que produjo una indignación generalizada y marcó el contenido
ideológico ultramontano de los magistrados judiciales.
Ese primer fallo judicial adverso
(en realidad fue el segundo, dado que la juez Lilian Herráez se había
considerado agraviada por las críticas de Martínez ante un fallo desfavorable
contra obreros de una fábrica cerrada, y el juez actuante le aplicó otra
condena de prisión en suspenso, unos años antes) fue un llamado de atención
para que todos los que rechazaban la medida, redoblaran los esfuerzos para
impedir una nueva condena contra Martínez, como todo hacía presumir que,
además, hubiera significado su encarcelamiento porque hubiera superado el
límite para una prisión en suspenso por la suma de condenas. Este hecho, aportó
una cuota dramática adicional al proceso.
La postergación del juicio oral
para el verano del ‘98, daba otro indicio de la influencia de los intereses
políticos en los estrados judiciales. Se lo vinculó con la necesidad de evitar
al gobierno la influencia perjudicial del recuerdo de la represión en el
cercano comicio para cubrir bancas de diputados y con crear dificultades a los
adherentes a Martínez para movilizarse en esa fecha.
A pesar de todos los obstáculos
pergeñados, la presión de los que rechazaban el juicio se hizo presente ante
los estrados del tribunal. Durante la instancia oral, desde el 5 al 18 de
febrero, se hicieron presentes el abogado Eduardo Salerno (veedor de la O.E.A.), Hugo Moyano y Julio
Piumato (dirigentes nacionales de camioneros y judiciales y del M.T.A.), la
abogada María del Carmen Verdú (de CORREPI, una entidad defensora de los
derechos humanos), integrantes de la Comisión Nacional
en defensa de Oscar Martínez (que representaba a una gran cantidad de
personalidades del arte y la cultura, políticos y legisladores, dirigentes
estudiantiles y sociales). A pesar de la fecha elegida, hubo una permanente
guardia de manifestantes, especialmente de A.T.E., S.U.T.E.F. y la U.O.M., y de la entidad
defensora de derechos humanos fueguina Solidaridad. Se publicaron, en los
diarios provinciales, solicitadas de rechazo a cualquier posible condena de la
conducción nacional de la U.O.M.,
del consejo provincial de A.T.E., del Plenario de Gremios de Río Grande, del
C.T.A. de Neuquen, Los abogados
defensores de Martínez fueron Alejandro de la Riva y Marcelo Parrilli. Este último consideró que “Martínez no
debería haber terminado en este proceso judicial, al respecto creo que hay una
gran responsabilidad por parte de los jueces que intervinieron en la etapa de
instrucción, me refiero más precisamente a la doctora María Cristina
Barrionuevo...” y luego agregó que “será
importante que muchos se miren en el espejo de este proceso antes de
desencadenar este tipo de persecuciones contra los trabajadores”. (1)
El proceso judicial tuvo la
absurda particularidad de que entre los
acusados estaban el gremialista y cinco
policías de baja graduación partícipes de la represión. Esto hizo que en
numerosas declaraciones y en los propios alegatos de la defensa de Martínez se hiciera alusión a la “teoría de los dos
demonios”, visto como la forma de compensar las culpas y poner a obreros y
policías como contendores de un
enfrentamiento inexplicable. El doctor Salerno consideró que fue “un
error jurídico bastante serio, por lo menos se ha advertido una especie de
nebulosa bien marcada en cuanto al tema del objeto procesal, que es el hecho
que tiene que investigarse. Son muy diferentes los que tienen que ver con la
imputación de Martínez y las de los policías”, que se quiso presentar que los
policías con cargos poco relevantes o cualquiera “puede tomar un arma o portar
un machete, cualquiera puede tomar la decisión de hacer operativos (...) y
cualquiera puede tomar mas o menos proyectiles (...) yo no creo que exista
desconexión entre uno de los propios demonios, que serían estos agentes del
Estado y el propio Estado” (2).
Finalmente, el 16 de febrero, el
Tribunal Oral dio a conocer el fallo por el cual se condenaron a algunos
policías y se absolvió a Oscar Martínez del delito de “instigación pública a
cometer delitos determinados”.
La sensación generalizada fue que
la presión ejercida dio sus frutos, pero al mismo tiempo quedaron en la impunidad los verdaderos responsables de la salvaje represión y sus consecuencias: el crimen de Choque y las
decenas de manifestantes que cargaron con discapacidades para el resto de sus
vidas.
Un juicio observado*
El
inicio del Juicio Oral y Público contra el dirigente gremial Oscar Martínez,
hará que muchas miradas se posen nuevamente en Tierra del Fuego. No será un
motivo de orgullo para quienes habitan la isla, por el contrario hará recordar las imágenes recibidas a través de
las cadenas de televisión nacional y reeditarán la indignación generalizada
ante lo inexplicable e injustificable.
Muchas
observarán lo que suceda en el recinto del juicio, de las conclusiones que adopten los
integrantes del Tribunal surgirán precedentes que pueden afectar a centenares
de dirigentes sociales que protestan ante las injusticias y que se encuentran
procesados por las derivaciones violentas que tuvieron algunas de ellas. Puede generarse un precedente que imponga
castigos a los protagonistas de conflictos sociales, sin importarles el
contexto en que se desenvolvieron, si fueron escuchados o no por las
autoridades, si lejos del diálogo se utilizó el mecanismo represivo para
intentar borrar las demandas, si las reacciones airadas de los manifestantes se
deben a actitudes caprichosas e irracionales o al hartazgo y la desesperación
por las condiciones a que son empujados a vivir.
La
eventual condena de Martínez, además de manchar la imagen de la provincia,
dejará un casi inédito precedente para que los que reclaman y protestan. A
partir de ese momento podrán ser golpeados sucesivas veces; además de ser víctimas sociales, de
recibir palos, gases o tiros por no mostrarse sumisos ante la injusticia,
también podrán ser castigados en los estrados judiciales.
No
es un juicio cualquiera. Los fundamentos de la juez de Instrucción para
procesar a Martínez sólo se basaron en interpretaciones arbitrarias de las
supuestas intenciones que tenía el gremialista detrás de sus palabras. No tomó
en cuenta la violenta expulsión de los obreros de Continental, las
persecuciones con el tristemente célebre micro naranja, la represión desatada
sin ningún tipo de contención y las imágenes
que escandalizaron al país, como conformación del contexto que dieron origen al
discurso de Martínez. La juez obvió un hecho clave: que después de la “frase
maldita” pronunciada por el gremialista, éste fue a dialogar en la Jefatura con un jefe policial para averiguar sobre los presuntos detenidos,
todo lo contrario a una actitud violenta y mucho más próximo al hábito
negociador de un dirigente gremial.
De esta manera, está en juego también la
libertad de expresión. Si los jueces se sienten con derecho a interpretar con
tanta amplitud y liberalidad los pensamientos y
discursos, sacarlos del contexto y someterlos a la lupa jurídica, muchos
otros (periodistas, políticos, gremialistas, vecinalistas, etc.) pueden sufrir consecuencias judiciales por dar
a conocer sus opiniones libremente.
El
juicio que comienza hoy generará muchas expectativas, muchos oídos estarán
esperando escuchar de los miembros del Tribunal una rectificación a la
unilateralidad de la instrucción. Esperarán encontrar algún fiscal que se anime
a pronunciar algo parecido a lo expresado por un colega neuquino:
“No
se puede apartar lo que pasó aquí del marco social que existe en nuestro país,
reconociendo que hay un reclamo social cierto de miseria, hambre y
desocupación. La gente que fue a la casa de Gobierno (de Neuquen) no eran
agitadores o tira bombas. Son gente cuyo mayor reclamo fue ‘queremos trabajo’.
Y los desocupados no tienen voz ante las autoridades”.
“Aquí la inmensa mayoría de las causas
judiciales están referidas a problemas de villa miseria. En estas condiciones,
¿Qué debe uno hacer? ¿Manejarse con una concepción reglamentaria del derecho o
entender que el derecho no se ejerce en abstracto fuera de la realidad concreta
de la gente desesperada?”.
Los
jueces del Tribunal tendrán la posibilidad de dejar alguna constancia de la
existencia de una Justicia no clasista y de tratar de recuperar algo del
respeto perdido ante la comunidad. Si así no ocurriera, el pueblo se los
demandará.
*
Publicado por el autor en el diario Tiempo Fueguino, los días previos a la
fecha original del juicio oral, en setiembre de 1997.
La semana del juicio**
El
juicio a Oscar Martínez pondrá nuevamente a Tierra del Fuego en el candelero
nacional, al revivir las trágicas escenas de la Semana Santa del 95.
Los medios nacionales prometen darle una cobertura trascendente y se reeditarán
los archivos fotográficos y fílmicos que reproducirán la barbarie represiva de
aquellos días.
Las
adhesiones y los reclamos de desprocesamiento del gremialista llegaron desde
lugares remotos como Alemania, Polonia o Inglaterra, lo que terminará dándole
al juicio oral una repercusión notable. La declaración de Amnesty Internacional
es todo un dato de que su eventual condena puede ser considerada como una
arbitrariedad judicial.
La
llegada de personalidades como Bayer y Salerno, entre otros, prometen
referenciar en la propia escena del juicio, la trascendencia de este
enjuiciamiento.
El mundo del revés
Hacer
el ejercicio de recordar las imágenes recibidas a través de las cadenas de
televisión nacional -las provinciales se dedicaban a pasar series, telenovelas
y "Hola Susana”-, con seguridad, que el gimnasta intelectual comenzará a
sufrir escozor en su piel, un vacío en el estómago y otras sensaciones que se
trasladarán hacia la mente y reeditarán la indignación generalizada ante lo
inexplicable e injustificable.
Recordará
el efecto solidario producido en la población fueguina hacia las víctimas de
los palos, gases, balas de goma y de plomo; la perplejidad ante el famoso micro
naranja desde donde los uniformados descargaban a diestra y siniestra todo su
arsenal; o la semblanza de la capital provincial convertida en Beirut o
Sarajevo.
Quienes
hagan ese ejercicio de memoria, no entenderán las razones del procesamiento de
Oscar Martínez; menos todavía, cuando descubran que podría ir a parar a la
cárcel por canalizar a través de las palabras la bronca que gran parte de la
comunidad fueguina compartía.
La
bronca ante la soberbia oficial de un centenar de trabajadores que se aferraban
a la planta fabril, su único sustento, con la ilusión de conmover a los
empresarios, autoridades o magistrados y poder mantener su fuente laboral.
Bronca porque además de ser arrojados a la calle por un patrón indecente,
debieron soportar ser arrastrados, golpeados, vejados, heridos y detenidos. Con
esas imágenes, puede volver a preguntarse, como entonces, quién paga por ese
vandalismo, quién reparó y se disculpó con los hombres y mujeres pisoteados en
su dignidad.
El
paso lógico siguiente hubiera sido sumarse a los dolientes, a los que
privilegiaron, en estos tiempos de individualismo acérrimo, su esencia humana y
solidaria, a los que entendieron que si se repetía esa escandalosa barbarie no
había ningún futuro para la sociedad fueguina, a los que protestaron y
exigieron el fin de los arrebatos policiales, a los que reclamaron el castigo a
los responsables materiales e intelectuales de ese operativo de escarmiento
descargado contra humildes y desahuciados obreros.
Los
jueces que juzgan a los que protagonizan estos hechos parecen vivir en una
burbuja de cristal, no toman en cuenta el contexto en que se fueron
desencadenando los hechos, no pocas veces miden con muy distinta vara las
actitudes de los poderosos y las de los que representan a los forzados a la
marginalidad.
Mientras
el responsable máximo de lo sucedido (según la Legislatura Provincial)
es apoyado en sus testimonios por las opiniones de la propia magistrada y es
sobreseído; la juez considera que Martínez exaltó los ánimos, incitó a la
violencia, a cometer delitos y a atentar contra la autoridad. Supone que el
dirigente metalúrgico sabía que no había detenidos y llamó a arrancarlos de la
cárcel, intuye que en el razonamiento del gremialista estaba desatar la
violencia. No toma en cuenta que cuando llega a la Jefatura, participa de
una delegación que busca averiguar el estado de los detenidos y reclama su
libertad dialogando con los oficiales.
La
juez adivina que detrás del discurso de “el zurdo” estaba la intención de
violar la legalidad al copar el edificio policial; sin tomar en cuenta que en
esos momentos la legalidad no existía, que la ruptura de la legalidad, de los
derechos y garantías de la ciudadanía fueron previos a los incidentes y el factor
desencadenante de ellos, porque la población de Ushuaia estaba a merced del
desenfreno policial avalado o tolerado por los gobernantes de la
provincia.
La
eventual condena de Martínez, además de manchar la imagen de la provincia,
dejará un casi inédito precedente para que los que reclaman y protestan; a
partir de ese momento, podrán ser golpeados dos veces, además de ser víctimas sociales, también
pueden serlo en los estrados judiciales.
Estamos
en la semana del juicio. No es un juicio cualquiera, dado que está en juego
también la libertad de expresión. Si los jueces se sienten con derecho a
interpretar con tanta amplitud los pensamientos y discursos, sacarlos del contexto y someterlos
a la lupa jurídica, muchos otros pueden sufrir las consecuencias judiciales por
dar a conocer sus opiniones.
Un fiscal con los pies en la tierra
En
noviembre de 1996, se llevó a cabo, en Neuquen, un juicio contra un grupo de
dirigentes de una protesta de desocupados, a raíz de los incidentes que se
produjeron en la Casa
de Gobierno. Entre los acusados se encontraban Alcides Christiansen y Horacio
Panario.
Fue
destacable el alegato del fiscal Jorge Otegui, dado que propuso el
sobreseimiento de los acusados.
Entre
sus argumentos señaló:
“No
se puede apartar lo que pasó aquí del marco social que existe en nuestro país,
reconociendo que hay un reclamo social cierto de miseria, hambre y
desocupación. La gente que fue a la casa de Gobierno (de Neuquen) no eran
agitadores o tira bombas. Son gente cuyo mayor reclamo fue ‘queremos trabajo’.
Y los desocupados no tienen voz ante las autoridades”.
Compartió
las expresiones del abogado defensor cuando afirmó: “los excesos verbales, los
gestos grandilocuentes y las frases exasperantes entiendo que se ocultan detrás
de la injusticia social que este fenómeno nos muestra”.
“Aquí
la inmensa mayoría de las causas judiciales están referidas a problemas de
villa miseria. En estas condiciones, ¿Qué debe uno hacer? ¿Manejarse con una
concepción reglamentaria del derecho o entender que el derecho no se ejerce en
abstracto fuera de la realidad concreta de la gente desesperada?”.
Un testimonio clave
Uno
de los testigos claves para fundar las conclusiones de la juez Barrionuevo fue
el periodista capitalino Héctor Ángel Lavia.
Con
respecto a los enfrentamientos, señaló “... que la policía, en momentos que se
replegaba hacia el puente de la calle Perito Moreno, los manifestantes
avanzaban y les tiraban fierros, piedras y todo lo que encontraban...”(folios
392/397)
Luego,
señala “... que los manifestantes comienzan a tirar piedras, que la policía se
la banca durante unos diez o quince minutos, hasta que los manifestantes
comienzan a avanzar hacia los policías y estando a unos cincuenta metros de
ellos, la Policía
comienza a disparar las escopetas con balas de goma y gases lacrimógenos...” (Folios
392/397)
En
otro párrafo de su declaración brinda su versión de lo acontecido frente a la Jefatura de la Policía Provincial:
“...la lluvia de piedras era impresionante...”; “...que la policía no hacía
nada, permaneciendo dentro de la
Jefatura...”; “...cuando la cantidad de piedras se
intensificó, salió el personal policial...” (Folios 392/397)
Cuando
brindó su testimonio con relación al discurso formulado por Oscar Martínez,
afirmó: “...exacerbaba los ánimos por el tenor de sus palabras, levantando los
decibeles de su discurso...” (Folios 1055/1057)
Las diversas
varas de la doctora Barrionuevo*
Las
conclusiones de la juez de Instrucción María Cristina Barrionuevo, en la causa 736 -SP, resultan llamativas por
los criterios contrapuestos que expone según el acusado que se trate.
Una vara
Cuando
juzga la conducta del entonces ministro de Gobierno Fulvio Baschera y del
comisario mayor Eloy Luna Molina considera que “no estuvieron a la altura de
las circunstancias, quizás por inexperiencia, quizás por falta de
perfeccionamiento del personal policial, o quizás por no contar con la aptitud
necesaria para el desempeño del cargo que ostentaban, las que podrían llegar a
configurar otro tipo de responsabilidades -políticas y/o administrativas-, pero
no responsabilidad penal, ya que no se acredita en autos la malicia o dolo que
la figura del Abuso de Autoridad requiere para que el mismo quede configurado”.
Para
la magistrada fue suficiente que el ex ministro declarara que “... el jefe de la Policía no le informó
sobre la táctica a efectuar para lograr el desalojo de la fábrica Continental
Fueguina”. Para sostener lo declarado por Baschera, la juez “considera que no corresponde informarle al
Ministro de Gobierno, cualquiera sea, de los distintos procedimientos policiales
que se efectúan en una Provincia”.
Luego, dispone su sobreseimiento.
Otra vara
Con
respecto a las evaluaciones hechas de la actuación de Oscar Martínez, la
magistrada realiza una interpretación por demás subjetiva para encontrarle
agravantes a las supuestas intenciones del gremialista; a diferencia de las
mediaciones que encontró para juzgar la conducta y la responsabilidad de
Baschera en la salvaje represión que derivó en la muerte de Víctor Choque.
En ningún momento entra en sus consideraciones
el contexto en que se sucedieron los hechos. El desenfrenado accionar policial
fue para la juez algo colateral, anecdótico e intrascendente.
Fundamenta
las distintas imputaciones que se le hace a Martínez de la siguiente manera:
a)
Intimidación pública: “el
elemento subjetivo es el propósito de infundir temor público, tumulto o
desórdenes y se consuma con haber hecho aquellas acciones con aquella
intención”.
b)
Instigación a cometer
delitos: la frase del discurso de Martínez “vamos a arrancar de las garras de
estos asesinos a nuestros compañeros detenidos”, lleva a la juez a adivinar la
intención del orador y a la siguiente conclusión: “no pretendía otra finalidad
que la de atentar contra la tranquilidad general, excitando las pasiones de
este grupo indeterminado de personas. Obviamente obraba en el conocimiento de
su proclamador, aspecto subjetivo de la figura que nos ocupa, que sus palabras
encontrarían, tarde o temprano, respuestas entre los destinatarios de las
mismas, moviéndolos a delinquir”.
La doctora Barrionuevo aporta otra consideración
sobre el término “arrancar” expresado por Martínez. Plantea que “teniendo en
cuenta que los citados detenidos se encontraban, según el instigador, en una
institución policial, no podían llevarse a cabo sino violando la ley; pudiendo
razonablemente prever el imputado que el dirigir a la multitud hacia las
citadas dependencias, atento al ánimo reinante y además a sabiendas que no
existían detenidos en ellas, la concreción de uno o varios delitos era
inminente y un resultado más que obvio”.
Esta subjetividad de la magistrada no toma en cuenta
algunos testimonios brindados en la instrucción. La ex legisladora María Teresa
Méndez, quien sintetiza la respuesta de la autoridad policial recibida, en el
interior de la Jefatura,
al reclamar por los presos: “que no había personas detenidas por Contravención
y que sí había detenidos a disposición de los distintos juzgados”. Al menos
aporta una visión confusa sobre la existencia o no de manifestantes presos.
Las declaraciones del comisario Juan Carlos Zabala
que brinda el siguiente testimonio: “Que los dirigentes Sosa, Zárate, Valle y
Martínez reclamaban a los presos, detenidos por los motivos acontecidos en la
madrugada de ese día. Informándoseles que no había detenidos; que la legisladora
Méndez, la ex diputada Esther Fadul y la concejal Guzmán ingresaron al interior
de la dependencia para verificar la información” (Folio 3708) El testimonio,
permite observar que los dirigentes gremiales se acercaron a parlamentar con
las autoridades policiales a reclamarles por la liberación de los detenidos.
c)
Atentado contra la
autoridad. “Toda vez que la conducta punible consiste en emplear la
intimidación o fuerza contra un funcionario público”.
Cuando
la magistrada describe los hechos ocurridos frente a la Jefatura, confirma la
versión de Zabala: “Allí quienes se encontraban al frente de la columna que
arribó por Laserre, entre otros los dirigentes gremiales Sosa, Valle y Martínez
solicitan a la autoridad policial información acerca de los detenidos durante
la madrugada de ese mismo día. El oficial Rafael Diego Ascua informa que no
había detenidos como consecuencia de los hechos...” Esta descripción permite
observar un criterio negociador de los gremialistas para obtener la liberación
de sus compañeros. Una opción que la unilateralidad de la juez no le permite ni
siquiera considerar.
** Informe especial
publicado por el autor en el diario Tiempo Fueguino, el 1º de febrero de 1998.
FUENTES:
1) Diario El Sureño, 15/2/98.
2) Diario Provincia 23, 12/2/98.
CAPITULO XII
Las trincheras
de los ajustes
La resistencia continua
Los
empleados estatales debieron en reiteradas ocasiones, hacer frente con su lucha a los vaivenes de las políticas
gubernamentales. Cada período electoral hacia llevar el gasto en personal a los
alrededores de los 200 millones de pesos, el 65 por ciento de los ingresos
provinciales (1), para intentar
reducirlo pasada la contienda. El escalonamiento salarial de los empleados
públicos tenía grandes desigualdades, “el costo medio de un empleado público
por año es de 25.000 pesos, lo que promedia una inversión mensual, por agente
de 2.100 pesos (...) La gran mayoría de los estatales se encuentran por debajo
del nivel promedio. El crecimiento del gasto en sueldos tiene su influencia en
una organización descomunal, que ha creado jerarquías y cargos por doquier”
(1).
Lo mismo ocurría con los gastos denominados
“bienes y servicios no personales” que incluyen entre otros, gastos de
publicidad, contrataciones y facturaciones por servicios. Estos gastos llegaban
a alcanzar el 9 por ciento de los recursos disponibles en épocas
preelectorales, cuando lo aconsejable era no superar el 3 por ciento (1).
Esta
tendencia de la política oficial fue la
réplica local de los modelos de manejo
del Estado, imperantes en el país. Los que implementaron estas orientaciones
promovían, por un lado, la desocupación y, por otro, la utilizaban con fines
políticos, aprovechándose de la desesperación de jefes y jefas de familia para
lograr difusores de sus candidaturas, público para sus actos, pegatineros y
pintores de consignas financiados con los recursos comunitarios. La limosna y
la ocupación temporal condicionada a definiciones políticas forzadas fueron la
tónica de estos años que generaron la más inescrupulosa e inmoral utilización
de las necesidades populares en función de los políticos de ocasión. El
complemento de esta visión corrupta de la política fue la distribución de
cuantiosos fondos públicos en publicidades a los medios de comunicación que
hicieron de esta rama de la actividad comercial una de las más prósperas. Así se lograban comentarios elogiosos,
reportajes frecuentes y silenciamiento de las críticas y de los opositores.
De
esta manera, se “descubría” la crisis en el momento del fracaso de determinadas
candidaturas o con un cambio de gobierno que llega para cargar todas las culpas
en sus antecesores y, con esa excusa, producir verdaderos ataques al poder
adquisitivo de los empleados públicos y encontrar fondos para ubicar a su
tropa, financiarse sus propias campañas y, en definitiva, repetir la historia.
Las
evidencias de la crisis comenzaron a ser percibidas por los pobladores de la
isla al promediar el año 1999 y se convirtió en la principal causa de
indignación en el momento del ajuste. También aportó lo suyo un inesperado
sinceramiento oficial de que no disponía de recursos para hacer frente a la
masa salarial, como si fuera algo mágico y no tuviera nada que ver con el
despilfarro de los fondos públicos, la dilapidación de los recursos disponibles
en el banco oficial y el sistema previsional, y los cuantiosos actos de
corrupción que todo indica que quedarán impunes.
Al
anunciarse que los sueldos de agosto no podían ser abonados como los meses
anteriores (a pesar que el gobierno había hecho ostentación preelectoral de un
cronograma puntual de pagos hasta fin de año) produjo una inmediata reacción,
encarnada fundamentalmente por los seguidores de A.T.E., S.U.T.E.F., la Asociación de
Profesionales de los hospitales y la
C.G.T. de Ushuaia. La Central Obrera de
Río Grande asumía sus compromisos con el futuro gobierno justicialista y de una
manera vergonzante abandonaba a su suerte a los estatales (unos meses después
se vería confirmada esta presunción con la asunción del gremialista Raúl Ruiz
como ministro de Gobierno, Trabajo y Justicia).
Ante
el incumplimiento patronal, los empleados y docentes provinciales iniciaron una
huelga de brazos caídos denominada “retención de servicios”, que alcanzó una
masividad prácticamente total. Estas medidas se mantuvieron hasta la
cancelación total de la deuda salarial y se repitió en los meses de octubre y
noviembre. En esos días hubo imponentes manifestaciones en ambas ciudades, que
en ocasiones alcanzaron las seis mil personas. Las asambleas fueron
prácticamente día por medio y alcanzaron una masividad inusual, sobre todo
entre los docentes.
El
gobierno intentó romper la respuesta de los trabajadores. Para ese fin, utilizó
diversos recursos: amenazas y epítetos, acicateo a los padres en contra de los
docentes, el surgimiento de un sindicato amarillo y colaboracionista como la UDA (cuyo centro de
operaciones estaba en la sede riograndense de la Universidad Tecnológica
Nacional) y medios de comunicación adictos (que realizaron verdaderas campañas
contra los reclamos docentes). La política oficial, ante un evadido gobernador,
tenía como ideólogos a funcionarios autodenominados como fachistas y
admiradores de los militares genocidas y a
reconvertidos ex gremialistas.
La lucha de los estatales logró resistir a sucesivos intentos de
ajustes, presionando con manifestaciones contundentes a los legisladores y tuvo
dos puntos culminantes cuando se selló un acuerdo que anulaba la emergencia
educativa decretada y disponía el pago de todos los días caídos, y el unánime
rechazo legislativo a un proyecto de ley de ajuste.
Pero, a medida que se acercaba el fin de año y las religiosas
vacaciones se hacían inminentes, las fuerzas iban decreciendo y fue el momento
elegido para aplicar por decreto una reducción salarial que en algunos casos
superó el 30 por ciento, el descuento de los días de conflicto, la liquidación
de los estatutos profesionales, entre otros mazazos descargados sobre los
empleados públicos como si fueran los exclusivos responsables de la debacle y
desaciertos de los que gobernaron Tierra del Fuego.
En los últimos estertores de los legisladores (que finalizaban su
mandato), una maniobra de la bancada justicialista contó con complicidades y
negligencias para que a través de un proyecto presupuestario se incluyera
subrepticiamente el descuento salarial y se derogaron estatutos profesionales
de médicos, enfermeros, docentes y bancarios.
No obstante, todo hacía presumir que la resistencia
tomaría nuevo vigor con el comienzo del ciclo lectivo 2000.
FUENTES: (1) Luis Moreno, La deuda de Tierra del
Fuego
El ajuste continuo*
La resistencia de los empleados públicos fue otra de
las páginas destacadas de las luchas de los trabajadores fueguinos y logró como
en pocas otras ocasiones, hacer retroceder numerosos proyectos de atacar el
nivel de vida de los asalariados que
dependen de los presupuestos públicos.
Una historia
recurrente de la provincia fue cargar, sobre los trabajadores y los
presupuestos sociales, las consecuencias de los desaciertos de los gobernantes.
En los ocho años del gobierno de José Estabillo fueron innumerables los
proyectos que pretendieron corregir los desfasajes, pero el deseo de
despilfarrar fue más fuerte.
El proyecto
de reducción de los salarios de los empleados públicos comenzó a perturbar la
vida de los fueguinos desde que se conocieron los resultados de las elecciones provinciales de junio de
1999. Luego fue confirmado por Estabillo,
como parte de sus compromisos con el justicialismo, en la primera semana de
noviembre. Esos acuerdos nunca publicados resultaron por demás obvios. El líder de la
derrota y retirada mopofista imponía de cualquier manera, el ajuste a cambio de
la impunidad de parte del justicialismo
ante la infinita serie de irregularidades de su gobierno.
La
metodología del ajuste tiene una vieja historia de reincidencias que demuestra
el grado de complicidad existente entre los que se suceden en los gobiernos,
dado que no se investigan ni condenan los despilfarros y negociados, por el
contrario, los encubren haciendo que otros paguen por los platos rotos.
Con
idénticos discursos, cada vez que los gobernantes advierten que “los números no
cierran”, proponen que la única salida sea meterle la mano en el bolsillo a los
que viven de su trabajo.
Al
asumir José Estabillo el gobierno de la provincia, una de las primeras medidas
que adoptó fue el consabido ajuste. A través del decreto 16/92 declaró la
emergencia y produjo cuantiosas cesantías de empleados públicos. El argumento
utilizado por el flamante gobernador mopofista fue: “Hemos recibido una
provincia que dista mucho de lo que esperábamos”, “deudas laborales y
previsionales cuantiosas”, “gastos incalculables en rubros superfluos”,
“desprolijidades y conductas supuestamente delictivas” y “personal en condición
de revista irregular”. El entonces ministro de Economía, Ruggero Preto, afirmó
que la "racionalización
administrativa en el primer año de gobierno" redujo el déficit operativo
mensual en dos millones de pesos.
Al
cumplirse el primer año de gobierno, a través de los decretos 58, 59, 60 y 61
se ponía en marcha la anunciada reforma del Estado, con el fin de hacer más
eficiente y menos costoso el funcionamiento de la maquinaria oficial.
Como un
regalo de Reyes, el gobierno provincial promulgó el decreto 43/95 que
estableció un ajuste del gasto público provincial, imponiendo “un control
estricto sobre las erogaciones del Estado” y erigió al ministro de Economía de
poderes especiales sobre las partidas de toda la administración. Se propuso
disminuir el 15 % de las erogaciones de la administración central y organismos descentralizados, se prohibieron
“las designaciones, promociones y reubicaciones”, se dispuso que “ningún
organismo público (...) tendrá facultades de disponer incremento o pago extra
salarial alguno".
Luego de
alcanzada la reelección en 1995, el gobernador
anunció que el primer paquete de medidas incluía la reducción del veinte
por ciento en las remuneraciones de todos los funcionarios políticos de los
poderes Legislativo y Ejecutivo y se invitaba al Poder Judicial a adoptar igual
medida. Además, se anunciaba la supresión de doscientos veinte cargos
administrativos y una renegociación del valor de los inmuebles alquilados por
el Estado para obtener una reducción del treinta por ciento.
Luego propiciaría la denominada Ley de Transformación
del Estado, que fue aprobada por unanimidad por los quince legisladores, el 30 de
enero de 1996. En esta norma se declaraba “la Emergencia Económica y Social”. En su artículo sexto, suspendía “todo subsidio, subvención
y cualquier otro compromiso de igual o similar naturaleza” y, en su artículo décimo, la reducción de
la “remuneración bruta mensual (...) de los
agentes de los tres Poderes del Estado Provincial, sus reparticiones y
organismos centralizados, descentralizados y autárquicos, empresas del Estado”,
en una escala que iba del seis al doce por ciento. La resistencia de los
empleados públicos y las demandas judiciales favorables fueron cambiando las
condiciones y finalmente la norma fue quedando en el olvido. El Ejecutivo debió devolver todo lo descontado.
El ministro Carlos Pérez
ensayó otro camino, mucho más autoritario e ilegal, el Decreto 89/97, que
continuó el descuento salarial por otro año más. Junto a estas normas hubo otras
de menor alcance que complementaron la tónica del ajuste.
La llegada de Roque Martinelli
al Ministerio de Economía hizo que todas las restricciones pasaran a un segundo
plano frente a la necesidad de alimentar su campaña a la gobernación. Empeñó al
Estado provincial en función de sus apetencias. Y del ajuste…se dejó de hablar
por un tiempo. Cabe destacar que todos los sectores internos del oficialismo y
de la oposición se hicieron los distraídos frente al descalabro que se estaba
gestando.
El telón se corrió rápidamente.
Como fichas de dominó, se cayó la ficción urdida desde el gobierno con la
complacencia opositora.
Pocos días después de la
contienda electoral, el Ejecutivo no pudo cumplir con sus compromisos
salariales. Comenzó a pagar en cuotas los sueldos de los empleados públicos,
dejó de aportar las retenciones sociales y aportes patronales a la obra social
y al sistema previsional.
En una reacción histérica del
bloque justicialista, se pasó a archivo en la Legislatura, el
proyecto de reducción salarial enviado por el Ejecutivo. Ante este inesperado contratiempo y por la
amenaza vertida por el presidente de la bancada del PJ, Rubén Sciutto, de que
“ahora no va a haber impunidad para nadie”, el gobernador Estabillo decide
implementar el ajuste a través del
decreto 1947/99.
Luego, el justicialismo
utiliza un ardid para convertir esa norma en ley, a través de la Ley de Presupuesto del año
2000.
Los últimos días del gobierno
dejan el crudo testimonio de que el MPF sale del Ejecutivo Provincial de la
misma manera que entró: con un ajuste. La fórmula justicialista que sucederá en
la conducción provincial, actuó en la trastienda promoviendo e imponiendo las
medidas más descarnadas. Cuando comenzó a asomarse y a mostrar sus intenciones,
quedaron en evidencia sus conductas maquiavélicas. No dudaron en movilizar a
grupos de lúmpenes adictos para provocar un enfrentamiento físico con los
docentes y empleados públicos que se manifestaron en la Legislatura Provincial.
El legislador Sciutto reconoció la existencia de un pacto de impunidad y el
bloque justicialista no dudó en utilizar maniobras arteras para imponer una
tramposa ley de presupuesto que incluía subrepticiamente la derogación de
regímenes de trabajo y otras medidas en contra de los asalariados.
Al asumir Carlos Manfredotti,
dijo en su discurso inaugural: “-Recibo en mis manos un gobierno quebrado, en
cesación de pagos (...) La deuda excede los 400 millones de pesos (...
heredamos un banco que arrastra una cartera con un quebranto estructural (...)
la situación es mucho peor de lo que nos imaginábamos...” De esta manera, todo
indica que la historia vuelve a repetirse como ocho años atrás-”.
Así, el ajuste parece ser el
programa, la plataforma y la propuesta que unifica todos los discursos, que
homogeneiza a todas las fuerzas políticas, demostrando una vez más su
alejamiento abismal de las necesidades populares.
*Basado
en el artículo publicado por el autor en la revista Ojo Nro.7
El huevo de la
serpiente *
La Legislatura copada y desquiciada, las autoridades
desbordadas, patotas provocativas buscando enfrentamientos físicos y ostentando
distintos tipos de armas (palos, cadenas y sospechosos bultos en la cintura),
destrozos en el edificio donde se agazaparon para evitar que los reclamos de
los estatales pudieran presentarse en el “Palacio de las Leyes”, entre otras
asombrosas calamidades, fueron el saldo de un grotesco operativo político
organizado por algunos dirigentes justicialistas con el propósito de impedir el
tratamiento de la denominada Ley Anticrisis.
Para cumplir
ese objetivo, sumaron punteros
políticos, arribistas, obreros cesantes de la UOCRA y
algunos lúmpenes. Contrataron micros para transportarlos desde Río
Grande, los surtieron de alimentos, bebidas y en algunos casos de unos pesos,
los alojaron en la sede legislativa para evitar que las demandas antiajuste
alcancen las escasas graderías o las
puertas del edificio. Las burdas justificaciones formuladas indicaban que las
directivas eran ensayar un dispositivo intimidatorio disuasivo o, en última
instancia, desatar una represión sobre
docentes y estatales que, bajo la cobertura de un “enfrentamiento entre
sectores gremiales”, permitiera dejar
sin efecto la “peligrosa” sesión.
Mientras la
fórmula ganadora se mantiene silenciosa y especula con el hundimiento del barco
mopofista, sin inmutarse por la creciente cantidad de náufragos, algunos
dirigentes dieron explicaciones poco convincentes para responder a la inquietud
periodística, que sembraron más dudas e incertidumbre ante el intento de negar
la realidad.
El clima enrarecido e inquietante que generó esta
violenta y sorprendente irrupción, constituye un hecho inédito en los últimos
tiempos fueguinos y, al mismo tiempo, un peligroso salto en la situación
política provincial en las vísperas de un cambio de gobierno.
Ya se habían conocido versiones de aprietes a
delegados gremiales, de presiones y advertencias a periodistas. Aún así, estos
hechos abren las puertas para que se introduzcan en nuestra sociedad métodos non sanctos para enfrentar la
resistencia gremial y la promoción del
enfrentamiento entre distintos sectores obreros y carenciados para imponer a
rajatabla sus posturas.
La perversidad de la práctica política predominante,
en particular la aplicada por los máximos referentes nacionales, lleva a ultranza
los preceptos políticos maquiavélicos que vulneran la razón. Cualquier
circunstancia es buena para imponer sus
ideas, hay que dividir y, si es posible, enfrentar a los que resisten. No
importa distorsionar la realidad, la mentira es un mal menor, no genera ninguna
culpa aprovecharse de los más necesitados, siempre hay que priorizar los golpes
de efecto sobre los debates esclarecedores y francos.
Esta tendencia política parecería que está
desembarcando en la isla, a través de los que admiraron y elogiaron a los que
propiciaron esos hábitos. Suele ocurrir que la mudanza de esas sutiles
prácticas de los centros de poder a la periferia hace que se manifieste de una
manera mucho más burda, tan grotesca como peligrosa.
Estos primeros síntomas son toda una advertencia
para la joven sociedad democrática fueguina y un llamado de atención para que
no se impida buscar el esclarecimiento y el fin de los despropósitos que
imperaron en los últimos años en la isla. También constituyen una voz de alerta
para que esos huevos de serpiente plantados en la Legislatura Provincial
no lleguen nunca a ser incubados.
* Escrito por el autor para el número 7 de la revista Ojo y
que no fuera publicado por demora en su edición.
Primer round *
A pesar de que llevaban más de tres horas
recorriendo la ciudad, el cansancio no se hacía notar y la felicidad se
irradiaba por todos los poros de la concurrencia. Al llegar nuevamente al punto
de partida todos eufóricamente comenzaron a aplaudir. Maestras y profesores,
algunos con sus hijos, un puñado de estudiantes y padres, hicieron que esa tarde del sábado sea muy
distinta a las habituales. Había transcurrido en una inmensa caravana de
vehículos que se fueron adueñando de las calles.
La
larga columna de autos no portaba identificación alguna, sólo las bocinas y
luces intermitentes, algunos transeúntes creían que era un festejo, un
despistado locutor radial creyó que se trataba de un casamiento. La
improvisación sólo dejaba lugar para algunos pequeños carteles caseros, otros
los escribían apurados entre parada y parada, de alguna manera encontraban
formas ingeniosas de expresarse y suplir la falta de elementos. Gozaban de una
sensación inédita: la de encontrarse cara a cara con algunos hombres del poder,
con los responsables de sus males e incertidumbres.
Por
primera vez llegaban a los umbrales de las viviendas de los legisladores,
auscultaban lujos y ostentaciones, especulaban sobre los orígenes de esos
bienes, sospechaban negociados y otros ingresos no santos.
La
mayoría de los hombres públicos no salieron a debatir con sus representados, no
estaban o se escondieron, pero la advertencia popular quedó certificada frente
a sus domicilios.
Cuando
el hombre del poder salía al cruce de la muchedumbre, las reacciones de los
manifestantes se presentaban de manera
disímil. Había quienes trataban de escucharlos para obtener el compromiso de
que no les meterían la mano en el bolsillo; otros, gritaban su bronca por
tantas complicidades con el despilfarro de los fondos públicos; algunos ni
siquiera querían escucharlos, a garganta batiente arrojaban los dardos
gramaticales de su indignación, desconfianza y
tanta pasión acumulada.
Había
una docente muy pintoresca, de baja estatura, con un sombrero de alas blandas
que apenas dejaba asomar sus bucles rubios, luciendo una sonrisa inalterable,
en medio de las acaloradas discusiones y explicaciones, irrumpía con su voz chillona y un candoroso
acento cordobés preguntándoles a los hombres públicos: “-¿vos estuviste en la
fiestita? ¿Cómo fue la porción de la torta que te comiste? ¿Cuánto te pagan por
levantar la mano?-”. Las respuestas nunca fueron formuladas, pero ese
desparpajo era un síntoma de que la investidura del “pro hombre” se estaba
deshilachando.
Los
legisladores no disimularon su molestia por la masiva concurrencia a sus
domicilios y algunos rasgos de soberbia se traslucían en las respuestas de
ocasión. No apreciaban, tal vez, que los
tiempos estaban cambiando y los ritmos de la paciencia popular también.
Contestaron con altanería que ya se habían pronunciado por radio o, confirmando
la negligencia de sus acciones, replicaron que debían haberse acordado antes de
reaccionar. Hubo un “representante del pueblo” que hizo filmar a su esposa todo
lo que ocurría, temiendo por algún
incidente.
Ambas
partes se miraban con desconfianza; como las fintas que realizan los
boxeadores en el primer round. Se
clavaban sus miradas, trataban de adivinar sus más mínimos movimientos,
amagaban para ver las respuestas, se alternaban en el centro del cuadrilátero.
Todo transcurrió en el marco de aprontes
e insinuaciones. Pero los cánticos de los manifestantes, ante ausentes y
presentes, auguraban que ya no estaban dispuestos a esperar pasivamente, que no
querían repetir la rutina de los últimos
años, que la representación popular estaba en crisis y que, el periplo de ese
sábado por la tarde, instaló como nunca
antes, el estado deliberativo de la población fueguina.
El
minuto de descanso y reflexión ya pasó, la campana ya sonó. Con incógnitas e
interrogantes, todo esta listo para que se inicie el segundo round.
*
Escrito por el autor para el número 7 de la revista Ojo y que no fuera
publicado por demora en su edición.
Primero, aclaren los tantos*
La habitual y
cínica costumbre fueguina de dejar las noticias desagradables para el día
después de las elecciones, como una maldición, volvió a cumplirse. Lo que sigue
siendo curioso es que el electorado continúe prestando apoyo a quienes se
complotan contra la población para presentar una imagen edulcorada de la
realidad, a quienes despilfarran los fondos públicos, a quienes durante largos
años fueron cómplices y beneficiarios del encubrimiento y la “fiesta” fueguina.
Como parte del
hipócrita sinceramiento postelectoral, se quiere crear un clima de terror en la
población: “se suspenderá la entrega de medicinas a indigentes”, “los recursos
para los comedores escolares” y “no se podrán pagar los sueldos”. La exitosa
práctica menemista de descalabrar las empresas del Estado para luego justificar
su remate, parece ser la metodología elegida para aplicar en la ocasión.
El planteo de reformar el artículo 70 de la Constitución Provincial
pretende blanquear las reiteradas violaciones oficiales al mandato de no
endeudar al Estado para “equilibrar los gastos de funcionamiento y servicios de
administración”.
No se puede aceptar ninguna reforma si no se
esclarece previamente cómo se llegó a contraer semejante endeudamiento y cómo
se llevó al banco de la provincia al descalabro. Luego, se debería evaluar quiénes
fueron los responsables de esos despropósitos y determinar si no deben ser enjuiciados por violación de sus
responsabilidades de gobernantes, de acuerdo a lo estipulado por el artículo
188 de la Carta Magna
para los miembros de los tres poderes del Estado provincial.
El interrogante planteado es, si están en
condiciones de llevar el esclarecimiento hasta las últimas circunstancias, quiénes
compartieron porciones de poder.
Entonces, no sería lógico que la iniciativa reformista
pueda canalizarse hacia la instauración de un mecanismo de investigación por
fuera de los estipulados constitucionalmente (Legislatura, Tribunal de Cuentas,
Fiscalía de Estado, Poder Judicial), que mostraron su incapacidad para cumplir
con ese propósito. No sería saludable constituir una comisión investigadora integrada
por los representantes de los bloques legislativos a los que deberían sumarse
otras instituciones de la sociedad como los colegios de abogados y de
profesionales de ciencias económicas, las cámaras empresarias y los gremios,
para que se neutralicen los intereses particulares y se privilegie el de la
comunidad.
No sería indispensable que se cumpla con el precepto
incorporado a la
Constitución Nacional de Habeas Data y que se libere toda la
documentación reservada; que los medios de comunicación puedan tener libre
acceso a toda la información vinculada a los temas críticos que afectan y
afectarán a los pobladores de la isla.
Estamos ante un momento crucial. La opción que se
presenta es si continuamos por el camino del “enjuague” de culpas y responsabilidades
o, de una vez por todas, comenzamos a marcar claramente que el que las hace las
paga y se termina el reino de la inmoralidad, el doble discurso y la impunidad.
En definitiva, si comenzamos a construir una
sociedad son sólidos basamentos morales y con una clara conciencia republicana,
que los hombres públicos se constituyan en auténticos referentes y no en
simples buscadores de tesoros.
Así, sólo así, podremos empezar a escribir una historia distinta a la
inmoralidad y la decadencia.
*
Editorial escrito por el autor y publicado en la revista Ojo Nro.5, del 24/7/99
¿Quién pagará
los platos rotos?*
¿Cómo llegamos
a esta situación? ¿Cómo se pudo despilfarrar semejante cantidad de recursos?
¿Dónde están las obras? ¿Qué hicieron los legisladores para controlar al
gobierno? ¿Dónde estaba el fiscal de Estado? ¿Y el Tribunal de Cuentas? ¿Y la Justicia? Estas preguntas, y muchas más, repiqueteaban en las mentes de los fueguinos
desde que se corrió el telón sobre la magnitud de la crisis provincial.
Nadie se acordaba del escándalo de HIFUSA, menos que
menos de los bonos y los créditos a los amigos o de la obra del puerto
paralizada y de su muy dudosa culminación.
Esos hielos
flotantes se habían convertido en un inmenso témpano que amenazaba a la isla
cual si fuera el Titanic. Los fueguinos descubrieron que estaban a la deriva, y
a merced, de los que convirtieron una provincia próspera en casi un despojo.
Ruggero Preto, luego de cuatro años de ostracismo de
lujo, hizo una sorprendente incursión mediática. Casi como un protagonista de
las Obras Maestras del Terror, multiplicaba el pánico entre los fueguinos
bombardeándolos con cifras, deudas e intereses. Su responsabilidad con los
negociados hechos con el banco, con HIFUSA, el PRODEFU y los bonos, quedaron
diluidos en el olvido junto a la “Isla de la Fantasía”.
Roque Martinelli en su habitual lenguaje provocador,
calificaba de tontos a los fueguinos por desconocer la deuda que él mismo
ocultó y minimizó. Al resignar su cargo, avanzó un paso más en esa consideración
de la ciudadanía de la isla, señaló que la suya fue una muy buena gestión y que
no tenía de qué autocriticarse.
El gobernador, en medio de una crisis fenomenal que
paralizaba a la provincia, intentó negar la realidad al afirmar que “sólo se
trata de una crisis política” e insinuó que entre las causas de la caída en
picada se encontraban “algunas parejas de médicos que no cumplen con las
guardias”.
Estas afirmaciones de los políticos protagonistas de
los últimos ocho años, no pueden desprenderse de la resultante final de sus
acciones de gobierno. Tanta mediocridad dejó mucho más claro en manos de qué
personajes estuvo la conducción de la provincia.
Estos referentes políticos actuaron como modelos de
cientos de militantes y aspirantes a incorporarse a la función pública. Por esa
razón, nadie puede sorprenderse de legisladores que buscaron pasar
desapercibidos, de un tan audaz comerciante como inexperto político que pudo
conducir la cartera política, de que la economía provincial haya estado en
manos de sujetos que desconocían cuestiones elementales de esa cartera, de
hombres públicos incapaces de hilvanar frases o explicaciones que, no obstante,
aspiraron a cargos de gran responsabilidad.
Por esa razón, no importaron los proyectos, la
ideología, la elaboración, la inteligencia, el debate, la confrontación de
ideas, las plataformas ni los programas de gobierno. Sólo bastaba con una
abundante cantidad de recursos volcados a
los medios de comunicación.
El círculo cómplice
Llegamos a un punto en que parece no existir
instancia en que se pueda juzgar “hasta las últimas consecuencias” a los
responsables por acción u omisión del descalabro fueguino. ¿La Justicia está en
condiciones de mandar a la cárcel a los responsables, cuando sus integrantes
viven en la burbuja de la complicidad construida con remuneraciones propias de
un emirato? ¿El fiscal de Estado que como un pirata sólo puede mirar con un
solo ojo? ¿Los legisladores que aprobaron cuanto endeudamiento propició el
Ejecutivo, que frustraron tres posibilidades de juicio político al gobernador y
que, en muchos casos, lucraron con sus votos, sus silencios o sus borradas? ¿El
futuro gobierno, que pactó con los responsables del colapso, favoreció que el
principal responsable sea incorporado a un “gabinete federal”, se proclamó como
continuador de su “obra” y ahora desaparece de la escena en medio de semejante
crisis?
El círculo de la impunidad parece estar instalado. Aparenta
haber sido hilvanado cuidadosamente para que cierre a la perfección.
No existe otra
forma de terminar con esta degeneración de la política, que aplicar un
escarmiento ejemplar. El gobernador, todos sus ministros, legisladores, jueces,
fiscales, intendentes, concejales, todos deben ser investigados y juzgados.
Para ello, se debería invertir la causa de la
prueba, todos están bajo sospecha mientras no demuestren lo contrario.
Todos los que ocuparon cargos públicos, electivos o no, deberían demostrar que
actuaron en forma honrada, eficiente y responsablemente.
Deberían hacer frente con su patrimonio al
dispendio de los fondos públicos, a las pérdidas de
recursos por negligencia o dolo. Todos los bienes personales y de sus
familiares directos deberían ser interdictados y embargados si se comprueba la
falta.
Para que el juicio de residencia sea insospechado, debería estar a
cargo de un jurado designado entre ciudadanos intachables e insospechados de
tener vínculos con alguno de los acusados.
Así, podría aplicarse un mecanismo corrector que
ponga límites a la perversión de la actividad política y que sólo los
bienintencionados puedan llegar a postularse. Este escarmiento es necesario
para que nunca más los que sólo piensan en sus bolsillos y sienten un profundo
desprecio por el pueblo, vuelvan ni siquiera a fantasear con alcanzar un cargo.
La función pública, despojada de privilegios y prebendas, quedará para ser
ocupada por los más capaces y los que sienten una verdadera vocación de
servicio por sus semejantes.
* Columna publicada por el autor en la revista Ojo Nro. 6, del 27/8/99.
Tocando fondo *
Como en una película de terror, los referentes fueguinos lanzan todo tipo de cifras sobre la magnitud de la crisis provincial con el fin de que “se comprenda” la necesidad de bajar los salarios. Estas campañas cuentan con un aliado invalorable: la falta de sinceramiento de los números de la Provincia. Esta ocultación consciente, hace que cualquier intento de hacer ajuste con los sueldos de los estatales resulte indigerible a la comunidad.
“Esto es un mamarracho”, “es insostenible”,
“inconstitucional”; son algunas de las expresiones más repetidas en los últimos
tiempos, referidas al Decreto 1947/99. A pesar de semejantes descalificativos, lanzados
por políticos opositores, abogados, gremialistas, comerciantes, comunicadores
sociales y los miles de manifestantes que recorrieron las calles de la Provincia; los máximos
responsables de encontrar soluciones no han tenido un solo razonamiento,
argumentos inteligentes y creíbles para debatir con los críticos. La clase
política fueguina ha renunciado al debate y a la confrontación de ideas, para
limitarse a aprovechar los espacios de poder, al mejor estilo maquiavélico, con
el propósito de imponerle a la sociedad sus designios. La búsqueda del consenso
sólo ocupa espacio en las promesas electorales. Convencer a la comunidad de las
diversas propuestas ya no tiene ninguna importancia.
Exageraciones
En las últimas
semanas, se hicieron conocer algunas versiones tan interesadas como exageradas
de la dimensión de la crisis provincial y del supuesto origen de esa situación
en el pago de salarios. Las versiones oficiales indican que la proporción de lo
que perciben los empleados públicos absorbe el 85 o 90 por ciento de los
recursos fueguinos. Mientras tanto, los sectores gremiales y de la caja de
previsión indican que sólo abarcaría el 50 por ciento. Luis Moreno, en su
reciente libro, “La deuda de Tierra del Fuego”, concluye que esa proporción
alcanza el 65 por ciento. La disparidad
de cifras demuestra que la reserva con
que se manejan los números de la
Provincia sólo sirve a los argumentos de los ajustadores que
se van y los que vienen.
El economista
radical agrega que “El costo medio de un empleado público por año es de 25.000
pesos, lo que promedia una inversión mensual, por agente, de $2.100 (...) La gran mayoría de los estatales
se encuentran por debajo del nivel promedio”. Estas cifras confirmarían que
existen sueldos en la jerarquía y cargos políticos del Estado que superarían
varias veces a ese promedio. Algo indigesto para los que tienen que soportar el
decretazo o sus posibles reemplazos.
Algunos medios
interesados en encontrar algún lugar bajo el sol del próximo gobierno, se
proponen desarrollar argumentos complementarios de los ajustadores. Además de
batir el parche de que “los salarios estatales respecto del Presupuesto
Provincial es insosteniblemente alto”, además de los errores de sintaxis, consideran
que los gremialistas que resisten a la crisis “durante años apañaron y callaron
frente a los desaciertos del gobierno mopofista y al vaciamiento de la provincia”.
Desde esas mismas páginas, se hicieron en reiteradas ocasiones verdaderas
campañas para desvirtuar o acallar las denuncias de corrupción, despilfarros y
negociados que hicieron oír algunos dirigentes sindicales.
Pero el
propósito de equilibrar las culpas entre los responsables políticos (poderes
Ejecutivo y Legislativo), los encargados de controlar, investigar y cuestionar
(Fiscalía de Estado, Tribunal de Cuentas y Poder Judicial) y los que no
tienen esas atribuciones
constitucionales es lisa y llanamente un intento de lavar las culpas de los
ejecutores y cómplices del descalabro fueguino, como si todos fuésemos responsables por igual.
Hasta que la
sociedad no cuente con los números de la Provincia, también resultan dudosas las
declaraciones del futuro vicegobernador, de que el déficit del Estado
provincial alcanza los 11 millones de pesos cada treinta días. Difícilmente la
población fueguina acepte estas cifras así porque si, con el grado de
descreimiento existente.
El cambalache
fueguino
La crisis galopante
que sufre Tierra del Fuego, no encuentra salidas ni dirigentes políticos que
respondan a los reclamos de la población de abrir las compuertas de la
información sobre el desastre cometido y sus responsables. Los que compartieron
el poder estos últimos años, sólo visualizan una salida: hacer pagar los
desaguisados mopofistas al grueso de la comunidad. Ni una iniciativa para que
se esclarezca el origen de la crisis, de los negociados y despilfarros, del
derroche y de la utilización de la maquinaria estatal al servicio de proyectos
políticos personales. Menos todavía existe la “descabellada” propuesta de que
los responsables paguen con sus bienes y la cárcel.
Mientras
estas marañas de complicidades se fueron tejiendo, algunos legisladores
aprovecharon sus bancas para renegociar deudas comerciales, para lucrar con
financieras o comprarse edificios que luego alquilaron al Estado. Otros
terminan sus mandatos para dedicarse a sospechosos negocios: vivir de rentas en
Mar del Plata o edificar y explotar un ultramoderno lavadero de autos. Dos ex
ministros se proponen erigir una concesionaria Mercedes Benz con todo
desparpajo. Los jueces mantienen sus
provocativos sueldos como intangibles, mientras los empleados públicos son
despojados de ese derecho.
Estos contrastes de la sociedad fueguina constituyen
un contundente testimonio del fracaso de las instituciones provinciales. Sería
por demás imprescindible que los pobladores comiencen a preocuparse y generar
un debate sobre otros mecanismos de participación y control que impidan en el
futuro la reedición de esta lamentable historia.
* Columna
publicada por el autor en la revista Ojo Nro. 7, diciembre de 1999.
Epílogo
Mientras
existan injusticias, la explotación y el desprecio hacia los trabajadores de
parte de los gobernantes y empresarios, las luchas seguirán existiendo. A pesar de las derrotas, nuevos contingentes
obreros tomarán la posta y persistirán en la resistencia y enfrentamientos. Tal
vez, la acumulación de tantas injusticias, hará que los ánimos se caldeen,
surjan acciones violentas y nuevas respuestas represivas.
Todo
indica que el gobierno justicialista de Tierra del Fuego será una continuidad
de lo vivido en los últimos años. Aunque existen indicios de que el conflicto
puede llegar a enfrentamientos inéditos en la provincia. La política de los
hechos consumados (sin importar la metodología, las normas ni las apariencias),
el posible intento de utilizar la movilización de grupos de choque contra los
trabajadores en lucha y la táctica de copamiento de las instituciones, indican
que la clase trabajadora fueguina se tendrá que enfrentar con amenazas más
sutiles y perversas que las conocidas hasta la fecha.
Los
empleados públicos no sólo sufrirán la reducción de sus salarios de una manera
brutal. La obra social y el sistema previsional estatal están siendo empujados
a la bancarrota, tal vez, con la intención de ofrecer un nuevo suculento
negocio a los amigos del poder. El banco
provincial parece seguir el mismo camino.
Los
jubilados provinciales comenzarán a sufrir las consecuencias de la malversación
de los fondos aportados, que se fueron esfumando a través de la dilapidación
impune de los recursos depositados en el banco provincial.
Los
obreros metalúrgicos, además de la bancarrota de su obra social, sufrirán en
los próximos años la tendencia a precarizar aún más las condiciones de trabajo,
la amenaza de cierres o el traslado de plantas fabriles a Brasil y la hipotética desactualización de los artículos electrónicos que elaboran las armadurías instaladas en la
isla, que serán una espada de Damocles para las fuentes laborales.
Los
dos mil jóvenes que anualmente se incorporan a la población económicamente
activa en demanda infructuosa de trabajo profundizarán la desintegración social
y otros tipos de conflictos.
Es
decir, la prosperidad soñada que movilizó a tantas familias a instalarse en la
isla se está diluyendo. Los que tuvieron en sus manos la posibilidad de
cimentar una sociedad que pueda prolongar en el tiempo un buen nivel de vida,
prefirieron imponer sus negocios personales y los de su sector, ante los
intereses del conjunto.
La
falta de funcionamiento de las instituciones (o mejor dicho su adaptabilidad a
las necesidades de los gobernantes), la complicidad judicial para garantizar la
impunidad, la mediocridad e inescrupulosidad de los “representantes” del
pueblo, una Legislatura siempre distraída para ejercer el control y que cuenta
con miembros procesados, condenados e inhabilitados para ejercer la función
pública. En definitiva, legisladores, ministros, secretarios, intendentes y
concejales más propensos a hacer negocios y “pasarla bien”, que a responder a
las necesidades populares, plantean que el Movimiento Obrero fueguino tendrá,
además, por delante, un nuevo y crucial desafío: el de su participación activa
en las cuestiones políticas; impulsar un
movimiento social que impida que el Estado siga siendo manejado por esta casta
de políticos que se suceden a sí mismos y generar el necesario debate sobre las
instituciones que deben adquirir una mayor participación y control popular como
única garantía de que no se repita la historia.
Entonces,
las luchas de los trabajadores fueguinos seguirán escribiendo una historia con
final incierto pero que planteará con toda su fuerza nuevos desafíos que merecerán
ser contados.
Río
Grande, febrero de 2000.
INDICE
Prólogos
Prefacio
Primera Parte.
Capítulo I: Del campo libre a la
propiedad privada
Capítulo II: Los primeros intentos
Capítulo III: La peonada rebelde
Capítulo IV: Tierra del Fuego no
era una isla
Capítulo V: Una tierra apacible
Segunda Parte
Capítulo VI: El aluvión migratorio
Capítulo VII: Organización y
primeras luchas
Capítulo VIII: Otros gremios se
suman
Capítulo IX: Tierra del Fuego
conmueve al país
Capítulo X: La trágica Semana Santa
Capítulo XI: La Justicia de los
poderosos
Capítulo XII: Las trincheras de los
ajustes
El autor
Bernardo Veksler nació en 1950 en un inquilinato del
porteño barrio de Mataderos. Hijo de obreros, su padre participó activamente en
la vida gremial de los trabajadores del cuero. Junto a su madre, crearon y se
convirtieron en dirigentes de un centro de jubilados que agrupó a los que
sobrevivían con ingresos miserables.
En ese hogar se fogueó su punto de vista no complaciente
con las injusticias y desigualdades sociales. Desde niño se vio influenciado
por las luchas de los trabajadores
contra las arbitrariedades. Sus recuerdos se concentraron en dos hechos
que lo conmovieron tempranamente: la represión desatada por la Revolución Libertadora
(1955) y la ocupación del Frigorífico Lisandro de la Torre (1959). En su barrio
natal contó con una platea privilegiada.
Desde los 15 años conoció la necesidad de combinar
estudios con trabajo. Cursó el secundario con normalidad hasta el tercer año,
momento en que participó de una huelga contra el autoritarismo de la
institución y se vio obligado a cambiar de escuela. A los 17, ingresó a la Facultad de Ciencias
Económicas de la
Universidad de Buenos Aires. Allí, fue influenciado por los
sucesivos movimientos estudiantiles que salían a la calle a cuestionar el status
quo social. Eran tiempos de insatisfacción y reacción de los jóvenes
mexicanos, peruanos y, sobre todo de los franceses, proclamando la “imaginación
al poder” y un cambio rotundo de las estructuras de la sociedad.
Así, se sumó a las movilizaciones de los estudiantes
y conoció la cárcel de Devoto al repudiar la presencia de Nelson Rockefeller.
Luego vino la militancia socialista en
el ámbito universitario, en diversos sindicatos, en barrios obreros y
marginales, y en entidades de derechos humanos. Su pasión política le hizo
minimizar la importancia de un título y abandonó su carrera en el tramo final.
Sus convicciones lo llevaron a insertarse en el
movimiento obrero, donde desplegó su militancia en el gremio metalúrgico,
ceramista y de la construcción, fue delegado y paritario. Las “Tres A” lo
amenazaron de muerte y luego, durante la barbarie desatada por Videla, tuvo que
vivir en la clandestinidad. Sufrió la pérdida de numerosos amigos y compañeros
de militancia gremial y política que cayeron en las garras de la dictadura.
En esos años hizo sus primeras armas en el
periodismo, oficio que abrazó como profesión y ya nunca dejaría. Sintió que la
palabra escrita le permitía canalizar su pasión. Ser crítico y autocrítico lo
llevó a perfeccionarse en forma autodidacta. Decenas de programas radiales
contaron con su participación en Rosario, Buenos Aires y Río Grande, donde se
destacó por no especular con las consecuencias de sus opiniones frente al
micrófono.
Se especializó en el periodismo de investigación,
sus trabajos salieron a la luz en los diarios Crónica, Popular, Clarín y Página
12, y en la revista Humor, entre otros.
Su incursión fueguina lo llevó a
desempeñarse en los diarios Tiempo Fueguino y Provincia 23.
Desde 1998, complementó su labor comunicacional con
la de docente de enseñanza media y terciaria.
Su disconformidad con las líneas editoriales de los
medios provinciales, siempre dispuestos a ser voceros del poder a cambio de
abultadas facturaciones publicitarias, lo llevó a la utópica idea de crear un
medio independiente, el que sugestivamente se llamó Ojo. Periodismo. Al momento
de la primera edición del presente libro, este intento lleva ya dos años de
lucha por la subsistencia.
No sorprende entonces el tenor de su primer libro,
madurado durante más de cuatro años.
Para Veksler no existe el campo neutral: o se está
con los poderosos o con sus víctimas. La opción fue sencilla.
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